El futuro de la monarquía
¿Debe abdicar el rey?
Abdicar ya se conjuga, y mucho. La mala salud del rey, su avanzada edad (75 años), el agotamiento del sistema institucional que nació en la Transición, el serial de escándalos que han rodeado a la familia real –algunos muy graves, como el pozo negro de presunta corrupción que encarna el caso Nóos– o la pertinaz opacidad de la Corona durante décadas han servido en bandeja un intermitente debate sobre la renuncia de Juan Carlos I. Una olla a presión que ha acabado persuadiendo a la Zarzuela de que debía negar tajantemente que el monarca esté siquiera planteándose su marcha. La discusión pública, con todo, no ha muerto.
El martes pasado, el jefe del Estado abandonó el hospital privado Quirón Madrid tras su cuarta intervención de cadera, la quinta operación en apenas año y medio. Ahora seguirá su rehabilitación para, a finales de noviembre, entrar de nuevo en quirófano, donde se le retirará la prótesis provisional y se le implantará la definitiva. Seis semanas después, según relató el cirujano venido de la estadounidense clínica Mayo, Miguel Cabanela, podrá caminar con normalidad sin el apoyo de muletas. De modo que la baja durará cerca de cuatro meses, si no hay contratiempos. Juan Carlos faltará por tanto a los dos actos anuales de mayor fuerza simbólica para la institución: el desfile y la posterior recepción del 12 de octubre, fiesta nacional, y la Cumbre Iberoamericana, que en 2013 se celebrará en Panamá, los próximos días 18 y 19.
En estas circunstancias, ante una ausencia prolongada del jefe del Estado, ¿debería abdicar el rey? ¿Se le podría inhabilitar temporalmente y que su hijo Felipe, de 45 años, asumiera la regencia? ¿Debería Juan Carlos seguir el ejemplo de sus coetáneos Beatriz de Holanda y Alberto II de Bélgica, que cedieron este año el trono a sus primogénitos? infoLibre ha dirigido las preguntas a 11 expertos, constitucionalistas y politólogos, y las respuestas no son del todo unánimes. Los más plantean que sí ha llegado el momento de la abdicación, aunque no se produzca justo en este momento, con Juan Carlos convaleciente y enfilando el camino hacia una segunda intervención. Otros consideran que aún es pronto, porque el monarca no ha visto mermadas sus facultades mentales y porque el tiempo político no aconseja introducir un presunto factor "desestabilizador" más. La inmensa mayoría reclama un desarrollo legislativo urgente del Título II de la Constitución, el referido a la Corona, y anticipa que los ciudadanos no tolerarían la imagen de un soberano muy deteriorado. Pero también se cuela la advertencia de que no vale una sucesión automática, que antes debe convocarse un referéndum para que los ciudadanos elijan monarquía o república, reivindicación que casa con las exigencias de partidos como Izquierda Unida o Equo. PSOE y PP ni se plantean siquiera la salida de Juan Carlos.
01. LA AGENDA EN SUSPENSO DEL MONARCA
La Zarzuela niega. Niega la abdicación o la posibilidad de la inhabilitación. Niega que el rey vaya a estar totalmente fuera de combate cuatro meses. Reitera que el jefe del Estado padece problemas mecánicos, por los que ha ido al "taller", como él mismo dijo, pero ya está. Fuentes de la institución aseguraron a este periódico que esta próxima semana retomará sus despachos privados con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Y que su ausencia en "actos oficiales importantes" se ceñirá al 12-O y a la Cumbre de Panamá. En el primer caso, los príncipes de Asturias (y sólo los príncipes) presidirán el desfile militar, mientras que la reina Sofía presidirá la recepción civil en el Palacio Real, aunque la acompañarán Felipe y Letizia y la infanta Elena. Será la primera vez que el rey se pierda un 12-O. Quienes faltarán (por segundo año consecutivo, y por el estallido del caso Nóos), serán Cristina de Borbón e Iñaki Urdangarin.
