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¿La política de la iglesia es necesaria?

César Moya Villasante

Está claro que la religión ha sido muy importante en nuestras vidas, por mucho que lo nieguen algunos ateos. Yo soy agnóstico, porque no niego nada, lo que pasa es que cuando empecé a pensar, en aquel final del año 75 porque antes no sabía que había que pensar en cosas que no fueran el trabajo y la comida, pero existía lo social, lo político y también lo religioso, empecé a meditar sobre ciertas cosas de mi propia vida y ocupó un espacio lo que la religión católica ha supuesto en mi persona. Y quizá en muchas personas que vivimos en este país.

Vaya por delante que no soy creyente de aquel cuento que nos contaron que incluía actos de fe que hoy no tienen audiencia en el mundo digital, por decirlo de alguna manera. Eso del trino, de la resurrección o de la virginidad teniendo un hijo no lo compra ya mi intelecto, y menos el de muchos jóvenes actuales. Creo que después de la vida viene la nada. Pero no critico, ni mucho menos, a quienes creen en ello y actúan de forma radical porque tienen esa FE con mayúsculas que puede ser envidiable para mí, porque es confiar en alguien superior que te llevará a una vida mejor en el futuro. Admirable. Al mismo tiempo soy consciente de que la espiritualidad, no confundida con la religiosidad, es necesaria para el hombre en el momento actual en que todo es material y no existe ni pensamiento ni valores humanos porque el dinero se ha comido cualquier principio básico de nuestras vidas, como la ética y hasta la deontología profesional de muchos. Todo se compra y se vende en ese mercado de donde Jesucristo echó a los mercaderes excesivos y, curiosamente, los que más imploran a aquel Dios son los que más defienden ese mercado liberal, ellos lo llaman así, siendo la libertad de unos pocos solamente. Y hay muchos que lo saben, pero miran para otro lado por un ideario absurdo.

 Un periodista que conoce bien las entrañas del Vaticano, como Viçens Lozano, definió al Papa Francisco como el freno a una extrema derecha europea. Eso está demostrado en las críticas que aquí hemos escuchado alguna vez a personas de Vox que tratan de insertar esa “ideología” ultra en el Continente, por ser el único espacio del planeta que aún conserva ciertos valores, a la baja obviamente, como la dignidad de la persona y sus derechos. Pero mucho me sospecho que detrás de ese título de "comunista" con el que califican los ultras al Papa Francisco no hay solo un insulto, como ellos consideran esa ideología, y que repiten en nuestro Congreso de manera obsesiva cuando debaten con alguno confeso en ella. Detrás de ese calificativo existe una cierta política de destrucción de esos valores hasta religiosos que ellos hacen suyos engañando aún a muchos. El Papa actual quizá sea uno de los pocos líderes mundiales, tan escasos, y parece ser que está haciendo una labor muy meditada pero lenta para no provocar reacciones mafiosas a su persona, aunque su salud actual deteriorada no hace ser optimista en su futuro. Porque está demostrado que el Vaticano es un entramado mafioso en donde se encuentran las peores caricaturas de la religión teórica católica. Obviamente existen también auténticos católicos de sentimiento, pero que quedan ocultos ante ese entramado viscoso. Pero ese perfil negativo está también haciendo su labor acompañando a esos ultras de una forma engañosa, parece que, poniéndose del lado del bueno, y en contra del malo, que es el comunismo papal. En resumen, son los peores defensores de su oficio espiritual en donde aquel Jesucristo, que parece que sí existió, decía cosas que hoy suenan ya a insulto en el mundo materialista extremo en que vivimos. Quizá por todo ello vemos día a día perder fieles a esa Iglesia que debería haber aceptado hace ya tiempo irse actualizando para atraer a una juventud que hoy les abandona porque su mundo no es el de la fe. Y para ello hay que llevarles al terreno del suelo que pisan a través de otra espiritualidad que, si queremos sea religiosa, será adaptando aquello que nos contaron a su simbología terrenal y no tener esos tics, como el celibato y otras prohibiciones que a nada conducen más que a perder terreno donde se tenía que recuperar para conseguir abordar algo muy necesario: disponer de esos valores eternos del ser humano hoy abandonados para que el objetivo sea uno muy sencillo y que hoy suena raro: ser simplemente buenas personas y no hacer daño al prójimo, y saber que el éxito en la vida no es exclusivamente lo material.

