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Adaptarse al nuevo mundo

César Moya Villasante

Hace pocas fechas, Iñaki Gabilondo, en una de esas conferencias que le solicitan por su buen decir, manifestaba que la juventud de hoy no se adaptará a nuestras costumbres o ideas, debemos ser nosotros los que aceptemos este nuevo mundo y nunca mejor citado lo de nuevo, en el que todo se ha transformado. Es una verdad obvia, pero explicada tan bien como lo hace Iñaki.

El principal problema que yo veo en esa adaptación al nuevo mundo es la educación, los factores humanistas o morales, no tanto como las acciones económicas o profesionales, aunque todo se deriva de lo anterior. Porque la educación es la base del futuro de unos jóvenes que deberán aprender en su infancia y edad adulta los principios básicos de vivir con cierta dignidad personal. Y es básico que adquieran ahí que, en el respeto, nacido de la educación, está la base de un futuro sensato.   Sin respeto a los demás, sin una educación básica que nos enseñe valores eternos, nos encontramos ahora ya con un modo de vida en que nadie respeta leyes, normas de funcionamiento y, sobre todo, a aquel que es distinto en formación, educación, idioma, etc. Ya sea blanco, amarillo o como quiera. Y el mayor problema es ver que la política que avanza y, lo más grave, que además se vota, es la que nos está llevando a ese nuevo modo de vida en donde el dinero ha comprado todo aquello. Incluso los grandes poderes económicos, creando adrede una juventud dormida en la tecnología, para que no cree problemas en su futuro y ellos sigan almacenando masas enormes de dinero que ni ellos mismos deben saber para qué, porque ni sus descendientes de muchas generaciones se lo podrían gastar. Se dice en foros económicos que los fondos Black Rock y Vanguard dominan ya casi el 100% de las empresas españolas y, por tanto, en el mundo occidental. Y algún día uno se comerá al otro.  Algo tan esperpéntico, pero que hace posible el colmo del capitalismo, que es que un lobby o fondo se haga con el poder de la liquidez mundial. Y esto se veía venir hace mucho.

En nuestros tiempos pasados existían empresas, pero hoy existen más negocios que empresas porque no son lo mismo. Una empresa es aquella que cumple con sus obligaciones sociales, con una reinversión, con respeto al cliente, con formación a sus empleados o salarios dignas para la vida. Negocio es esa “empresa” que solo tiene un objetivo, el beneficio y cuanto más mejor, a costa de lo que sea. O sea, sin respeto a nada. Vemos a diario aquellos negocios en los que el dueño recoge el beneficio mensual y pone un CEO, ahora se llama así al gerente de antes, para que las quejas que reciba las soporte estoicamente sin dar la lata. Y en general, los salarios bajan igual que la calidad de su producto. Y ahí, no incluyo a aquellos empresarios de verdad que tenemos en España y que son los que mueven la pequeña economía propia que nos permiten aún. Ojalá el tiempo actual no acabe con ellos y todos metidos en ese fondo buitre que todo lo absorbe y que no conoce esas facetas de la vida tan necesarias, la educación y el respeto, pero es que ese peligro existe mientras el egoísmo humano no tenga límite.

Ante todo esto, los políticos solo se usan para hacer el trabajo sucio de hacer creer al ciudadano que su voto aún sirve, pero cada vez menos porque el dinero lo ha tapado todo. La Iglesia tampoco tiene ya nada que hacer, pues ni se nombra, después de 2000 años de catolicismo muy castigado también por sus protagonistas. Todos somos malos actores de un teatro donde se representa quizá un drama terrible. La gente se mete en TikTok o en Instagram para ver pasar el tiempo. Y ya nadie se sorprende o se preocupa, también ayudado todo ello por medios de comunicación que lo posibilitan, de hechos escandalosos como la apropiación de edificios enteros por fondos que expulsan a sus habitantes sin problema y apoyados por esos patriotas cercanos al poder económico que, para ellos es un signo de libertad. O de esos niños masacrados en Gaza o en Ucrania porque quizá alberguen luchas económicas por el poder, que es también libertad, según ellos. O ese querer expulsar de nuestros países a aquellos que llegaron porque no tenían libertad, pero aquí, por lo que se ve, tampoco porque son pobre gente. O mil casos distintos que demuestran que el problema mayor de la humanidad es la falta de educación y de respeto. Y esas dos palabras son el origen del desastre que vivimos y que, por desgracia, parece que nadie quiere parar. Incluso, esos que lo aplauden con las orejas, pero que muchos lo sufrirán en sus carnes también. 

El problema mayor de la humanidad es la falta de educación y de respeto. Y esas dos palabras son el origen del desastre que vivimos y que, por desgracia, parece que nadie quiere parar

Y todo ese desastre se convierte en la eclosión de un nuevo fascismo que se aprovecha del entorno tóxico en el que vivimos. Hace poco, Íñigo Errejón expuso en el Congreso si la izquierda pudiera algún día gobernar de igual a igual y yo creo que no, mientras el poder de llenar las neveras, como expuso también Gabriel Rufián, lo tenga la derecha en exclusiva y a quien ellos quieren, que son los que ya las tienen llenas. La izquierda podrá estar en el gobierno, pero con un contrapoder que en España rebasa cualquier límite sensato. El presidente Sánchez está haciendo cosas necesarias, pero conseguidas con mucho esfuerzo por ese poder mediático y judicial pleno en la derecha ya sin complejos que actúa en espectáculos circenses, ya como vemos en el caso Begoña. Están en el monte de ese poder absoluto al que le da igual provocar la risa por sus esperpentos, porque ellos tienen el verdadero poder. Algo que ya Felipe lo sabía desde el 78 y todo viene de entonces, en donde nadie se atrevió con ese poder atado y bien atado. Y hoy tenemos jueces que sin ningún rubor ni vergüenza hacen de activistas políticos para acabar con un tal Sánchez que les da mucha guerra porque lo poco que consigue les molesta. Que es eso de subir el SMI y cosas así a quien no se lo merece. La derecha sabe que hay que defender esos fondos hasta el final, porque quizá ellos algún día recojan alguna migaja de lo que quede, que será muy poco.

Y por todo lo narrado, ya sin complejos, se abandona la educación y el respeto actuando hasta de forma chabacana, y sin importar el ridículo, como el caso de Ayuso, una Doña Rogelia de Aznar que debería avergonzar hasta a sus propios votantes, pero es que ya las posturas de chulo de barrio son las que se votan con fuerza porque todos estamos en una barraca sin luces. Y a todo esto, nos llegará el jefe de la barraca a rematar el asunto, un tal Trump que sabe que el dólar es el único Dios a quien orar. Es el ejemplo real de lo que es dirigir el mundo sin alma, sin escrúpulos y sin respetar nada. Y me repito demasiado con esta palabra que antes disfrutábamos muchos, pero hoy presumir de educación, la otra palabreja, es de tontos. ¿No le da miedo a alguien dónde acabará todo?

Pero los que han llevado al mundo a este estado no saben que cuando van pasando los años y tienes cierta educación piensas mucho más en esos pájaros que escuchabas de pequeño en aquel pueblo donde naciste, en la pareja a la que debiste declarar más tiempo de tu vida porque el amor hay que cuidarlo, en ese tiempo que te ha llevado a olvidarte de demasiadas cosas que valen más que toda tu riqueza. Y que es el respeto a una vida que no diste valor suficiente.

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César Moya Villasante es socio de infoLibre.

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