Picasso y A Coruña
Pablo Ruiz Picasso disfrutó y sufrió en A Coruña, junto a sus padres y dos hermanas, entre 1891 y 1895. Conchita, su hermana menor, había fallecido en los albores de 1895 en aquella ciudad en donde reposan sus restos. Un recuerdo imborrable en su vida.
Generalmente se olvida o se ignora conscientemente esta estadía, transcendental, del genio malagueño en la “ciudad del viento”, como así la denominaba e identificaba en muchas ocasiones.
Parálisis conscientes de una memoria interesada, insensatas actitudes simplificadoras de una biografía genial. Es que, en esta ciudad, entre vientos, sombras, lluvias, Pablo Ruiz Picasso, según el profesor universitario Antón Castro, “definió las bases de su propia biografía artística, que es tanto como decir de una parte de la historia del arte del siglo XX”.
Recordar, es menester, las reflexiones de Ariana Stassinopoulos en su 'Picasso creador y destructor': “Si la verdadera patria es el lugar en donde por primera vez se abren los ojos a los tesoros escondidos en el interior de cada uno, entonces pese a las lluvias, al frío y al viento, la verdadera patria de Pablo fue A Coruña”
Es preciso rememorar algunas manifestaciones del pintor cuando le mostró al maestro Kahzweiler un cuadro que decía haber realizado en Barcelona: “este período de mis estudios en Barcelona lo detesto. Lo que hice en A Coruña estaba bastante mejor”.
En fin, Antonio D. Olano, interesante escritor nacido en Galicia, entrañable amigo del genial malagueño con el que compartió interminables reflexiones, ha dejado escrito: “A Coruña pudo haber tenido el mejor museo Picasso del mundo, él lo daba todo; pero las autoridades franquistas prefirieron salvar su puesto a poner en la casa que había vivido un cartel con el nombre de un comunista”.
Los causantes de esta historia que ensayamos, ni prosistas ni historiadores del arte, ya jubilados, después de hallazgos sorpresivos, que consideramos interesantes, y como entretenimiento asaz atrayente, hemos escrito un libro, ya editado con el título "Con RUIZ también hay Picasso".
En un muy humilde bastidor de un cuadro de tosca y rugosa madera de pino, ayuna del menor pulido, emergen unas grafías, junto a otras, que consideramos de importante interés para un mayor, cabal y objetivo conocimiento de la obra del joven Pablo Ruiz Picasso en su transcendental estancia en A Coruña.
El cuadro, óleo sobre lienzo, paisaje pintado por un principiante, de 25 x 40 cm, es nacido de la misma mano que otro, del mismo estilo o manera, propiedad del Museo-Fundación Granell de Santiago de Compostela, que lo habíamos visto colgado en una de las paredes de aquel museo y con la indicación e información "Picasso en A Coruña", y que Eugenio Fernández Granell nos había anunciado, con seguridad y convicción, que el cuadro, por sus antecedentes y procedencia, había sido pintado por Pablo Ruiz.
A Coruña pudo haber tenido el mejor museo Picasso del mundo, él lo daba todo; pero las autoridades franquistas prefirieron salvar su puesto a poner en la casa que había vivido un cartel con el nombre de un comunista
En el bastidor se lee con claridad: "C/IB, junio", lo que nos lleva a pensar que se trata de un certificado o visto bueno, visé o media firma, de su querido y recordado profesor, fundamental en su primera formación, Isidoro Brocos, emitido en el mes de junio de 1894, último curso completo que la familia Ruiz Picasso había vivido en A Coruña. Una pericial caligráfica confirma el extraordinario parecido entre las letras Ib, Isidoro Brocos, impresas en tosca madera de pino con otras del maestro-pintor-escultor estampadas en papel.
Una meiga amable, no sabemos cómo ni cuándo, nos ha proporcionado la página 81 de su libro de estudiante "Retórica y poética", que actualmente se halla depositado en el Museo Picasso de Barcelona.
En la identificada página, Pablo, terca e insistentemente, repite, hasta en tres ocasiones, el visé o media firma, muy similar a la del bastidor del cuadro, presumiblemente estampada por el jamás olvidado profesor, que fue quien le abrió los ojos a otro modo de ver y entender la pintura, bien distinta a la rígida enseñada en la academia, aun teniendo que soportar, en muchas ocasiones, los nada amables embistes del profesor D. José Ruiz Blasco, su compañero y padre del alumno Pablo. Sabido es, por repetida, la costumbre y querencia, siempre buena y saludable, de los muchachos jóvenes de reproducir o imitar firmas o escritos de sus padres, admirados profesores o personas bien queridas.
Además, existen otras impresiones sobre tan tosca madera de las que solamente y en este momento, mencionamos tres: su posible media firma PR (Pablo Ruiz); las letras, entremezcladas, AP, que posiblemente se refieran a las primeras letras, en más de una ocasión utilizadas, de las palabras Ángeles (Ángeles Méndez, su primer amor en La Coruña) y Pablo, el nombre del anunciado genio, Ruiz Picasso y, finalmente, la palabra Par, que, como en otras muchas ocasiones, atrapa la palabra a (Ángeles) entre otras dos, p (Pablo) y r (Ruiz).
Aportamos muy interesantes hallazgos asentados en datos rigurosamente objetivos, muy difícilmente rebatibles, alejados de criterios estrictamente personales siempre encadenados a las reflexiones y criterios subjetivos del autor que los emite. Lo precedentemente meditado entendemos que ha de servir de guía para futuras y más profundas investigaciones. Queda aún mucho por descubrir, desbrozar e investigar sobre la obra del adolescente Pablo Ruiz en A Coruña.
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Fernando Luis Otero Marquina y Paz Alonso Blanco son socios de infoLibre.