El siglo XXI no se parece en nada a ninguno de los anteriores y hay que cambiar países, ideologías, modos de pensar, formación de la gente y mil cosas más que servirán para actualizar  un gueto demasiado estático y demasiado poco real para un nuevo mundo. En España particularmente hay que darse cuenta de que tenemos tantas hipotecas políticas, religiosas y sociales que de no cambiar nos quedaremos a la cola del nuevo mundo que algunos ya están creando. Y ahí es donde la extrema derecha mundial y la religión católica estática está realizando su labor bajo cuerda y no tan abajo, porque se nota mucho. Su obsesión de querer acabar con las llamadas democracias que aún validan los principios básicos del ser humano para la convivencia, en beneficio propio, hace tambalearse muchas ideas básicas para la convivencia. Y ahí es donde están empleándose bien algunas autoridades vaticanas que, incluso, no creen en aquel Dios que nos contaban antes. 

Si dentro de esa iglesia católica existiera alguien con cierto carisma, suponiendo que Francisco, debido a su edad y salud no sea el futuro de la misma, y que pudiera enfrentarse al poder estático actual, tendría que hacer una labor inmensa dentro de un espacio tan ignoto hoy como el de esa juventud algo perdida, pero preparada intelectualmente como nunca, aunque con el deterioro de una tecnología que no siempre se utiliza con buenas ideas. Para ello, con independencia de que no nos hablen de cuentos de hadas, deberá hablar de tú a tú a esos jóvenes que están perdiendo, muchos de ellos, el carro del nuevo mundo por los problemas que todos conocemos y hacer valer hacia ellos una Iglesia nueva que les lleve a defender una nueva espiritualidad basada en aquellos valores perdidos, porque hoy entran dentro de esa nueva religiosidad que ya no se practica, por lo que es prioritario recuperar el sentido de humanidad, de ética y moral, de amor al prójimo, de defensa de la dignidad personal, del esfuerzo personal, y en resumen, la filosofía de la vida. O sea, lo que antes la Iglesia nos narraba para acompañar el famoso cuento de hadas que ya no vale para una mayoría, incluso de creyentes.

El siglo XXI no se parece en nada a ninguno de los anteriores y hay que cambiar países, ideologías, modos de pensar, formación de la gente y mil cosas más que servirán para actualizar un gueto demasiado estático y demasiado poco real para un nuevo mundo

Pero algo tiene que haber que nos saque de este marasmo en donde solo existe el dios dinero, que conduce a la sociedad a un futuro demasiado peligroso y terrible para una gran parte de la humanidad que no tiene ni tendrá ningún clavo ardiendo donde agarrarse. Por eso, asomarse a ese Dios distinto como nuestro ideal de vida que nos descanse nuestra alma. En resumen, ser feliz sin tener mucho, algo que hoy parece que no se entiende.

Mientras escribo estas modestas líneas pienso: ¿pero en qué mundo vivo? Este artículo quizá hoy sea tomado a broma, pero es que estamos acercándonos a un abismo que veo no lejano de caos intelectual. Veo a Trump que gana votos porque le condenan por abuso sexual, veo a una tal Ayuso que no se presenta a ningún debate porque no tiene ni idea de nada y solo ha venido a insultar a Sánchez, pero eso le vale para ganar por mayoría, veo a un rey emérito al que muchos aplauden su corrupción y golfería... y me pregunto qué estarán pensando muchos jóvenes de esta sociedad. Hoy el ejemplo que se da en el mundo occidental es tóxico, como ahora se dice. Y solo queda recuperar lo que escribí en líneas anteriores, pero puede que provoque la sonrisa. Y eso sí que es triste. Y esto lo escribe alguien que no cultiva ninguna creencia más que en los seres humanos que actúan con honestidad en la vida. Nada menos. Y me acuerdo de aquella maravillosa canción de Patxi Andión, El maestro, que explicaba todo esto ya hace muchos años... Estaré ya demasiado viejo...

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César Moya Villasante es socio de infolibre.

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