Han perdido en el Congreso y en la vida

Domingo Sanz

Han perdido los que querían gobernar el dinero de todos para dedicarlo, como siempre, a construir el futuro inevitable ocultando un pasado que a todos nos precede y a ellos interpela porque desde sus gobiernos no dedicaron, jamás, ni un solo euro para enseñarnos la historia de unas tumbas llenas de inocentes que aún no han muerto, por muchos que les pese.

Ni un euro. Tanto si fueron los del PSOE más juancarlista o los del PP de siempre, con Vox antes dentro y hoy un firme aliado. Todos tan amigos en este confuso momento.

Ahora que lo pienso, la culpa de lo de tanta prudencia con el alumnado la ha tenido siempre esa maldita Ley de Secretos Oficiales de 1968, aún vigente en esta democracia tan presumida que disfrutamos

Han perdido los del muerto al hoyo y el vivo al bollo. Aunque el muerto fuera un muerto asesinado y el bollo un bollo envenenado.

Pero, de repente, la vida.

En septiembre de 2021 comenzó, también allí y como todos los años, el curso escolar. Era 2º de la ESO en un instituto cualquiera. 22 alumnos en la clase.

Dos minutos antes de que entrara el profesor de la primera clase, un alumno alzó el brazo como hacían los nazis y gritó "¡¡Viva España!!"

Le imitaron 15 de los 22, “sin saber lo que hacían”, se dijeron entre ellos, comprensivos, algunos de los otros 7. A fin de cuentas, tenían todos nueve meses por delante haciéndose compañía. No se trataba de alimentar un infierno sin llamas. Atención a las edades.

Cuando llegó el profesor tutor del grupo, un alumno de los “otros 7” se levantó e informó de lo ocurrido para que se le oyera. El profesor tomó nota. Una semana, atención, ¡¡una semana entera después!!, les dijo a los alumnos que si tales comportamientos se repiten convocarán a sus padres o tutores.

Exactamente dos años después, es decir, a principios de este mes de septiembre de 2023, ese mismo grupo de alumnos del mismo instituto iniciaba el nuevo curso que, lógicamente, es 4º de la ESO.

A la hora prevista de su primera clase, el profesor de Historia, cuyo temario incluye los siglos XIX y XX para todo el mundo y también España, terminó de explicar a sus alumnos, los mismos de 2021 salvo los cambios habituales, los contenidos que irá exponiendo en la clase a lo largo del curso.

Entonces un alumno, extrañado por la ausencia del tema, preguntó al profesor si expondría el periodo correspondiente a la Guerra Civil y al franquismo

Esta vez el profesor no aplazó su respuesta. Aunque sorprendido, decidió no esquivar la justa osadía del alumno y respondió que sí y, además, sin irse muriendo poco a poco por dentro, regaló un aperitivo de esa parte del temario a unos estudiantes que, de repente, solo eran sus propios oídos.

Mientras lo exponía, sentía cómo iban desapareciendo viejas dudas. Y pensaba en las preguntas que le harán los alumnos, muchas más que sobre otros periodos históricos y otros países. Es lógico. Está más cerca y duele más. Pero es la verdad.

Sabe que le preguntarán por lo del rey fugado. ¿Cómo responder rompiendo el cuento de que “trajo la democracia”? ¿Acaso tenía otra posibilidad? Ya lo sé, les diré que todo fue por culpa del dictador, que se encargó de su “educación”. Aunque solo sea para no decir que todos los borbones han sido siempre así, que el de ahora también lo es.

(Por cierto, que vaya padre también, aquel don Juan que no reinó. No solo se quitó de encima a su hijo, sino que lo envió a vivir con tan cruel asesino porque esto, de Franco, creo que se puede decir, aunque nunca ningún juez lo haya condenado. Ni siquiera a título póstumo, ningún gobierno “democrático”.)

Pero, ahora que lo pienso, la culpa de lo de tanta prudencia con el alumnado la ha tenido siempre esa maldita Ley de Secretos Oficiales de 1968, aún vigente en esta democracia tan presumida que disfrutamos.

¡¡Cómo íbamos a exponer en clase historias que más tarde se demostrarían falsas o, como mínimo, tergiversadas!!

Nos acusarían de complicidad.

¿Cómplices nosotros?

Pues claro, por no haber exigido al gobierno, por pura dignidad profesional, que derogara esa maldita ley, vigente desde 1968, que nos ha obligado a callar o a contar cosas que podían no ser verdad, algo que un político puede hacer, pero un profesor jamás.

Pues se lo exigimos ahora que usted ha salido ganando de la derrota de Feijóo. Señor Sánchez y todos los que le han precedido en ese puesto: tienen ustedes una deuda impagable con millones, porque ni era decente dejar de explicar esas lecciones ni tampoco contarlas como cuentos chinos.

Disculpe usted que está leyendo, pero es que este teclado maldito me ha copiado una catarata de pensamientos que no me han pedido permiso.

Entre ambos septiembres vividos en un micromundo educativo de cualquiera de los territorios del Reino de España, recupero los titulares de tres noticias ciertas aparecidas en la prensa más leída de este mismo cualquiera, pero que podrían ser de cualquier otro.

8 de febrero de 2023. “Educación ignora si los institutos enseñan la Guerra Civil y apela a la autonomía del profesorado”.

17 de febrero de 2023. “Un grupo de docentes se planta para acabar con frases como ‘Viva Franco’”.

11 de junio de 2023. En la portada “Denuncian que un manual de Historia usado en los institutos excluye la definición de República”.

Después dieron las dos de la tarde y, sin saber ni cómo ni por qué, el rey se enteró al mismo tiempo de dos cosas, aparentemente ajenas y distantes.

En el Congreso había sido derrotada la candidatura de regreso al miedo que él sí había aceptado, y que siempre significa peligro de muerte.

En un centro educativo habían triunfado el valor y la verdad, que es lo mismo que la vida y, además, digna.

Y entonces todo fue uno.

El rey recordó a su bisabuelo, se quitó la corona para siempre y el reloj comenzó a marcar las horas del futuro.

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Domingo Sanz es socio de infoLibre.

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