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¡Soy Nobel! (por extensión)

Patrick Modiano.

Déjenme empezar con algunas obviedades. La concesión del premio Nobel a Patrick Modiano ha sido, en primera instancia, una excelente noticia para él, que ve reforzado su prestigio e impulsadas sus ventas. Lo que significa que también ha sido una noticia excelente para su editor francés y, por extensión, para aquellos otros editores que asumieron la publicación de un autor traducido, conocido y reconocido, aunque de ventas discretas.

Jorge Herralde, corazón de Anagrama, estaba satisfecho, y eso que es un hombre acostumbrado a que premien a los suyos –esta misma semana Rafael Chirbes ha ganado el Nacional de Narrativa–. “Estábamos a punto de ir a comer y, de repente, salta la noticia. Creo que se lo merece bastante más que muchos de los premios Nobel que se han dado últimamente”, declaró, al tiempo que confirmaba que acaba de contratar el último libro del escritor francés, Para que no te pierdas en tu barrio. “Es un autor de una calidad literaria impresionante, que sólo vive para la literatura.”

La ocasión también ha sido aprovechada por una editorial menos conocida, Fórcola, para recordar que Fernando Castillo, “uno de los autores españoles más modianesco”, publicó con su sello Noche y niebla en el París ocupado. Traficantes, espías y mercado negro, libro que “investiga el universo narrativo e ilumina la oscuridad de los orígenes familiares del Premio Nobel de Literatura 2014” siguiendo las vidas cruzadas de Albert Modiano, César González Ruano, Pedro Urraca y André Gabison.

Sin duda, la concesión del Nobel abre lo que ahora se llama “una ventana de oportunidad” para reforzar la difusión de un autor cuando éste ya es conocido o descubrir las virtudes de uno que todavía no ha encontrado a su público. Un Nobel es el gordo de una lotería no siempre bien repartida pero en cualquier caso agradecida.

¡Me ha tocado!

A veces, las quinielas no andan erradas. Cuando el año pasado el portavoz de la academia sueca anunció el nombre de Alice Munro, muchos se sintieron reivindicados: ya te lo decía yo.

“Lo primero que pensé –rememora desde la Feria del libro de Francfort su editora española, Silvia Querini (Lumen)– es que valía la pena seguir adelante y apostar por la buena literatura si finalmente podía vivir momentos como ese”

Otras veces, el anuncio constituye una tremenda sorpresa. Como en 2009, el año de Herta (¿Herta… quién?) Müller.

“Estábamos casi convencidos de que se lo darían a Amos Oz o a Cees Nooteboom –nos dice, también desde Alemania, Ofelia Grande de Andrés, Directora General y Editorial de Siruela–, pero nunca nos habíamos siquiera planteado la posibilidad de que se lo dieran a ella. Es una autora extraordinaria pero con una literatura muy dura, había vendido muy poco, tampoco la repercusión en medios había sido importante, no 'sonaba' como posible… Sí, sorpresa fue la primera reacción; y alegría, eso por supuesto.”

De esos días, Grande atesora muchas cosas: la satisfacción por ver reconocida la continuidad en el catálogo de una autora tan minoritaria “cuyos derechos acabábamos de renovar porque estábamos en ese momento en pleno proceso de contratación de Todo lo que tengo lo llevo conmigo; la emoción de la rapidez con la que todo se desarrolla en los primeros días: medios, reimpresiones, distribución, ventas… Si esto es lo que pasa cuando se lo dan a un autor menos conocido y de ventas bajas, me imagino cómo será cuando se lo dan a alguien como Vargas Llosa, Coetzee o Alice Munro”.

¿Se lo imagina? Averigüemos cómo es

“Cuando oímos el nombre de Munro, toda la sala de Fráncfort donde yo estaba se puso a aplaudir –explica Querini–. A mí no me dio tiempo porque estaba llorando.”

