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Que no sea otra oportunidad perdida

Por robar un banco o una caja te pueden caer de tres a cinco años de cárcel, y no vale que lo devuelvas. Salvo que hayas sido consejero o alto cargo y entonces vale la dación en pago y no vas a la cárcel, como mucho dimites y tendrás que ajustar cuentas con Hacienda. Tampoco son iguales todos los banqueros, ni todos los sindicalistas. Mientras Gorigoilzarri, a quien sacaron de su dorada jubilación del BBVA para reflotar Bankia consigue su objetivo, se compromete con la transparencia y lleva a la fiscalía las prácticas indecentes, señoritos como el otrora todopoderoso Sánchez Barcoj o el no menos señorito y todopoderoso Miguel Blesa, que precedió al vasco en la gestión de Bankia, actúan como golfos apandadores y se meten en el bolsillo todo lo que pueden especialmente cuando sabían que el festín estaba a punto de terminar. Luego algunos lo han devuelto, pero eso no redibuja solidez moral alguna, en todo caso apunta a que conscientes de lo que han hecho devuelven lo que no les corresponde.

Algo que no estará al alcance de todos los 86 principales que durante casi diez años tiraron de tarjeta ajena hasta llegar a los quince millones de euros. Imagino que al no tener patrimonio antiguo ni gran capacidad económica antes de ser consejeros tendrán más dificultad los dimitidos sindicalistas de UGT y comisiones obreras, José Ricardo Martínez o Rodolfo Benito, que gastaron respectivamente 44.200€ en tres años y 140.000 en siete. Dirigentes sindicales a los que el brillo de la banca y el confort de la tarjeta les sirvieron de inesperado camino para conocer su verdadera naturaleza. Sindicalistas clase alta, bien remunerados y a veces con capacidad para repartir entre los amigos. Como los hay, no se crean, clase media, que se dedican a copar poder y organizar la vida interna en las empresas públicas. Y luego están los de clase baja que son los que se dejan la piel en el tajo, en la empresa, partiéndose la cara por sus compañeros. Hay sindicalistas y sindicalistas como hay banqueros y banqueros. Y aunque no lo parezca, también hay políticos y políticos.

Y sin embargo, qué difícil nos lo ponen para creerlo.

Porque no puede ser más variopinto y plural el origen de los beneficiarios de este entramado sucio y oscuro, esto de las “tarjetas opacas” o “errores informáticos” o, como decía el informe que Bankia remitió a la fiscalía “tarjetas complementarias”. No puede haber más riquezas de presencia de los poderes económico, político y sindical  que este consejo de estrellas del plástico impreso. Ahí están todos, y todos, como dice mi amigo el crítico flamenco José Manuel Gamboa, “llevándoselo muerto”.

Los socialistas y los sindicatos han cortado cabezas, Izquierda Unida ya lo hizo hace tiempo con el manirroto Moral Santín –no haré bromas con ninguno de los dos apellidos- y el partido socialista ha pedido disculpas. Comisiones y UGT han exigido dimisiones. Todos han reaccionado con más o menos agilidad ante las informaciones de los medios. Bueno, no todos: desafina aquí el Partido Popular que no obliga los suyos a dimitir de manera fulminante porque, según su portavoz parlamentario, Alfonso Alonso, “las responsabilidades se depuran en la justicia”, como si en política la ética se limitara a lo escrito en el código penal.

Pero las reacciones ante lo que cuentan los periódicos o las radios o enseña la tele no son suficientes por muy decididas que sean. Debieron haber vigilado mejor y ante la sospecha, actuar.

Tiendo a seguir creyendo, a pesar de la tozuda realidad, que hay políticos honestos, sindicalistas generosos, empresarios conscientes y banqueros responsables. Pero mientras se siga escribiendo con esas medias tintas, mientras no se corte con energía y sin matices todo esto, mientras el grupo arrope o esconda o justifique a los suyos, mientras haya que esperar a que salga en la prensa para tomar medidas, mientras los ciudadanos no perciban en las instituciones una decidida determinación contra los corruptos, me temo que las cosas no van a cambiar demasiado.

¿Será esta también una oportunidad perdida?

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