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Cómo la CIA torturó y mintió

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El esperado informe sobre las técnicas de interrogatorios y de torturas de la CIA ha visto finalmente la luz este 9 de diciembre. Se trata de una síntesis de 525 páginas que resumen, tras cuatro años de investigaciones, las prácticas adoptadas por la CIA a raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Aunque este informe no sea más que el resumen de un documento que supera las 6.700 páginas, aunque se hayan eliminado nombres y numerosos detalles, su contenido no es menos apasionante, perturbador y abrumador. Es otro ejemplo de los fallos cometidos en la guerra contra el terrorismo.

El informe lo ha elaborado el Comité de Inteligencia del Senado que, de 2009 a 2013, llevó a cabo una investigación sobre los métodos empleados en los interrogatorios de la CIA. El Comité se estableció como objetivo determinar si “este programa de detención y de interrogación” fue útil a la hora de obtener informaciones. Los métodos empleados, que incluyen simulacros de ahogamiento o la privación del sueño, se utilizaron sobre todo en las llamadas prisiones secretas o black sites, abiertas en varios países, entre 2002 y 2006, con George W. Bush al frente de la administración estadounidense. Los prisioneros eran todos sospechosos de pertenecer a Al Qaeda y, según las estimaciones de la CIA, 119 de los detenidos sufrieron en sus propias carnes este programa secreto, que se prohibió en enero de 2009.

El informe resumido del Senado puede consultarse en su integridad (en inglés) en este enlace

El resultado del trabajo del Comité es un documento incriminatorio. Detalla la brutalidad de los métodos empleados, que supera lo conocido hasta ahora sobre todo gracias a los informes de diferentes ONG; denuncia la ineficacia de los métodos, dado que explica con todo detalle las informaciones conseguidas; muestra que estas técnicas reforzadas de interrogatorios pocas veces dieron frutos, por ejemplo cuando Osama Bin Laden estaba en busca y captura. Finalmente, se centra en el discurso de la CIA , ante los medios de comunicación, el departamento de Justicia o el Congreso, durante este periodo para justificar que se recurra a estos métodos. El informe concluye que la agencia mintió a la opinión pública y a las autoridades e incluso al presidente.

No se trata de conclusiones irrelevantes. Ya se sabía mucho de las actuaciones y de las mentiras de la CIA. Un informe de Dick Marty, en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, reveló la existencia de los “vuelos secretos de la CIA” y de los centros de detención en Europa. Las comparecencias en el Congreso habían permitido conocer que la administración Bush se sumó deliberadamente a la vía de una tortura sistemática. Pero este informe del Senado, dada la calidad de las investigaciones efectuadas, aporta una nueva dimensión del asunto, razón por la cual hace varios años que este documento suscita debates y discusiones y motivo por el que la CIA siempre se ha opuesto a su publicación.

La Agencia Norteamericana de Inteligencia en un comunicado, tras la publicación del informe, dice: “No podemos avalar cada declaración individual realizada con relación a este programa en estos años y reconocemos que algunas de las declaraciones eran falsas. Sin embargo, este estudio presenta a una organización que –a nivel institucional– ha inducido a error y ha rechazado la supervisión de la Casa Blanca, del Congreso, del departamento de Justicia e incluso de la oficina de su propio inspector general. Esto no se corresponde con la realidad”.

En las filas republicanas, la acogida ha sido igual de fría, comenzando por los representantes republicanos en el Comité de Inteligencia del Senado. De los integrantes de dicho comité bipartidista –lo integran siete demócratas, siete republicanos y un independiente–, todos los miembros republicanos, a excepción de una senadora se retiraron y no firmaron el informe. Numerosos representantes republicanos califican el informe de imprudente e insisten en los riesgos de represalias a los que se exponen los soldados y el personal norteamericano destinado en el extranjero. Además, algunos rechazan con vehemencia las conclusiones que se pueden extraer de la investigación.

Dick Cheney, vicepresidente con George W. Bush, defendió el lunes en el New York Times a la CIA con uñas y dientes. En una columna en TheWashington Post, hizo lo propio uno de los exresponsables del programa secreto de la CIA. “Este programa ha proporcionado información de importancia vital con relación a las operaciones y la organización de Al Qaeda”, argumentaba José Rodríguez Jr, que insistía también en la legalidad del programa y en el hecho de que las autoridades sabían perfectamente de su existencia. Asimismo, aseguraba no haber sido consultado y no haber leído aún el informe.

Por su parte, Dianne Feinstein, senadora demócrata que preside la Comisión de Inteligencia, ha hecho hincapié en la importancia de llevar a cabo una investigación semejante para que EEUU no vuelva a cometer los mismos errores. El lunes declaraba que su publicación era “saludable para una sociedad justa que sustenta en el derecho”. Barack Obama también saludó, el martes, la capacidad de EEUU para “afrontar abiertamente el pasado”.

Eso sí, nada de cuestionar o perseguir a los diferentes responsables de este programa, muy a pesar de periodistas militantes como Glen Greenwald, que llegaba a escribir con gran cinismo: “Si las revelaciones de hoy les ponen enfermos y les enfadan, escuchen al presidente, dejen de echar la vista atrás y de ser moralistas y después olviden todas estas historias desagradables de tortura, como él”.

George Bush dio luz verde

Las conclusiones de este informe se resumen en 20 puntos que Mediapart ha resumido y traducido. Así, el primer capítulo se consagra al trabajo del Comité. El segundo versa sobre la historia del programa secreto de la CIA y recuerda que en 2002, el presidente George W. Bush firmó un acuerdo por el que autorizaba a la CIA a capturar y a interrogar –pero también a matar– a responsables de Al Qaeda.

