Joaquín Machado, un hermano Luis García Montero
Los pillos de Almeida
Les imagino a estas alturas conocedores de que ya está en Madrid un Churchill redivivo, de nombre Alberto, para quien los amanuenses no encuentran suficientes loas y alabanzas. Mira que es rico el castellano, pues aun así faltan adjetivos. De momento, todas sus decisiones se cuentan por luminosos aciertos. Tuvo que decidir entre un político que pedía explicaciones sobre un posible caso de corrupción o la hermana del comisionista que quería tapar el escándalo, y optó por la encubridora. Tuvo que decidir entre pactar con la extrema derecha en Castilla y León o actuar como los partidos de la derecha democrática europea, y eligió abrazarse a Vox. Tuvo que decidir entre seguir con el no a todo en el Congreso o facilitar la aprobación de un decreto de ayudas contra la crisis, y logró que acertase a votar en contra hasta el diputado Casero.
Con este expediente sin mácula, ¿alguien en su sano juicio puede quitarle la razón a los palanganeros que nos presentan a Alberto como la moderación personificada, un hombre de Estado sin igual, un gigante de la política con mayúsculas?
Creo, sin embargo, que no se ha destacado lo suficiente otra de las genialidades de Alberto: definir como “pillos” a quienes roban a sacos llenos el dinero de los contribuyentes. “Ha habido pillos durante la pandemia. ¿Por qué? Porque no teníamos material”, explicó cuando le preguntaron por los comisionistas-saqueadores del Ayuntamiento de Madrid. Es preciso ponderar también en su justa medida la traslación de responsabilidades en el mundo de Alberto. ¿Por qué hubo pillos? Porque no teníamos material. Son culpables las circunstancias, no los ladrones.
infoLibre ha localizado a uno de esos “pillos”, Philippe Haim Solomon, quien al parecer se llevó para su saca 2,5 millones de euros por unas mascarillas inservibles. Las palabras de un brivoncete –evitemos calificativos que puedan herir la sensibilidad de Alberto– hay que tomarlas siempre con mucha precaución, pero Solomon dibuja un panorama donde el Ayuntamiento de Madrid no destaca precisamente por su diligencia a la hora de reclamarle el dinero o de ayudar a la Justicia a encontrarlo. Que dicho sea de paso, tampoco era una misión imposible. A ver si van a pensar que en infoLibre contratamos los servicios de inteligencia de Ángel Carromero para dar con el paradero del tal Philippe.
Lo que sí es responsabilidad de Almeida es su inacción total al no denunciar la estafa de los Medina-Luceño. ¿En qué cabeza cabe que te roben seis millones y no vayas a los tribunales?
Y aquí es donde está el meollo de la cuestión, da igual que hablemos del presunto estafador Solomon que de los presuntos estafadores Medina-Luceño: una vez que el Ayuntamiento de Madrid se dio oficialmente por estafado, ¿qué hizo el alcalde Almeida para recuperar el dinero y lograr que paguen los supuestos delincuentes?
Es para mosquearse, ciertamente, el atasco de granujas –evitemos calificativos que puedan herir la sensibilidad de Alberto– que había aquellos días alrededor de la M-30. Es como si la Internacional de los Pillos hubiera avisado a todos sus socios de que existía un lugar llamado Ayuntamiento de Madrid donde pronunciabas la palabra mascarilla y antes de que te dieras cuenta tenías un par de millones en tu cuenta bancaria. Pero seamos empáticos y pensemos que a cualquiera de nosotros nos podía haber ocurrido algo similar en un contexto tan excepcional. Que el culpable es el pícaro –evitemos calificativos que puedan herir la sensibilidad de Alberto– que engaña y no el Almeida engañado.
Lo que sí es responsabilidad de Almeida es su inacción total al no denunciar la estafa de los Medina-Luceño. ¿En qué cabeza cabe que te roben seis millones y no vayas a los tribunales?
Lo que sí es responsabilidad de Almeida es su inacción (casi) total en la persecución de Solomon. Esta vez sí puso una denuncia, pero no movió un dedo cuando se archivó la causa por estar ilocalizable un pillo al que el Ayuntamiento tenía más que fichado.
Lo que sí es responsabilidad de Almeida es la falta total de transparencia, que llega al extremo de no querer confirmar si al granuja Solomon le pagaron los 2,5 millones del contrato o solo la mitad. ¿Tan difícil le resulta entender que los millones que fueron para la saca no son suyos, que son de los contribuyentes, y por tanto tiene la obligación de ofrecer explicaciones públicas detalladas e inmediatas?
Una cosa es tener una plantación de pillos en la plaza de Cibeles y otra que, cuando los ves saliendo con la saca de millones por la puerta del Ayuntamiento, en vez de perseguirlos te vayas a dar divertidos saltitos a un parque.
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