De inmediato, la emoción literaria dio paso a la acción ejecutiva. “Reimprimimos, hicimos fajas, posters... todo de prisa. Multiplicamos por 10 las ventas”. Que siguen en buenos niveles, en parte porque Munro era y continúa siendo una autora con abundante y elogiosa prensa.

Más complicado es mantener el nivel si aquel al que publicas es un escritor de audiencia y vocación minoritaria. Como la citada Muller, que –reconoce su editora–, “había vendido poquísimo hasta ese momento”. Un momento que algunos anticiparon.

“Recuerdo que estaba en una reunión en LIBER y que me llamó Antonio Fontana de ABC para decirme que Tomas Tranströmer había ganado el Nobel.” El que evoca ahora es Diego Moreno, de Nórdica. Él había apostado por un escritor del que pocos habían oído hablar, menos aún leído. “No recuerdo lo primero que pensé, pues en ese momento empezó a sonar el teléfono y no paró hasta dos días después. Me gustaría creer que mi primer pensamiento fue para Tranströmer, que recibía un premio tan merecido después de tantos años siendo candidato, pero como te digo dudo que llegase a pensar nada...”.

He escrito que Nórdica apostaba por un autor semidesconocido, y el uso del verbo no es caprichoso. “Como yo apostaba claramente por ese merecido premio a Tranströmer, había publicado ese año y el anterior casi toda su obra, de manera que fue una de las pocas veces que los lectores tenían en las librerías el mismo día del Nobel casi toda la obra del ganador”. 

Moreno se jugó parte de su futuro a esa carta, por lo que para él, la concesión fue una gran noticia que además le ayudó a consolidar su marca. “Nos gusta publicar el mayor número de títulos posibles de un autor que nos gusta, aunque a veces no sea rentable. Y cuando esa apuesta recibe un premio tan importante como el Nobel te alegras muchísimo por el autor, y tu catálogo se ve claramente reforzado”.

No te vayas todavía, no te vayas por favor

Luego puede ocurrir, como sucede en el fútbol, que la labor de un pequeño –la cantera, el acierto en los fichajes– sea aprovechado por un grande –que viene con la chequera y se lleva a tus mejores jugadores–.

Es lo que algunos pensaron que iba a pasarle a Kailas cuando el chino Mo Yan, de escasa proyección en nuestro país, fue premiado en 2012.

“Mo Yan, para nosotros, ha sido una gran apuesta coronada con un éxito muy notable como el Nobel –declaró el editor Ángel Fermoselle–. Pero, sobre todo, es un premio que Mo Yan, personalmente, haya querido seguir trabajando con nosotros, cuando ha tenido ofertas de grupos mucho más grandes. Entiendo que lo ha decidido así por gratitud y porque es consciente de que hemos hecho un buen trabajo desde 2004".

Fermoselle tuvo claro desde el momento que anunciaron el galardón que el reto era conservar la obra del revalorizado autor en su catálogo. “Sabía que era lógico que los grupos grandes fueran a la puja pero teníamos que pelear, también para demostrar que editoriales como la nuestra, medianas, podemos conservar a autores del calibre de Mo Yan”. 

El editor que escribe

El editor que escribe

Esa fidelidad, poco habitual en los tiempos que corren, suele ser justo agradecimiento a una pasión, la que el editor mediano o pequeño ha puesto en la obra de un autor en el que las editoriales de mayor tamaño no confiaban. Y, en ocasiones, tiene recompensas inesperadas.

“Fue una sorpresa cuando me llegó la invitación a la cena”. A Diego Moreno, el júbilo aún le dura. “Yo tenía buena relación con Tomas y con su mujer, Mónica, y fue todo un detalle que me invitasen. La sorpresa me la llevé cuando vi que era el único editor no sueco al que habían invitado. Entonces me di cuenta de la buena relación que teníamos. La entrega del premio y la cena fueron una experiencia maravillosa: más de mil comensales, el frac, cenar con los académicos… Al principió te asusta, pero luego disfrutas mucho de la importancia que tiene para Estocolmo el premio”.

Para Estocolmo, para el escritor y, por lo que leemos, para el editor español del premiado.

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