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nacido en los 50

Todo es ETA menos yo

El Gran Wyoming

Ante la escenificación de una extraña entrega de armas por parte de ETA en presencia de unos señores a los que se llama “verificadores” se han producido todo tipo de reacciones. Estos señores han manifestado su convencimiento, ellos sabrán por qué lo dicen, de que este primer paso, necesario aunque insuficiente, conduce al desarme total.

Bien, en principio es una buena noticia para los que aspiran a una paz definitiva. Yo creía que el deseo de todos los que llevan años clamando por el fin del terrorismo era que llegara el día en el que las informaciones relacionadas con ETA fueran de este tipo, y no las portadas con las que las personas de mi edad nos despertábamos cada pocos días, en las que aparecía alguien asesinado, pero, sin duda, existen motivos o razones que se nos escapan a las mentes simples, a juzgar por las reacciones de algunos de nuestros políticos.

En aquel ambiente al que hacía referencia, había una respuesta correcta frente a una pregunta recurrente. Del mismo modo que las candidatas de los concursos de mises siempre expresaban sus deseos de que desapareciera el hambre en el mundo, todos los periodistas al ser preguntados acerca de qué noticia les gustaría dar, respondían sin dudar: “El fin de ETA”. De tanto escuchar la verbalización de este deseo, muchos ciudadanos lo extrapolábamos creyendo que era un pensamiento generalizado y soñábamos con un escenario donde el terrorismo no condicionara la vida cotidiana, ni monopolizara el discurso de algunos políticos que medían el grado de españolidad y amor patrio en función del nivel de aversión al terrorismo, así como de la proximidad afectiva a las víctimas, a las que pretendían convertir en un coto privado para utilizarlas como arma arrojadiza contra todo el que no suscribiera sus postulados políticos.

Por ridículo que parezca, se otorgaban a sí mismos la capacidad de medir el dolor que provocaban los atentados, y ellos, como es lógico, sacaban las mejores notas. Producto de esta utilización del terrorismo como estrategia política para desacreditar al rival situándole al otro lado del frente son las palabras de Rajoy en el Congreso de los Diputados, cuando acusaba al gobierno de Zapatero de estar de rodillas ante ETA y pisar la memoria de las víctimas. Esto, al parecer, le daba votos en algún sitio. Enhorabuena, señor presidente, ni en mi peor pesadilla se me hubiera ocurrido una estrategia tan perversa.

Prueba de hasta qué punto hacían de las asociaciones de víctimas su coto exclusivo fue la expulsión a empujones y golpes del entonces Ministro de Defensa José Bono de una manifestación convocada por la AVT (Asociación de Victimas del Terrorismo) a donde acudió con su familia. No sólo los medios de comunicación afines justificaron aquel ridículo e impresentable suceso considerando que la presencia del ministro era una auténtica provocación, sino que, además, los policías encargados de su protección fueron condenados por la Justicia.

Los altos cargos del Partido Popular en pleno calificaron de represión nazi y persecución política de su formación el intento de identificación en comisaría de los más exaltados agresores, que resultaron ser cargos electos de su partido. Como ya recordé en otra ocasión, tras ser absueltos en el recurso, estos policías abandonaron el cuerpo. Aquellos señores democráticamente elegidos entendían el acto al que acudió el ministro en compañía de su familia como una convocatoria política en la que no tenía cabida la competencia. Cualquier rédito electoral debía ir a su casillero en exclusiva. El ministro de Defensa era un intruso que no se había enterado de que la repulsa del terrorismo y la manifestación pública del dolor por las víctimas era un cometido que sólo a ellos competía. Lo tuvieron que echar a la fuerza. Son los mismos que se indignan con los escraches.

Tregua de 2006

También sorprendió

la cara de mala leche que tenían tanto Rajoy como Aznar el día que ETA anunció su tregua en el año 2006 el día que ETA anunció su tregua en el año 2006. Yo pertenezco al gremio de los tontos que interpretaron aquel anuncio como una buena noticia, y puedo entender las reservas que todo responsable político pueda tener frente a un anuncio de ese tipo, pero la reacción de indignación ante la noticia sólo se justifica por una actitud que de puro miserable es mejor no interpretar. Rajoy habló como si estuviera dando un pésame y Aznar salió del acto escopetado sin decir ni pío. No estaba de humor, ni siquiera un escueto: “Deseo que sea cierto”.