En la cumbre, España estará representada sólo por Mariano Rajoy, aunque Juan Carlos dirigirá un saludo grabado en vídeo a los mandatarios iberoamericanos. El heredero no es jefe de Estado y por tanto no puede asistir en sustitución de su padre, como explicó Rafael Spottorno, el jefe de la Casa. Felipe sí viajará a Panamá para participar en algún foro empresarial previo a la cita y en la inauguración del VI Congreso Internacional de la Lengua Española, que comienza el día 20. Se prevé que vaya a la conmemoración del 500 aniversario del descubrimiento del Pacífico por Núñez de Balboa y se está estudiando a qué "actos paralelos" de la cumbre asistirá.
La Zarzuela explica que no se han caído tantos actos de la agenda oficial del rey. "Se anticipó lo más urgente", la recepción de las cartas credenciales de 16 embajadores –lo hizo horas antes de ingresar en la Quirón–, mientras que en el resto de actividades "menos importantes" en las que estaba prevista su asistencia le suplirán o la reina o los príncipes, como la inauguración de la exposición Velázquez y la familia de Felipe IV en el Prado. "No ha habido que cancelar audiencias, porque se programan con unos 10 días de antelación. El rey se irá incorporando poco a poco a su actividad, compaginándola con su recuperación. Primero, despachos y audiencias privadas y luego, antes de que se le reopere, audiencias públicas en palacio". Y "no habrá ningún problema" para que pueda grabar ante las cámaras de TVE su mensaje de Nochebuena, sentencian fuentes de la institución.
02. EL MOMENTO DE LA RENUNCIA
Todos los analistas ponen por delante una prevención: la abdicación es un acto "personalísimo" del rey. "Si no quiere, no abdica, es una potestad suya, no hay vuelta de hoja", resume Teresa Freixes, catedrática de Derecho Constitucional de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Cuestión distinta es cómo deba soportarse legalmente esa decisión, y ahí es cuando se abren las dudas sobre el procedimiento.
Antonio Torres del Moral, constitucionalista de la UNED y el decano de los estudiosos de la Corona, confiesa no tener del todo claro si justo ahora mismo se dan "las condiciones" para la salida de Juan Carlos. "No parece que sea cortés con el rey operado. Me temo que estaremos seis meses sin él, así que se podría probar con la inhabilitación, sería un paso intermedio y, si se prolonga, sería más prudente proceder a la abdicación". Torres del Moral sostiene, como otros expertos, que Felipe está "sobradamente preparado" para asumir o la regencia o directamente el trono. José Antonio Montilla, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Granada, coincide en que Juan Carlos "debe plantearse seriamente" pasar el relevo a su primogénito, "no tanto por su enfermedad, sino por su edad, porque responde a una época determinada, porque su hijo puede hacerlo". Este profesor cree, no obstante, que lo mejor es que espere a que se resuelva el caso Nóos, para que Felipe "no asuma la carga de la presunta corrupción de Urdangarin y las sospechas que se ciernen sobre la infanta Cristina". La politóloga Sara Sánchez, del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset, conviene en que este no es "el momento propicio". "Si se va ahora, todo el mundo pensaría que está huyendo y que le deja el marrón de Nóos a su hijo. Además, todavía hay muchos juancarlistas y muchos que piensan que el príncipe no se ha ganado su puesto".
Bajón en las encuestas
Javier Tajadura opina lo contrario, que hay que hacerlo sin mucha demora. "No es funcional que el jefe del Estado esté en estas condiciones en estos momentos –argumenta este constitucionalista de la Universidad del País Vasco (UPV)–. Su legitimidad le viene por esa función moderadora y de árbitro que comparte con otras monarquías y con otros presidentes de repúblicas. Imaginemos que a Giorgio Napolitano [presidente italiano] le ocurriera lo mismo. Cuando hay una crisis política profunda, la figura del jefe del Estado es vital y es el único que puede salvar al país del colpaso. Y aquí tenemos el conflicto grave con Cataluña, el caso Nóos, la posible imputación de la hija... Todo eso ha erosionado la institución, ahí están las encuestas. Todo esto afecta a la operatividad de la monarquía". Los sondeos, en efecto, dan buena cuenta del desgaste de la Corona: en octubre de 2011, antes de la explosión del escándalo Urdangarin, la nota de la institución era del 4,89 (su primer suspenso de la historia); en abril de 2013, se despeñó hasta el 3,68, según el CIS.
