No falla el sistema, estamos fallando nosotros

Mar Espinar Mesa-Moles

Llevaba ocho años sin parar. Así que decidí aprovechar el cambio del ayuntamiento a la comunidad para tomarme unas vacaciones de verano de verdad. El descanso es parte del entrenamiento, aseguran los mejores entrenadores de boxeo. Me imaginé tranquilidad, conversaciones divertidas, lectura, buena música y horas debidas a la familia y a los amigos. Casi lo consigo todo, pero, ahora que llega septiembre, me quedo con una sensación preocupante: la gente está crispada mucho antes de la quinta cerveza; no hay apenas diálogo maduro, solo monólogos bizarros, absolutamente intolerantes y alejados de la realidad.

Me apena sinceramente ver cómo hablamos sin saber, cómo intentamos imponer a los demás una serie de sentencias absolutas que son fruto de treinta segundos de tik tok, me entristece reconocer que despreciamos la realidad por darle pábulo a nuestros instintos. Nos olvidamos de la humanidad de los otros, de los que no son como yo, de los que no piensan como yo con demasiada facilidad. Muy pocos han sido los que he encontrado este agosto capaces de articular sus pensamientos con paciencia y tolerancia, de darles raíces más allá de unos prejuicios infantiles, muy pocos he tenido enfrente capaces de debatir sin agarrarse a mantras y a dogmas irracionales.

Siempre han de ser más las cosas que nos unan que las que no separen; si no fuera así no habría nada que hacer

No falla el sistema, estamos fallando nosotros. Y eso hará que el sistema, más pronto que tarde, deje de funcionar. La rueda gira hasta que los palos de la ignorancia y el egoísmo se introducen en los radios y revientan el mecanismo de la convivencia. Estamos jugando con fuego y el fuego devasta.

La democracia parlamentaria tiene sus reglas y también tiene su espíritu: el encuentro, el acuerdo. Siempre han de ser más las cosas que nos unan que las que no separen; si no fuera así no habría nada que hacer. Así que, por ejemplo, tan legítimo es que Feijoó intente su investidura como legítimo es que no lo consiga.

Lo ilegítimo es hablar solo de blanco y negro, de rojo y azul si lo prefieren. España no es un Estado centralizado, por mucho que algunos confundan el delirio visigótico con las fiebres franquistas. España tampoco es una farsa identitaria en la que lo “castellano” sea el enemigo a batir. España es compleja porque nosotros la hacemos compleja. ¿Qué solución dan algunos para traer la simplicidad? ¿El mazo, la cárcel, la mordaza, la humillación, el desprecio? Nadie dijo que esto tenía que ser fácil; lo que sí deberíamos empezar a decir es que no debemos hacerlo más difícil todavía de lo que es.

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Mar Espinar Mesa-Moles es Diputada socialista en la Asamblea de Madrid.

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