Ahora, con motivo del anuncio de la intención de destruir su arsenal, González Pons, siguiendo aquella tradición, ha afirmado que los verificadores trabajan para ETAha afirmado que los verificadores trabajan para ETA, no para España. Estos señores se habrán llevado una sorpresa, porque estoy convencido de que ellos creían lo contrario y que les mueve la buena voluntad, al menos eso dicen. La evidencia a la que alude el señor Pons es irreprochable, se pregunta quién paga los viajes y demás gastos que entraña esa misión. De momento les ha tocado presentarse delante del juez para explicar qué hacían verificando la entrega de las armas. Han calificado de tremenda odisea su viaje, y la parte laboral no debe ser muy gratificante porque ya han anunciado que no volverán a otro acto de esas características, que ya les corresponde a otros. Por mi parte quedo agradecido a cualquiera que se preste a aportar su tiempo en este tipo de gestiones tan complicadas y desagradables, encaminadas a acelerar la entrega del arsenal, el desarme y, en consecuencia, el fin definitivo del grupo terrorista.

Descorazona ver cómo ahora que ETA ha perdido el protagonismo mediático que tenía, al tiempo que ha dejado de ser la mayor preocupación de los españoles según todas las encuestas, los que se llaman a sí mismos sus mayores detractores se empeñan en ponerla al frente de la actividad política cotidiana con cualquier excusa. Del mismo modo que los seguidores de los programas esotéricos y de fenómenos paranormales ven fantasmas y extraterrestres por todos lados, ellos viven rodeados de etarras, filoetarras, protoetarras, pseudoetarras, colaboradores de etarras, empleados de etarras, defensores de etarras, ex-etarras, apologistas de etarras, fans de etarras, socios de etarras y demás seres contaminados con ETA en tanto la convierten en una sustancia tóxica de infinita difusión.

Recordemos que no sólo el gobierno anterior vivía arrodillado ante la banda y los verificadores trabajan para ella, sino que los actores de cine, desde las manifestaciones contra la guerra de Irak, son sospechosos de proximidad; los atentados del 11-M demostraron que la banda tiene elementos infiltrados entre la policía, la guardia civil, la policía judicial, el CNI, los antiguos miembros del gabinete de Pérez Rubalcaba y demás estamentos de los cuerpos de seguridad del Estado, encargados de destruir pruebas para que no se demuestre la colaboración de Al Qaeda con los terroristas vascos; las manifestaciones de Madrid en torno al Congreso de los Diputados estaban infiltradas de violentos próximos a la kale borroka; en los sucesos del barrio de Gamonal en Burgos, también se apuntó la clara conexión con el terrorismo ya que no se destruyeron los cristales de los bancos y cajas de ahorros vascos; los escraches que se convocan contra los desahucios tienen un claro componente filoetarra; y, en general, cualquier manifestación de indignación contra la situación a la que nos llevan estas medidas para sacarnos de la crisis, que ellos mismos delatan como definitivas y no coyunturales al llamarlas “reformas estructurales profundas”, navega, consciente o no, gracias a los vientos que soplan los terroristas.

“Hoy mi arma es la palabra, y sobre la palabra quiero construir la reconciliación”

“Hoy mi arma es la palabra, y sobre la palabra quiero construir la reconciliación”

Todo es ETA. Por más que se empeñe en desaparecer, en dejar de matar, en desarmarse, siempre estará entre nosotros. No faltará el neoliberal que utilice su ouija retórica para invocar su espíritu y hacer que se manifieste.

Menos mal que todo es fruto de una estrategia política miserable porque, de ser cierto todo el entorno de colaboradores y simpatizantes que estos señores le atribuyen, hoy ETA tendría mayoría absoluta en España.

Continuando con el juego de las preguntas iniciado con los verificadores sobre los réditos políticos que produce el uso mediático del terrorismo, la siguiente que cabe hacerse sería: ¿Quién es el que de verdad trabaja para ETA?

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