La vida sobre el alambre
Siempre, y en un puño las expectativas que puedan troncharse de súbito, inesperadamente, de manera trágica, como para no tener argumentos salvo el de seguir viviendo como si fuera el primero de los días que habrá que afrontar, con ilusión, con coraje, incluso con proyección de futuro, aunque de éste poco se pueda fiar uno.
En EEUU, en el estado de New York, en el mismo corazón del Imperio, una tormenta de frío y nieve ha paralizado el día a día y ya van para 67 muertos los caídos ante los estragos del frente polar. Muchos de ellos atrapados, congelados en sus flamantes y hasta entonces coches particulares.
En nuestro país, en medio de un temporal de lluvia, un autobús se precipita sobre el cauce de un río serrano, en Galicia, dejando un balance letal de, al menos, siete víctimas. Parece ser que se dirigían a celebrar la Nochebuena. Ahora solo queda dolor y luto en sus familias.
La guerra se recrudece en Ucrania, se matan a conciencia, los drones prosiguen su labor destructora y asesina y no se asegura el suministro energético para la población civil en Ucrania. Pero se resiste, en las catacumbas del miedo, del frío y el hambre, a expensas de la destrucción creciente planificada desde acomodados despachos de gente dirigente, con visión, se supone, a largo plazo, cueste lo que cueste en vidas humanas.
Siempre, y en un puño, las expectativas que puedan troncharse de súbito, inesperadamente, de manera trágica, como para no tener argumentos salvo el de seguir viviendo como si fuera el primero de los días que habrá que afrontar
En un Perú olvidado y lejano, un joven de 15 años, Chistopher, que se ganaba algunas monedas arreglando las flores y limpiando las lápidas del cementerio de Ayacucho, ha caído víctima de un disparo que le atravesó pulmón y corazón. Volvía a casa para cumplir con el toque de queda. Una muerte injusta, brutal, estúpida…
La pescadera que me atiende me ha comentado que, de momento, la empresa que la emplea aún no le ha anunciado un aumento de sueldo para el año que viene. Y con todo mantiene el buen humor aunque la mirada se muestre triste y la rabia contenida queda disfrazada de resignación.
Y como decía la canción: la vida seguirá… a su ritmo, mejor para unos cuantos que para la mayoría.
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Antonio García Gómez es socio de infoLibre.