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Diez años del 'tamayazo'

Felipe Serrano: “Zapatero se desentendió de la investigación cuando llegó al Gobierno”

"Nunca es tarde para escarbar en una buena historia". Y el tamayazo, sin lugar a dudas, lo es. Una traición que hizo añicos la posibilidad de un Gobierno de izquierdas en Madrid y facilitó la llegada al poder de Esperanza Aguirre. Un caso donde muchos cabos seguían estando sueltos, una "conjura" sin la cual "nada en Madrid sería igual". En esa "buena historia" escarbó Felipe Serrano en los dos últimos años. Periodista veterano, avezado conocedor de la política madrileña, informador de la cadena Ser desde 1994, quiso "levantar acta" de lo ocurrido hace diez años. Y lo plasmó en El tamayazo. Crónica de una traición (Catarata, Madrid, 2013), un "reportaje desprovisto de cualquier elemento de ficción, frío y desapasionado, riguroso con los hechos", que presentó ayer lunes en la capital. "Mi objetivo no era tanto descubrir al asesino. Si eso hubiera ocurrido habría sido magnífico, pero me interesaba afrontar una crónica alejada de las urgencias informativas, ver el estado de la cuestión y situarlo en un contexto más amplio", asegura. 

¿Alguien le dio portazo?

Yo he intentado hablar con todo el mundo. Llamé a todas las puertas. Unas se abrieron con más facilidad, como ocurrió con Aguirre. Y otras no tanto. 

¿Cuáles?

Vi que no había demasiado interés en determinadas personas, pero no hace al caso. La postura de todos los protagonistas queda bien reflejada. No pude hacerlo con Dionisio Ramos [uno de los personajes que Tamayo situó en el centro de la trama en los documentos desvelados por infoLibre] ni con Ricardo Romero de Tejada [secretario general del PP madrileño en 2003], ni con Tamayo, al que intenté localizar por mail y por teléfono, y no hubo suerte. 

¿Cómo es posible que un escándalo de este calibre no haya sido investigado judicialmente? 

En aquel momento, cuando todo estaba más reciente, la Fiscalía General del Estado, dirigida entonces por Jesús Cardenal, no tuvo demasiado interés en hincarle el diente. Y la querella del PSOE fue desestimada rápidamente por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid por una Sala con fuerte signo conservador, pero ese carpetazo no debería haber sido definitivo, porque se dejaba la puerta abierta. De haberlo permitido Cardenal, habría podido seguir adelante, como pedían Mariano Fernández Bermejo [entonces fiscal jefe de Madrid] y Carlos Jiménez Villarejo [que estaba al frente de la Fiscalía Anticorrupción].

¿El PP, el Gobierno de José María Aznar, obstruyó toda la investigación?

El PP no estaba interesado en investigar, y eso era evidente. 

¿Qué nuevas luces arroja su libro?

Es muy ilustrativo que Tamayo se reuniera con Francisco Granados [el secretario general del PP que Aguirre nombró en sustitución de Romero de Tejada] para pedir el cumplimiento del acuerdo económico. Yo le pregunté por eso a Esperanza, y ella me dijo que sí tuvo noticia, que quería un pastón y que le respondieron que no lo llevaban suelto. También creo de mucho interés el pacto de PP e IU para evitar que Alberto Ruiz-Gallardón compaginase la Presidencia de la Comunidad de Madrid en funciones con la Alcaldía de la capital, pero que no se llevó a efecto porque Simancas se negó. También me resulta muy interesante la maniobra que organiza José Blanco [secretario de Organización del PSOE] para colocar como candidato en las segundas elecciones a Gregorio Peces-Barba, a lo que se resiste Simancas. Y también que Zapatero se desentendió de la investigación cuando llegó al Gobierno. José Bono, ya como ministro de Defensa, llamó a Simancas desde Nueva York para decirle que los tenía "pillados", para luego decirle que no había encontrado una actitud "muy positiva para mover el asunto". 

¿Cómo se explica que Zapatero no quisiera investigar cuando llegó a la Moncloa? ¿Por qué? ¿Cómo pudo argumentar que no era "políticamente interesante" hurgar en el 'tamayazo'?