La infanta Cristina y su secretario, Carlos García-Revenga, imputado en el 'caso Nóos', el pasado 25 de septiembre, tras visitar al rey Juan Carlos en la Quirón | EFE
"Añadir un factor más de inquietud a una situación política y económica delicada no sería beneficioso ni oportuno, aparte de que no convendría que el príncipe ascendiera al trono con el caso Nóos coleando. Es un lastre que Juan Carlos puede amortizar, pero comenzar el reinado con una eventual condena sería para el nuevo monarca una carga", desaconseja el constitucionalista de la Universidad de Granada José María Porras. Freixes no lo ve tampoco "médicamente inhabilitado", y sus responsabilidades "no son las de un ministro de Exteriores, que ha de estar viajando con frecuencia". La catedrática de la UAB pone el ejemplo de Roosevelt, que hizo su carrera política en silla de ruedas, o el actual ministro germano de Finanzas, Wolfgang Schäuble. Enrique Belda, profesor titular de Constitucional de la Universidad de Castilla-La Mancha, aunque advierte de que la abdicación es una cuestión de "oportunidad política", juzga que la Jefatura del Estado no deja de tener un papel "simbólico", como "un escudo o una bandera", y que el rey puede desarrollar sus funciones "sin necesidad de renunciar, a no ser que se hallara malísimo".
Y en ese punto, en la hipótesis de que el monarca llegara a encontrarse mucho más enfermo, donde los estudiosos sí se ponen más de acuerdo: España llevaría mal la imagen de un rey decrépito. "Lo de que los reyes mueran en la cama, como una vez dijo Sofía, es propio de las monarquías absolutas, no corresponde. Si en la Constitución tomamos como referencia las leyes fundamentales de Suecia y Sueca en lo relativo a la Corona, actuemos como ellas", sostiene Montilla. Freixes, como otros analistas, cree que si Juan Carlos sufriera un gran deterioro, sería la propia cúpula de la Casa la que le aconsejara la abdicación. "Del buen ejercicio de su cargo le viene la legitimidad", advierte. Lo comparte Ángela Figueruelo, catedrática de Derecho Constitucional de la Universidad de Salamanca: "Hay que tener en cuenta la edad, y que la naturaleza mengua las facultades físicas o mentales. Si el rey no puede cumplir con sus funciones, hace un flaco favor a la institución". Torres del Moral apela a borrar esa imagen del rey muerto en la cama. "¡Si renuncia hasta el papa! –exclama–. No es frecuente que coincidan en el tiempo dos abdicaciones [las de los reyes de Holanda y Bélgica] en el tiempo, pero es una decisión frecuente, porque la figura se va desacralizando, y porque es mejor un jefe del Estado joven y vigoroso que uno mayor. No es muy beneficioso para la institución ver a un rey en mal estado. Llegado el caso, la abdicación es conveniente, porque el nuevo rey aterriza suavemente en el cargo".
Habrá que preguntar a los ciudadanos
"El rey no se aferraría tanto al poder. Es un tipo muy listo. No es su modus operandi. Y dañaría mucho la imagen del príncipe –apunta Sara Sánchez–. Un monarca que se resiste a ceder el testigo dice muy poco de su sucesor. Pensemos en Carlos de Inglaterra, por ejemplo. Cederá el trono cuando aún esté bien. No le dejarán hacer otra cosa sus asesores".
