¿Todavía a vueltas con el amor? Manuel Cruz
Cuando el porno educa a los menores
La escena de la película se presenta como un relato de terror sexual. La protagonista camina por un pasadizo subterráneo, es de noche y vuelve sola a casa después de una noche de fiesta con su novio y unos amigos. Un hombre comienza a seguirla y se abalanza sobre ella. Durante los siguientes nueve minutos asistimos a una violación en tiempo real en la que el agresor no deja de insultar y golpear a la víctima, interpretada por Monica Bellucci. Antes de irse, le machaca la cabeza contra el suelo y la deja en coma.
Cuando Irreversible —así se llama la cinta que, por cierto, no recomiendo— se proyectó en el Festival de Cannes, hubo quien, incapaz de soportar el nivel de crueldad que mostraba, abandonó la sala de cine. Aun así, muchos espectadores reconocen haberse masturbado con esa secuencia que pasó a formar parte de la mayoría de páginas porno en internet.
Es solo un ejemplo de cómo desde el cine, la literatura o la publicidad se nos ha vendido que la sexualidad es violenta por naturaleza. Piensen en alguno de los cuadros que cuelgan en las paredes de los museos más importantes del mundo y encontrarán escenas de violencia contra las mujeres suavizadas o camufladas bajo eufemismos como rapto o secuestro. Desde que el mundo es mundo, el arte ha erotizado las agresiones sexuales. Si la escena con la que comenzaba esta columna forma parte del cine considerado como convencional, pueden hacerse una idea de la tolerancia a la violencia sexual que hay en el porno.
Imágenes misóginas que se han convertido en una escuela de la desigualdad porque muestran a las mujeres como mercancías. Y así, cosificadas ante el espectador, reciben la violencia de forma neutra o incluso expresando placer mientras ellos son representados como dominantes y poderosos. Nacho Vidal es uno de los actores porno más conocidos del mundo. Busquen alguna de sus producciones y juzguen si en ellas hay violencia o no.
Lo peor es que la línea que separa la ficción de la realidad es cada vez más delgada y estas webs se han convertido en contenedores de vídeos profesionales, amateurs o incluso robados. De hecho, cuando se supo que la violación de sanfermines había sido grabada, muchos internautas corrieron a buscarla en estas páginas porno. Por suerte, las imágenes nunca llegaron a internet, aunque otras víctimas han tenido menos suerte. Pornohub ha sido denunciada por tener vídeos de menores desaparecidas con miles de visualizaciones.
Las cifras son un buen espejo de lo que ocurre. Uno de cada cuatro jóvenes ha visto porno antes de los 12 años y casi la mitad de los menores de 15 lo consumen de forma habitual. Es decir, crecen viendo un sexo desprovisto de afectividad, centrado en el coito y en el que se deshumaniza a las mujeres. Si a todo esto le unimos la falta de educación sexual el cóctel es explosivo. Porque, a pesar de que en al menos cuatro leyes españolas —’sólo sí es sí’, Educación, Salud Reproductiva e Infancia y Juventud— se hace mención a su importancia, la mayoría de menores atraviesan la adolescencia sin que nadie les guíe en ese camino. Tenemos que poder hablar de sexo, deseo y consentimiento con las personas más jóvenes. De lo que nos gusta dentro y fuera de la cama. Y también de lo que no.
El intento de legislar la pornografía o la prostitución se toma como un ataque al derecho masculino al sexo. Lo cierto es que la mayor parte del contenido porno no muestra relaciones sexuales deseadas sino a hombres que someten o violan en grupo a mujeres
De poco sirve tener leyes igualitarias si al final es esa pornografía patriarcal la que enseña a niños y adolescentes que las mujeres son objetos para su placer sexual. Los menores no pueden acceder legalmente a estos contenidos; qué menos que exigir a las empresas que se lucran con este negocio que cumplan su responsabilidad ética y regulen el control de acceso a sus contenidos. No será la solución definitiva pero al menos dificultará que lleguen a ellos en una edad tan temprana.
Seamos realistas, cualquier intento de legislar la pornografía o la prostitución se toma siempre como un ataque al derecho masculino al sexo. Pero lo cierto es que la mayor parte del contenido pornográfico que circula —ya sea en webs o a través de las redes sociales— no refleja relaciones sexuales consentidas y deseadas sino a hombres que someten o agreden salvajemente a mujeres.
Tras la violación en Irreversible, la protagonista -atención, aquí va un spoiler- muere en el hospital. Para escribir este texto busqué en internet algunos datos sobre la cinta. A día de hoy, sigue apareciendo en algunas páginas que clasifican la agresión como una de las escenas eróticas más fuertes del cine. Tuve que releerlo: erótica. Una escena -y esto es literal- que forma parte del imaginario colectivo de espectadores adictos al sexo en la gran pantalla. Lo dicho, queda mucho por hacer.
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