Lo tendrá que explicar él. Intuyo que cuando dijo que no convenía recordar la responsabilidad política se refería al apoyo decisivo que le prestó José Luis Balbás [jefe de los Renovadores por la Base, la facción a la que pertenecían Tamayo y Sáez] para su victoria en el congreso del PSOE del año 2000. Esa mala conciencia ha pesado mucho tiempo. 

Balbás decía ayer lunes en 'Las mañanas de Cuatro' que "el partido entero" conocía que Tamayo y Sáez harían la espantada aquel 10 de junio de 2003. ¿Es así?

Que Tamayo no estaba a gusto en esa época es evidente. Que fuera a montar un número, más en el debate de investidura que en la constitución de la Mesa de la Asamblea de Madrid, era probable. De ahí a imaginar que iba a hacer lo que hizo... No, no había nadie en el PSOE que pudiera atisbar siquiera que eso iba a acontecer. Una cosa es el malestar por el incumplimiento de un pacto y otra es provocar unas nuevas elecciones. Nadie en ese momento podía adivinar que podría producirse una felonía así. 

¿Y el PP, estaba informado, sabía que aquello podía pasar? 

El PP disponía de una información más ajustada porque tenía militantes que colaboraban con Tamayo, como José Esteban Verdes [el letrado novio de la viceconsejera de Presidencia, Paloma García Romero], por la relación de amistad de Tamayo con el constructor Francisco Bravo... Había pistas. Pero es una hipótesis, no un hecho probado. Ahora bien, cabe imaginar que así era, porque el teléfono de Tamayo echaba humo aquellos días y la lista de llamadas es esclarecedora. Desde febrero de 2003 hasta el día de la deserción, habla con Verdes hasta medio centenar de veces. Verdes habla con Romero de Tejada la víspera del 10 de junio. Las coincidencias tienen un límite temporal. 

Hablaba antes de IU. ¿Cuál fue su papel? ¿Había también intereses en frustrar la investidura de Simancas?

Yo digo que hay una especie de mano invisible, una estructura transversal para desestabilizar a Simancas, para impedir que llegara al poder. La sintonía de Simancas con Fausto Fernández [coordinador de IU Madrid en aquel tiempo] era grande, pero en IU hay muchas sensibilidades, corrientes, familias. Y hay un joven diputado, Jorge García Castaño [hoy concejal en el Ayuntamiento de Madrid], que recibe una llamada de un dirigente en la sombra, José Antonio Moral Santín, que le pide que se abstenga en la votación del día siguiente. Jorge interpreta que era para apretar al PSOE, para conseguir alguna consejería más. Pero lo cierto es que Moral Santín era consejero de Caja Madrid, era el valedor de Miguel Blesa, y conviene recordar que Simancas había dicho que quería trasladar la mayoría de progreso a la dirección de la caja. Si añadimos esto a ese cóctel explosivo podemos hacernos una idea de la cantidad de intereses en juego. El asunto urbanístico tenía mucha importancia, pero no sólo era eso. Simancas también recibió visitas esos días de gente como Rafael Arias-Salgado, para pedirle que no impusiera la moratoria sobre centros comerciales, o de Javier Gómez-Navarro, que temía que acabase con las fundaciones sanitarias...

¿Era visto el Gobierno de Simancas como amenazante por algunos poderes?

Digamos que había grandes expectativas económicas para determinados grupos de poder que con Simancas no se iban a satisfacer en absoluto. Él era una duda y había temor en los sectores urbanísticos, educativos, sanitarios, comerciales... 

¿Qué importancia tienen los papeles de Tamayo publicados por infoLibre?

Son muy alentadores y muy importantes esos papeles porque demuestran algunas de las cosas que relato en el libro. Se complementan bien con la historia. Ahí aparecen algunos de los nombres principales de la madeja: Dionisio Ramos, José Luis Balbás, Ricardo Romero de Tejada... Todo esto permite trazar el mapa de relaciones políticas y empresariales. 

¿Suficiente para que la Justicia actúe, como defendía Simancas en una entrevista con este diario?