Figueruelo señala uno de los puntos cardinales de la discusión: hay un "miedo excesivo" a hablar con naturalidad, de forma "desacralizada", con "naturalidad", de la abdicación, hecho que no ocurre que en otras latitudes. "Si tuviera que renunciar, no hay que rasgarse las vastiduras. En Bélgica o en Holanda no se han producido cataclismos". ¿Por qué ese tabú? "Porque se acentuaría el debate de monarquía o república. Ese debate está en la sociedad". El politólogo Gonzalo Caro llama por eso a no caer en el debate de abdicación, sí o no. "La renuncia del rey no soluciona los problemas de transparencia, de falta de control de los miembros de la familia real, de que tengan que rendir cuentas. Y no suple la carencia de raíz: que no ha sido elegido por las urnas. El debate es preguntar a la gente si quiere seguir con la monarquía". Precisamente porque esa discusión de monarquía-república "es tan necesaria para el país", Gema Sánchez Medero, politóloga de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), considera que Juan Carlos no debería irse ya, porque el cambio de la forma de gobierno "debe merecer una atención única" y ahora, con "tantos frentes abiertos", "se desvirtuaría". Sara Sánchez cree igualmente que la sucesión será "más complicada" de lo previsto, "sobre todo porque habrá voces que insistan en que antes habrá que preguntar a los ciudadanos si quieren o no una república".
Así pues, según augura Caro, la abdicación "puede dar un balón de oxígeno envenenado a la monarquía". "En un principio podría mejorar la valoración de la institución, porque Felipe no está salpicado por el escándalo, pero también haría que la gente se preguntara por qué es jefe del Estado sin haber pasado por las urnas".
03. LA OPCIÓN DE LA REGENCIA
"El rey es humano, como un ciudadano cualquiera". No es una boutade de la profesora Figueruelo, sino un recordatorio de que la abdicación no es la única vía que permite la Constitución. También contempla la inhabilitación, en el artículo 59.2, en el caso de que no pudiera "ejercer su autoridad". Si las Cortes reconociesen su "imposibilidad", ejercería automáticamente la regencia el príncipe heredero. Opción que, por cierto, negó Spottorno sin tibieza. "Da la impresión en este país de que el único que no puede estar de baja es el rey. La inhabilitación es eso, una baja. Pues no pasa nada si Felipe pasa a asumir la regencia. No le quitaría la titularidad de sus competencias. Simplemente las ejerce temporalmente. Es más sencillo y es una solución menos traumática que la abdicación. Quienes deben decir si está o no capacitado para ser jefe del Estado son los médicos que le cuidan. No hace falta más regulación, basta la aplicación literal de la Constitución", explica Figueruelo.
Torres del Moral apuesta igualmente por dar ese "paso intermedio" de la inhabilitación: "No es sólo para cuando cae en coma o pierde facultades mentales. Si está en quirófano, está impedido. Y si está mal mentalmente, no puede abdicar, porque no tiene esa libertad de acción que exige esa figura. ¡Es que hablar de abdicación o inhabilitación no significa hablar de república! No es atacar la monarquía. Ambas son válvulas de seguridad de la monarquía, y por eso están en la Constitución". Porras, en cambio, se muestra más renuente. Pide que se haga "pedagogía", para que se sepa que Juan Carlos puede sancionar leyes vía electrónica, o celebrar audiencias dentro de poco, o estar "plenamente informado y realizar su función moderadora". "Tiene su movilidad física disminuida, pero ya está. Es una situación temporal, y la visibilidad de la Corona se ve suplida por la mayor exposición de la reina o los príncipes. Ahora bien, si entrara en coma o tuviera un accidente o algo más grave, sí que habría que inhabilitarlo". Montilla y Freixes están de acuerdo con la opinión de Porras: la inhabilitación no casa, dice, para dolencias motrices. "El rey no reina con la cadera", glosa la catedrática catalana.
04. LAS DUDAS DEL PROCEDIMIENTO
Imaginemos que el rey decide abdicar. ¿Cómo lo hace?
