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Lo que La Roja nos da, que no nos lo quite la derecha

Desde la Eurocopa que ganó España en 2012  no se había producido un acontecimiento deportivo que uniera a la sociedad española como éste. España acaba de convertirse en campeona de Europa, pero sus victorias se han dado también en otros terrenos de juego. Gracias, Lamine Yamal, Nico Williams y tantos otros.

La casualidad ha querido que la selección más plural y diversa de nuestra historia reuniera, según esta encuesta, al 90% de los españoles y españolas la misma semana que el PP a duras penas ha aceptado acoger en otras comunidades autónomas al 5% de los niños que están en Canarias tras haber llegado solos a España, lo que ha provocado la ruptura de Vox con los gobiernos autonómicos. Que la 15ª potencia económica mundial, con 48 millones de habitantes, dispuesta a recibir a lo largo del año cerca de 100 millones de turistas, haga de la acogida de 6000 chavales un problema político de primer orden, tiene mucho de ridículo, o como dice Sol Gallego en esta columna, de circo y vergüenza.

La Roja levanta pasiones, como refleja el citado estudio de 40dB que destaca que el 80,5% de los españoles consideran que la multiculturalidad ha hecho mejor a la selección y ven a Lamine Yamal y a Nico Williams como los líderes del equipo. Al 90% de los encuestados la Roja les genera sentimientos positivos: El 58,7% dice haber sentido alegría, el 53,9% orgullo y el 43%, ilusión. Todo un hito en un momento en el que los sentimientos que imperan tienen que ver con la frustración, la desesperanza o la impotencia, el Gris del que habla Sloterdijk en su último libro.

La pasión y el sentimiento colectivo que la Roja ha levantado, con dos chavales españoles de padres y madres migrantes como líderes, es una oportunidad que no se debería desaprovechar para hacer una reflexión a fondo y plantear políticas que partan del análisis y comprensión certera de la realidad, en toda su complejidad

En este contexto es más llamativa, si cabe, la actitud de la derecha española. La decisión de Vox de romper con los gobiernos autonómicos -sólo ahí, pues permanecen presidiendo los parlamentos autonómicos de Aragón, Baleares, Comunidad Valenciana y Castilla y León, y se mantienen en más de 140 entes locales- obedece a razones estratégicas relacionadas con su reciente incorporación al grupo de los Patriotas Europeos que lidera Orban como señala aquí Ruth Ferrero, así como a sus malos resultados electorales y la aparición de un competidor por su derecha.

Para ello, usan a los niños que llegan a España solos como arma arrojadiza, pero los chavales son sólo la excusa de un giro estratégico de la ultraderecha en toda Europa y quizá en el conjunto de Occidente. Lo que cuentan en los medios quienes asistieron a la reunión de la ejecutiva de Vox en la que se decidió romper los gobiernos hablan de que “las órdenes vienen de muy arriba”. ¿De dónde? ¿Orban, Steve Bannon...?

Acostumbramos a valorar esto desde el punto de vista moral y es imposible no hacerlo. Pero conviene dar un paso más. Además de inmoral, las políticas racistas y xenófobas de Vox beben del irrealismo. España no es un país racista, los migrantes -niños o adultos- van a seguir llegando, y la mejor manera de provocar un conflicto social es negando la evidencia, como se hace desde sus filas. Este discurso se extiende también a una parte del Partido Popular, que ha llegado a plantear que salga La Armada a parar los cayucos que vienen hacia España. Está por ver qué supone esta ruptura de Vox, pero el Partido Popular no emite de momento señales de abandonar su aproximación a ciertos discursos de la ultraderecha y recuperar el centro liberal, ese que le permite ganar elecciones.

Frente a esto, conviene empezar por conceptualizar bien porque las palabras importan y mucho. Si seguimos refiriéndonos a la inmigración como un problema, la ultraderecha habrá ganado imponiendo el marco. La migración no es un problema, sino un fenómeno social tan antiguo como el propio ser humano. Si no se gestiona correctamente, en efecto, puede provocar problemas. Tan irresponsable es negar esta realidad al estilo de la ultraderecha, como que la izquierda no quiera ver que en algunos territorios y sectores sociales una mala gestión de la migración está provocando conflictos que hay que atajar. 

La pasión y el sentimiento colectivo que la Roja ha levantado, con dos chavales españoles de padres y madres migrantes como líderes, es una oportunidad que no se debería desaprovechar para hacer una reflexión a fondo y plantear políticas que partan del análisis y comprensión certera de la realidad, en toda su complejidad.

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