Festival de Cannes
Se despide Soderbergh en Cannes con la brillante y espléndida 'Behind the candelabra'
Viendo Behind the candelabra (Detrás del candelabro) adquieren sentido las declaraciones previas de Steven Soderbegh sobre su decisión de dejar el cine. El director de Traffic explicaba que había pasado años intentando que le financiaran la película, sin conseguirlo, porque trataba sobre la homosexualidad del popular pianista y showman estadounidense Liberaceshowman . Finalmente pudo hacerla gracias al canal HBO, que será el que la emita en Estados Unidos el próximo día 26, mientras en el resto del mundo, o al menos en parte, se verá en salas, tras este estreno mundial en la competencia de Cannes, que la ha acogido con grandes aplausos. Más irregular es la italofrancesa La grande bellezza, de Paolo Sorrentino, que completó la jornada de este martes.
Se puede entender la desazón de Soderbergh, con un trabajo tan sólido en las manos, basado en un espléndido guión de Richard LaGravenese y con dos grandes interpretaciones de Michael Douglas (favorito ya para el premio al mejor actor) y Matt Damon, elementos que en otras condiciones hubieran sido más que suficientes para sellar el apoyo de cualquier estudio. Pero... éstos consideran que las películas de temática gay no funcionan entre el gran público, y se impuso esa censura económico-sexual que le obligó a refugiarse en la más liberal cadena HBO. Y hoy, en Cannes, se ha celebrado su desquite: Behind the candelabra es una de las mejores películas del irregular Soderbergh y de este no menos irregular festival. Los estúpidos prejuicios han sido vencidos.
El film narra los diez últimos años de Liberace, el amanerado pianista que se hizo tremendamente popular a través de sus shows televisivos, enfundado en trajes imposibles de llevar en la calle y más propios del concurso de Drag Queens de un carnaval canario. El músico gozó de gran fama en los años 50, 60 y 70, antes de fallecer a causa de complicaciones relacionadas con el sida, en los años 80. Siempre negó su condición de homosexual y se querelló con los medios que insinuaron sus preferencias por los hombres, ganando todos los pleitos. Sin embargo, tras su muerte, el que había sido su secretario y amante, Scott Thorson, mucho más joven que él (tenía 16 años cuando se conocieron) confirmó el secreto a voces: Liberace y él fueron pareja. Es esa última década y este amor el que retrata la película, que se toma la licencia de conceder el papel del joven amante a un Matt Damon bastante más talludito que el real Thorson.
"Los estudios no estaban interesadas en ella. Fuimos a ver a todo el mundo, pero todos nos dijeron que era demasiado gay", declaraba el pasado enero Soderbergh sobre los motivos por los cuales Candelabra es en EE UU una TV-movie y no una película. Por ese motivo, el realizador decidió parar su estresadísima trayectoria de más de 25 películas en 22 años y dejar una industria que no cree en la creatividad y el talento, y sólo en lo que ellos consideran que será " comercial".
Este martes, en una emotiva rueda de prensa en la que Michael Douglas, reteniendo sus lágrimas, mostró su agradecimiento al director por haber esperado a que terminara su tratamiento contra el cáncer de garganta que le detectaron, éste dejaba la puerta abierta a su regreso: "Me gustaría hacer una pausa. No puedo decir que esta es mi última película o no. Behind the candelabra está directamente relacionada con mi primera película (Sexo, mentiras y cintas de vídeo): las dos presentan presentan personas que vivían en su mundo. Creo que mi estilo ha evolucionado: la puesta en escena es más clara y más directa que antes".
El caso es que Soderbergh, Douglas, Damon y LaGravenese nos han regalado una gran película, entretenida, emotiva y divertida, que merece ser vista en cines más que la mayoría de las que producen esos que no quisieron poner el dinero en su momento; una bonita lección...
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Como en La dolce vita, Paolo Sorrentino y su coguionista Umberto Contarello eligen a un periodista, éste más veterano (gran Toni Servillo) como cronista de la ciudad de Roma, y de su aburrida y superficial burguesía, que trata inutilmente de divertirse. Es inevitable recordar en su La grande bellezza a Fellini, aunque no haya voluntad de copia, ni siquiera de "homenaje".
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