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Infamia, despropósito, cinismo...

Antonio García Gómez

Vaya uno a saber. Mientras rezuma hedor insoportable cierto panorama patrio.

“678 salones de juego” funcionan a pleno rendimiento en la Comunidad de Madrid, aunque la presidenta saca pecho de que tales datos aún anden un 1% por debajo de la media nacional. ¿Albricias entonces? ¿Se acuerdan de cuando le pusieron al ministro Garzón de “chupa dómine” cuando quiso regular la publicidad al respecto de tales “salones de juego”?, es decir de apuestas, es decir de focos creadores de ludopatías y adiciones varias, es decir de puro “tocomocho” enfundado de luces de colores y promesas vanas de premios y otras frivolidades.

Desde junio se presentaron, en la capital del Reino, en Madrid, en la zona de Retiro, a 159 pasos, a escasos 250 metros, a un tiempo de un minuto de distancia, uno del otro, dos establecimientos: por una parte, un centro de “referencia” de prevención y tratamiento de ludopatías y adiciones, por cierto público; por otra parte, y, como se ha dicho, muy cerca, un salón de juegos y apuestas, muy privado, que abrirá este mismo miércoles, exactamente a cerca de 100 metros de algunos centros educativos del barrio para niños y adolescentes. Todo se supone que bajo el amparo de la ley y según el espíritu de la “libertad de llevárselo crudo”, predicada en la citada Comunidad. Todo un oxímoron, todo un despropósito, toda una barbaridad, incomprensible, temeraria y nociva.

Cuentan algunos ludópatas que acuden a ser tratados al centro de referencia que han de cruzarse de acera, mirar hacia otro lado, superar, si pueden, la tentación, tan iluminada, tan llamativa, tan cercana, tan normalizada y seguir intentando librarse de sus adicciones, a pesar de tanta oferta para “jugar”.

Estos fieles que invocan a su dios al tiempo que sus sacerdotes y prelados pervertían, disimulaban, tapaban y sobreseían… sobre la desgracia acumulada sobre miles de inocentes

Por otra parte, ayer se supo que “39 prelados españoles están acusados de silenciar y ocultar los abusos sexuales a menores en sus diócesis…”, sobreseída, por lo tanto, la “conducta inmoral” intolerable, culposa y maligna de los abusadores, “hombres de fe” y sacerdocio bendecido, ¿”con carácter indeleble”?, como para no querer contemplar, entiéndase, en este caso la presunción de inocencia para quienes argüirán que “no lo sabían, que se enteraron de aquella manera, que pusieron en cuarentena la información…”, incluso que “hijo, los trapos sucios se lavan en casa”. Con la infame caradura de obviar a las víctimas, menores indefensos y vulnerables, tronchados por la malévola lascivia, la idea y la voluntad perversas de quienes, después de todo, quedarán impunes, desde sus posiciones de prevalencia, recogida por la Institución, a escondidas de una impotencia insuperable, a lomos de una injusticia consentida. A pesar de que ya el Maestro habló de que sería mejor “atar una cuerda al cuello y echarlos al mar a quienes escandalizaran a los menores”. Pero en fin.

Mientras se ha pervertido la inocencia y se ha bendecido el lavado de manos, y conciencias, y, también y sobre todo, las responsabilidades, con el consentimiento sordo y cómplice de tanto actor de reparto seguidista y cobarde,  de estos fieles que invocan a su dios al tiempo que sus sacerdotes y prelados pervertían, disimulaban, tapaban y sobreseían… sobre la desgracia acumulada sobre miles de inocentes, mientras los santos prelados rezaban y juntaban las manos, hacían oídos sordos y consentían, miraban hacia otro lado, en nombre de… sus cobardes e infames silencios, disimulos y complicidades imperdonables… como siguen haciendo, por otra parte, tan celosos de “su reino del que afirman que no es de este mundo”.

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Antonio García Gómez es socio de infoLibre

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