Ignacio Ellacuría, teólogo y filósofo de la liberación Juan José Tamayo
Misión y rumbo de la legislatura
Solo en estos días de septiembre hemos vivido la elección a gobernador del Banco de España de José Luis Escrivá y el debate de cómo un perfil brillante puede ser legal pero sin encaje, ni independencia, ni decoro. También un hito histórico, la presidencia inédita de una mujer jueza al frente del CGPJ y el Supremo, Isabel Perelló. Los conservadores boicotearon a otras magistradas y consiguió imponerse en el acuerdo gracias al apoyo estratégico de sus compañeras. Por fin algo de paridad en una cúpula de la Justicia amañada hasta ahora para el acceso de las mujeres. Luego han estado las explicaciones en el Senado de María Jesús Montero sobre la financiación singular catalana. No han aclarado mucho pero han calmado el fuego. Pedro Sánchez ha querido mover ese marco en el discurso del nuevo curso político y ofrecer un fondo de compensación territorial, algo así como ‘dinero para todos’, en un salto de la bilateralidad a la multilateralidad. O como ironizaba uno de los presentes para bajar la temperatura de la polémica, 17 bilateralidades. A esto se ha sumado el cambio de Gobierno, con la salida de Óscar López y la remodelación del Gabinete de Presidencia. En pocos días múltiples asuntos, cada vez más acelerados, que nos llevan de forma vertiginosa a cambiar de pantalla cada vez más rápido.
Está claro que el pacto ERC-PSC no será un consorcio ni dejará a Cataluña fuera del régimen común. Pero el PSOE es el único que pierde en la indefinición y vacío de explicaciones y Sánchez ha dejado caer algún mensaje de por dónde puede aterrizar. Primero, la condonación de deudas autonómicas, generadas en parte por la propia infrafinanciación de algunas comunidades; compensaciones desde el Estado central y una reforma fiscal. No hay nada concreto, pero un fondo de 20.000 millones para compensar los beneficios catalanes no será suficiente ni para ERC ni para solucionar el encaje financiero territorial. No suena del todo convincente, pero tampoco hay opciones del otro lado.
El Gobierno no puede mantenerse fuerte –ni en pie– sobre la debilidad de la oposición. Erigirse por la incapacidad del PP para unificar mensajes, visión de país o plantear una alternativa a los asuntos de peso
El Gobierno no puede mantenerse fuerte –ni en pie– sobre la debilidad de la oposición. Erigirse por la incapacidad del PP para unificar mensajes, visión de país o plantear una alternativa a los asuntos de peso. La financiación autonómica es el mejor ejemplo. Alberto Núñez Feijóo no presenta una propuesta con el aval de sus once comunidades autónomas porque no lo tiene. El pacto PSC-ERC solivianta al PSOE a la interna en distintos territorios. Al PP le ocurre lo mismo. Feijóo no puede unir los intereses de Madrid y Andalucía, de Valencia y Extremadura, ni plantear un modelo común que rebaje las tensiones territoriales. Igual que no le dio una salida política al procés, en lo nacional, no tiene una mayoría parlamentaria que ofrecer. Es la “torpeza”, en palabras de Aitor Esteban, de un partido que solo ve enemigos. O pide adelantar elecciones sin saber para qué, ni cómo.
Ambos, Gobierno y oposición, son dos barcos bajo distintas tormentas. Con uno de ellos intentando hundir al otro. La aceleración natural de Pedro Sánchez, esa capacidad innata para sobrevivir a las hostilidades, lleva a una aceleración poco asumible. Diego Rubio, el recién nombrado jefe de Gabinete de Presidencia, contaba en unas jornadas sobre los retos del futuro cómo en la Europa de hoy tenemos un problema de redistribución de la riqueza y no de abastecimiento. Una metáfora exportable a la financiación autonómica. Hablaba también de la incapacidad del presente para anticipar los escenarios y cómo “tenemos que ser capaces de navegar la incertidumbre”. Siendo cierto, la razón de ser de un gobierno es poner rumbo y dirección. La táctica cada vez más exagerada de movernos rápidamente de un asunto a otro puede tener el efecto contrario al despiste y al olvido. Produce mareo y ganas de bajar a tierra. Para que el curso arranque este otoño, el Ejecutivo necesita dar respuesta a las cuestiones de fondo. Cómo va a remontar la mayoría social parlamentaria. Qué rumbo le va a dar a la legislatura. Y cuál es la razón de su continuidad.
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