“Cueste lo que cueste” Cristina Monge
MAR y la vuelta del 'matonismo'
Señalamientos a periodistas. Informaciones falsas. Bulos. Insidias. Persecuciones. Extorsiones a medios. Lo que está ocurriendo en las últimas semanas es grave y de consecuencias irreversibles. La reacción de Isabel Díaz Ayuso a través de su jefe de Gabinete, Miguel Ángel Rodríguez (MAR), es el cénit de una escalada corrosiva de la política madrileña y que el PP avala pensando que da réditos. Nadie va a parar. Nadie quiere parar. Y en un contexto cada día más irrespirable, la primera carga desde la cuenta oficial de un partido fue contra la periodista Silvia Intxaurrondo y, en menos de dos semanas, la lista es demasiado larga. Señalar con un falso todos hacen lo mismo, todos son iguales solo lleva a terminar justificándolo todo.
Hace tiempo que MAR está inhabilitado para la vida pública. Es un peligro para la libertad de prensa y para el propio PP. Los whatsapp a la periodista Esther Palomera –“Os vamos a triturar. Vais a tener que cerrar. Idiotas”– no son una excepción. Lo hizo en el pasado y continúa amparado en un sueldo y un cargo público. Es alarmante que en el PP de hoy quepa Miguel Ángel Rodríguez. Que Génova no vea la deriva antidemocrática de asumir a MAR como parte del juego. O elija sacar votos del ruido y el caos. En cualquier otra formación, solo haría falta una de sus tres últimas agresiones para cesarle.
Primero vendió una información averiada sobre el falso pacto de la Fiscalía por el fraude fiscal de Alberto González. Después amenazó con “triturar” a elDiario.es y a continuación esparció el bulo de los “periodistas encapuchados” en la vivienda de Ayuso, acompañado de fotografías –es decir, señalamientos– de dos compañeros de El País. Sumemos a esto un problema no menor. En este contexto hay medios que no hacen las debidas diligencias para evitar tragarse bulos. O deciden difundir noticias falsas como instrumento de un partido.
El silencio del PP nacional avala unas extorsiones explícitas, le hace cómplice. Y pierde la autoridad para condenar a otros. Federico Jiménez Losantos ha sugerido a Ayuso llamar “a dos amigos” para echar a los periodistas que se acerquen a su casa. "El primero que aparezca por ahí metiéndose tiene un accidente, se rompe tres huesos. Esto lo entienden a la perfección”. Con estas formas, Feijoo debería no volver a esos micrófonos, evitar colaborar con un ecosistema golpista que fomenta cualquier medio para acallar al otro.
¿Y Óscar Puente? También es censurable. Pero las formas del ministro no pueden neutralizar el resto. Los tuits de la cuenta de X contra medios y periodistas no caben en la conversación pública. Se puede y se debe desmontar informaciones tendenciosas, pero nunca señalar e insultar. Y cualquiera de sus formas debe encontrar a la profesión unida.
Hace tiempo que MAR está inhabilitado para la vida pública. Es un peligro para la libertad de prensa y para el propio PP
El PP ha tenido un discurso fuera del tablero de lo admisible desde 2019 y el PSOE ha entendido que el mejor incentivo es responder. En la primera legislatura Sánchez mantuvo un perfil presidencial frente a los insultos de felón, psicópata o dictador por parte de Pablo Casado y Ayuso. Un estilo apuntalado por Feijóo. También le llamó dictador (comparado con aquel de El otoño del patriarca) y describió su risa como un “tic patológico”.
Desde la explosión del caso Koldo, las sesiones de control son una carnicería. Nadie escucha a nadie. Todo parece quebrarse en cualquier momento. El PP ha visto en la corrupción del asesor de Ábalos la espita para tumbar al Gobierno. El ansia de poder a cuatro meses de la investidura le ha llevado a elevar tanto el tono y las formas que el PP nacional se ha fusionado con Madrid, puro ruido fuera de la M30 e inútil para la gobernabilidad del país. El PSOE ha decidido responder. La debilidad parlamentaria del Ejecutivo sumado a la inestabilidad del ciclo electoral le ha llevado a subir también el tono. El PSOE asume que su dique de contención es Óscar Puente. Que algo necesita ante una batería organizada de ataques infundados, con Feijóo pasando de Koldo a la mujer de Pedro Sánchez sin pruebas, ni sustento.
Volviendo a la escalada verbal, parece una exageración pensar que todo esto pueda derivar en violencia. Pero, si algunos políticos la incentivan, lo raro es que no ocurra. Si la dirección del partido lo permite, ¿por qué van a cortarse? De Rafael Hernando (PP) abalanzándose contra Rubalcaba en el Congreso hemos pasado al senador popular del “si me dicen sinvergüenza porque no bajan aquí y me lo dicen a la cara”.
No se puede banalizar el mal. Ni la violencia. Ni los intentos por amedrentar a la prensa. Vivimos con la falsa ilusión de que podemos permitírnoslo. Observando a forofos capaces de justificar casi cualquier cosa por su trinchera. Jiménez Losantos llamando a pegar palizas a periodistas y escuchar en el Senado “eso no me lo dices a la cara” es una línea roja, después de haber pasado otra, después de haber pasado otra más.
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