El movimiento de Zuckerberg enciende las alertas, al menos las mías
Pues resulta que la amenaza no va a venir de Rusia o de China. La amenaza nos va a llegar desde Estados Unidos y no únicamente desde el Despacho Oval. El golpe de Estado encubierto que están maniobrando los dueños de las grandes empresas tecnológicas de Estados Unidos da miedito. El último movimiento que ha encendido todas mis alertas es el de Zuckerberg. El dueño de Meta, es decir, el dueño de Facebook e Instagram, ha decidido plegarse a lo que quiere Trump. Sin despeinarse ha dado un volantazo y ha anunciado que se acabó el trabajo de los verificadores, se acabó decirles a tus usuarios lo que es falso y lo que no. A partir de ahora cualquiera podrá colgar el contenido que le dé la gana, nadie lo vigilará, nadie lo matizará. Únicamente habrá una comunidad, comentarios de otros usuarios, que, en caso de que quieran o no, podrán añadir detalles o rectificaciones de lo que ahí se ha dicho. El modelo es la réplica de lo que está haciendo Elon Musk con la antigua Twitter. Así que todos sabemos muy bien qué va a pasar, cómo acabarán inundándose esas redes de los mensajes ultras y los bulos sin que nadie lo evite o, aún peor, con el impulso de hombres tan poderosos como Elon Musk. Es esquizofrénico seguirle en Twitter (lo siento, para mí seguirá siempre siendo Twitter).
El dueño de Disney también se ha plegado a lo que ha pedido el ala más conservadora de los Republicanos, encarnada en Trump: revisar los contenidos más “woke” que habían empezado a colarse tímidamente en sus películas. ¿Se acuerdan de las censuras en muchos países a una escena de Lightyear (la secuela de Toy Story) porque había un beso lésbico? Pues eso. No confundamos a los niños, por favor, no vaya a ser, que en la vida real no pasan esas cosas. ¿Pero en qué realidad se mueve toda esta gente?
Si todo esto está pasando antes de que llegue Trump a la Casa Blanca, no podemos ni imaginar cómo van a ser los próximos meses. Las decisiones de todos estos señoros (porque son señoros), propietarios de redes que son nuestro ecosistema y, especialmente, el ecosistema de la gente joven, son un peligro, y sí, son un golpe de Estado encubierto de las grandes empresas. Están controlando el discurso, están controlando el relato.
Los poderosos han decidido hacerle la genuflexión a Trump. Y lo hacen por su propio interés: sus negocios dependen del escenario regulatorio que quiera imponer cuando llegue a la presidencia de Estados Unidos
Europa ya ha empezado a preocuparse, que no es lo mismo que movilizarse. Starmer en Reino Unido, Scholz en Alemania, Macron en Francia y el miércoles Sánchez aquí han empezado a dar la voz de alarma. Los todopoderosos millonarios están alentando e incluso apoyando los discursos ultras. Aceptar esto, mirar hacia otro lado, es no ser conscientes del peligro al que nos estamos enfrentando. Pasó hace muchos años. Y puede volver a ocurrir. Claro que sí. Llamar “experimento del feminismo” a la lucha por la igualdad de género, como ha hecho el próximo canciller de Austria, es avisarte, con tiempo, de que se va a cargar todos los derechos de la mujer que pueda. Negar el Covid, negar el beneficio de las vacunas, negar el cambio climático, hablar de un bloqueo férreo a la inmigración y de expulsiones, es apostar por un camino que ya sabemos adónde nos llevó.
Los poderosos han decidido hacerle la genuflexión a Trump. Y lo hacen por su propio interés: sus negocios dependen del escenario regulatorio que quiera imponer cuando llegue a la presidencia de Estados Unidos. Y, lo sabemos muy bien, un hombre como él es mejor tenerlo de tu parte que tenerlo como enemigo.
Lo que pase con las democracias, con los derechos de los más débiles y más vulnerables casi nunca es una prioridad para este tipo de poderosos. Así que habrá que poner mucha luz en estos tiempos de oscuridad que se nos vienen encima.
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