La única fuente legal es el escueto 57. 5 de la Constitución: "Las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra en el orden de sucesión a la Corona se resolverán por una ley orgánica". Esa redacción tampoco ayuda mucho. La mayor parte de los especialistas entiende que, dado que la española es una monarquía parlamentaria, la abdicación, por mucho que sea un acto "personalísimo" del soberano, haría falta el pronunciamiento de las Cortes. Según esta tesis, el rey comunicaría su decisión al Gobierno y al Congreso y se tramitaría una ley orgánica ad hoc, expresamente hecha para recoger la renuncia de Juan Carlos. Muy sencilla, casi de artículo único, que podría tramitarse de urgencia. "Las Cortes podrían decir que no autorizan esa abdicación porque no es el momento, o porque lo haya hecho bajo presión, como de hecho pasó con Carlos IV y Fernando VII, que lo hicieron en favor del hermano de Napoleón obligados. Las Cortes de Cádiz anularon la abdicación porque faltaba el consentimiento de la nación", justifica Torres del Moral.
La reina, los príncipes de Asturias y las infantas Leonor y Sofía, a su salida del hospital Quirón, donde acudieron a ver al rey, el pasado 27 de septiembre | EFE
Este profesor, como Montilla, Porras, Freixes o Tajadura, opina que es necesaria una ley ad hoc para cada abdicación, sin perjuicio de que en otra ley orgánica distinta se regularan otros aspectos relativos a la Corona, que contemplara incluso el procedimiento exacto de la renuncia.
Leyes ad hoc... o no
Otros constitucionalistas, como Figueruelo o Alejandro Saiz-Arnaiz, catedrático de la Universitat Pompeu Fabra (UPF), se alinean con otra doctrina, la que dice que hace falta una ley de desarrollo del 57. 5, general, que solvente "los no pocos problemas interpretativos que suscita la disposición". Una ley "de caso único", decía Saiz-Arnaiz en un estudio de 2001, "prolongaría en el tiempo la formalización de decisiones" como la renuncia del soberano. Este catedrático de la UPF señala que las Cortes deberían intervenir para conceder la autorización previa, para tomar conocimiento de su decisión, pero no para rechazarla. "No puede haber leyes ad personam", sentencia la profesora de Salamanca.
La inhabilitación no depende, en cambio, de la voluntad del monarca, sino que nace a iniciativa del Parlamento, aunque Torres del Moral aconseja que lo lógico sería un acuerdo entre la Zarzuela, el presidente del Gobierno, el del Congreso y el líder de la oposición. De nuevo, algunos estudiosos aconsejan que se tasen esas causas de inhabilitación.
La Zarzuela ha esgrimido en varias ocasiones que en España, a diferencia de Holanda o Bélgica, no hay tradición de abdicación. Algunos analistas reconocen que así es si se revisa la "complicada historia constitucional" del país en los últimos dos siglos, desde 1812, dice Freixes. Torres del Moral no valida ese argumento, porque si nos remontamos atrás en el tiempo hay más casos desde la llegada de los Austrias: Carlos I cedió el trono a Felipe II, Felipe V a Luis I, Carlos IV a Fernando VII y este en José I, hermano de Napoleón. El profesor de la UPV es más taxativo: no hay que invocar la tradición cuando la española es una monarquía parlamentaria, y esta nunca existió en el país hasta la Transición.
05. EL EJEMPLO INTERNACIONAL
La Constitución no se explaya en el título referido a la Corona, aunque sí advierte que todo su desarrollo deberá hacerse por ley. España, sin embargo, no es un caso único. Como señalan Torres del Moral, Freixes o Belda, las referencias a las monarquías en otras leyes fundamentales son igualmente "parcas", bastante limitadas, si bien algunos países sí han desarrollado un Estatuto de la Corona.