No soy un experto. Pero creo que el material es todavía insuficiente, que no hay una prueba definitiva. Una cosa es el deseo político y otra la realidad. No creo que la Fiscalía, con el material que hay y con el PP en el Gobierno, esté demasiado por la labor. Si no se hizo en su momento... Salvo que apareciera un cadáver... 

Tamayo, por su parte, hace negocios en Guinea y Venezuela. ¿Su visita a Sol, a la sede del Gobierno regional en 2010, y su silencio posterior, no prueba que pudo existir un pacto? ¿Lo sigue habiendo, como cree Simancas?

No sé si existe un pacto. Tamayo acude a la Real Casa de Correos mientras hay un Consejo de Gobierno en el que el consejero de Sanidad, Juan José Güemes, dimite. Y cita a la diputada del PP Carmen Rodríguez Flores... Desconozco el valor de la palabra de Tamayo. Algunas reuniones ha tenido con el PP de Madrid, aunque Aguirre niega que hubiera un pacto económico. 

¿El PSOE también cometió errores de gestión? Simancas sólo reconoce como fallo haber incluido en aquella lista de mayo de 2003 a Tamayo y Sáez...

Contra ellos no había razones de peso jurídico en aquellas fechas para excluirlos de la lista. Desde el punto de vista político, tenían apoyo interno claro, empezando por Zapatero y Blanco, lo que les permitió ser incluidos en la lista. Lo llamativo es que en el PSOE fallaron los filtros internos incluso después de que Enrique Benedicto [marido de Ruth Porta, mano derecha de Simancas] advirtiera de las supuestas tropelías al mezclar política y negocio. Tamayo salió airoso de otro filtro, cuando la Comisión del Estatuto del Diputado de la Asamblea no vio motivos para declararle incompatible. Sorprendentemente, superaron los dos todos los obstáculos...

Me refería a la gestión posterior, a si habría sido más conveniente para el PSOE que Simancas no encabezara la lista por segunda vez. 

Haber servido en bandeja su cabeza no habría servido para ganar. Habría servido para constatar la responsabilidad de Simancas, y era evidente que tuvo parte de la culpa pero no la tuvo toda. Hubo actores de peso de la dirección federal... 

Se le achaca cierta imprudencia por desvelar sus planes antes de tiempo, incluso con Caja Madrid. 

No había motivo para que no lo contara. Los candidatos que ganan dicen lo que van a hacer, porque lo dice su programa y porque se someten a las preguntas de los periodistas. Es posible que pecara de ingenuo al decir que iba a descabalgar a Blesa, pero fue honesto al decir lo que dijo. 

¿No es frustrante para la democracia española no saber qué ocurrió realmente? 

Podría figurar en letras de oro de la historia como el caso de la ignominia o de la indecencia. Como el caso se cerró judicialmente y las conclusiones de la comisión de investigación estaban preestablecidas, el interés no ha decaído, la herida no se ha cerrado. Pero ya ha pasado demasiado tiempo. Ahora con la efervescencia del décimo aniversario se está viviendo un momento de cierta efusividad, pero cuando pase pasará a un segundo plano. Aunque no descarto que aparezca alguna cosa más porque alguien quiera tirar de la manta... 

... Como María Teresa Sáez, que ha roto su silencio y dice que Balbás y Tamayo la engañaron, y que no cobró.

Yo también la localicé y percibí ya entonces su resentimiento hacia Balbás y Tamayo, que era la parte débil del engranaje y que podía romper a hablar, que había impuesto una línea de distanciamiento con los que años atrás la habían convencido. En ese sentido, es providencial el trabajo de infoLibre. A pesar de haber protagonizado aquella traición, tiene una buena oportunidad ahora de hacer un servicio a la democracia y de ir a un juez a decir lo que contó a infoLibre.

Lo cierto es que a resultas del 'tamayazo', Aguirre ganó y el PP sigue en el poder. 

Hay quien dice que el objetivo de Tamayo era provocar unas segundas elecciones. Si era así, desde luego lo consiguió. Conviene recordar que el PSOE no logró aparecer como víctima. Durante la comisión de investigación, el PP convirtió el juicio a dos traidores en un juicio sumario al PSOE y el PSOE, por su parte, no logró demostrar la implicación directa del PP. 

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