La petición de los constitucionalistas de un despliegue legislativo del Título II es vieja. Hace falta, insisten, precisar el procedimiento de abdicación y renuncia de los derechos sucesorios, o las causas de inhabilitación, o el régimen de los miembros de la familia real. Torres del Moral ha sido uno de los más ardientes defensores de un Estatuto del Príncipe. El catedrático de la UNED ilustra el vacío con un ejemplo frecuente: el real decreto que tiene que expedir el Gobierno cada vez que Felipe asiste a la toma de posesión de un presidente iberoamericano, "en representación de España", no de su padre. "Se le encarga una misión diplomática, y si es tal debería rendir cuentas de su viaje al término al Ministerio de Exteriores. Esto sería un disparate. Lo suyo es que fuera como portavoz del rey, como si fuera el rey".
La Zarzuela precisa a ese respecto que el príncipe, como cualquier miembro de la familia real, va acompañado siempre de un ministro de jornada o de un secretario de Estado que refrende y se responsabilice de sus actos. El heredero no dispone de dotación propia (cobra 146.376 euros, la mitad del sueldo de su padre, porque así lo decidió este), no tiene funciones oficiales. Los hijos del rey belga, por ejemplo, tienen escaño en el Senado, y el príncipe Carlos de Inglaterra tomó posesión de su acta en la Cámara de los Lores en 1970, hasta que una posterior reforma legal le privó de ella.
Los nuevos reyes belgas, Felipe y Matilde, asisten a la inauguración de una exposición en Bruselas, el pasado 4 de octubre | EFE
Torres del Moral llama la atención sobre otro asunto: el fuero. El jefe del Estado es inviolable, pero su hijo podría ser juzgado por un tribunal ordinario. No dispone de ninguna coraza jurídica, "y eso es un dislate". Porras coincide en que hay que subsanar el "olvido" de no haber previsto el aforamiento del heredero, pero es de los pocos expertos que no cree necesario un desarrollo del Título II. "Un estatuto no puede conferir al príncipe funciones que no puede tener porque son indelegables. Nunca puede actuar como el rey a menos que sea regente. En cualquier caso, no entiendo la necesidad de más regulación, casi sería perjudicial. La falta de una ley da una mayor flexibilidad". Sánchez Medero, del mismo modo, no ve "vital" más regulación, porque "lo imprescindible es el debate monarquía-república". Entre los partidos, ni siquiera este punto está despejado. PSOE y PP abrieron la posibilidad a regular la figura del príncipe. La opción luego decayó y sólo UPyD redactó una propuesta y la llevó al Congreso.
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Los analistas consideran que no cabe establecer comparaciones con las repúblicas. No sólo porque el presidente no abdica (realmente dimite). En una monarquía, explican, la sucesión es automática. En una república, hay que detallar qué pasa si hay una vacante. En Francia, por ejemplo, reemplaza al jefe del Estado, de forma interina y hasta la convocatoria de nuevas elecciones, el presidente del Senado. En Italia y Alemania, donde el jefe del Estado no es nombrado de forma directa por los ciudadanos y cuenta con poderes más limitados, también es sustituido por el presidente de la Cámara alta o del Bundesrat. En Portugal, la interinidad recae en el presidente de la Asamblea, la única Cámara legislativa.
Tajadura señala la sugerente paradoja: tradicionalmente, se afirmaba que las monarquías tenían como ventaja la sucesión automática, la falta de vacío de poder. "Ahora se invierte el argumento. En las repúblicas, se detalla quién reemplaza de inmediato al jefe del Estado. Ahí están Italia, Alemania, Francia o EEUU, donde si cae o muere el presidente, como pasó con Nixon o Kennedy, les sucede el vicepresidente. Ahora la presunta ventaja de la monarquía no es tal. Aquí estamos viviendo una suerte de vacío de poder.
El debate, por tanto, es rico en matices. Y complejo, por la evidencia de un vacío legal. Pero al menos existe, y no tiene vocación de marcharse, al menos mientras persistan los nubarrones sobre la salud de Juan Carlos y la negra tormenta del caso Nóos.