El primer detenido, arrestado en Pakistán, era Abu Zubaydah (militante islamista palestino, actualmente preso en Guantánamo). La Agencia de Inteligencia puso entonces en marcha nuevas técnicas de interrogatorios y de tortura cada vez más radicales para hacerlo hablar. Métodos que terminarán por emplearse de manera generalizada en los “black sites”, centros de detención que progresivamente se abrieron en terceros países y cuyos nombres han sido eliminados del informe. En 2003, un total de 99 detenidos sufrieron las consecuencias. Pero en 2005, siempre según el informe, los problemas políticas y legales van a más y se complica la existencia de estos black sites.

El tercer capítulo presenta un análisis crítico de estos programas y pone seriamente en duda su eficacia. Los siguientes capítulos versan sobre el discurso de la CIA ante los medios de comunicación, ante el departamento de Justicia, en el Congreso y con el presidente durante estos años. Los informes demuestran que la agencia mintió sobre la naturaleza de sus técnicas de tortura y sobre los resultados obtenidos de este modo. (Síntesis en inglés del informe del Senado.) 

Junta a las citas, los números de página remiten a los pasajes íntegros y en inglés (en el pdf, el número figura en la parte inferior central de la página).

Desde la primera página del informe, el Comité subraya que las “técnicas reforzadas de interrogatorios” de la CIA no fueron eficaces para obtener informaciones exactas o permitir la cooperación del detenido. “Por ejemplo, 39 de de ellos, sometidos a las técnicas reforzadas de interrogatorios no facilitaron ninguna información cuando estaban en manos de la CIA”.

El comité insiste en el hecho de que la CIA mintió, ya que la Agencia justificó la razón de ser de estos métodos fingiendo sobre su eficacia. “El Comité ha revisado 20 ejemplos conocidos de supuestos casos de éxito de políticas antiterroristas que la CIA atribuyó a la utilización de técnicas forzadas de interrogatorios y concluye que estos se han revelado falsos en varios aspectos. En algunos casos, no hay ninguna relación entre el éxito antiterrorista y las informaciones que pudieron facilitar los retenidos durante o después de ser sometidos a las técnicas reforzadas de interrogatorio de la CIA [...]”, (pág. 2 y 3)

El comité indica a continuación que las técnicas conocidas como “reforzadas de interrogatorios” se revelaron más brutales que lo expuesto con anterioridad en otros informes. “Técnicas como las bofetadas y los wallings (golpear la cabeza del detenido contra una pared) se combinaron a menudo con la privación de sueño y los desnudos [...]”.

El informe muestra que los oficiales pudieron someter a los detenidos a hasta 180 horas de privación de sueño consecutivas. Además, contrariamente a lo que a menudo ha reconocido la CIA, los detenidos sufrieron estas torturas desde su llegada y no como último recurso.

En la página 4 se lee: “La técnica del waterboarding (simulación del ahogamiento) era físicamente nociva, al provocar convulsiones y vómitos. Abu Zubaydah, por ejemplo, no reaccionaba, echaba espuma por la boca [...] Informes internos de la CIA describen el waterboarding de Khalid Shaykh Mohammad como un casi ahogamiento [...]”.

“Al menos cinco detenidos fueron sometidos a una “rehidratación rectal” o “alimentación por vía rectal” [...]. La CIA sometió a baños de agua helada a detenidos. La CIA dejó pensar a algunos detenidos que nunca les permitirían salir de la prisión vivos y sugirió a uno de ellos que solo saldría en una caja con forma de ataúd. [...]”.

Según este informe, la CIA proporcionó “informaciones falsas al departamento de Justicia, de manera repetida, impidiendo el verdadero análisis jurídico del programa de detención y de interrogación de la CIA”.

“De 2002 a 2007, la Oficina del Consejo Jurídico de Interior del departamento de Justicia basó en las explicaciones de la CIA en materia de condición de detención, de aplicación de las técnicas reforzadas de interrogatorios, los efectos de estas técnicas sobre los detenidos, de eficacia de estas técnicas. Estas presentaciones eran inexactas. El departamento de Justicia no realizó ninguna investigación independiente ni verificó las informaciones que recibía de la CIA [...]”, se lee en la página 5.

La CIA pudo evitar o impedir en varias ocasiones el seguimiento por parte del Congreso, al rechazar responder por ejemplo a las preguntas de algunos representantes que solicitaban más detalles sobre sus prácticas. También pudo haber hecho todo lo posible por escapar a la supervisión de la Casa Blanca (pág. 6). “Según los informes internos de la CIA, ningún oficial de la CIA, incluidos sus directores George Tenet y Porter Goss, advirtió al presidente de la existencia de técnicas reforzadas de interrogatorio específicas anteriores a abril de 2006”.

El informe también plasma que la CIA estaba mal preparada, incluso nada preparada, cuando comenzó con su programa de detención y de interrogatorio, en 2002. Posteriormente, siguió trabajando con un personal sin experiencia suficiente y mal formado y no obtuvo más que informaciones tildadas de “mediocres, inútiles”.

“La CIA reclutó individuos sin experiencia ni formación para actuar como interrogadoresexperimentados y no les proporcionó ni apoyo lingüístico o analítico para llevar a cabo interrogatorios eficaces, lo que derivó en informaciones pobres. El inspector general de la CIA hablaba de la falta de personal disponible para interrogar a los detenidos como de un “problema persistente durante la vigencia del programa”.

“En 2005, el jefe del centro de detención BLACK, donde numerosos detenidos considerados de gran valor eran retenidos, se quejó que los directores del cuartel general de la CIA parecían no seleccionar más que a oficiales que eran o novatos o malos o que no tenían experiencia alguna [...]. El resultado era la “consecución de informaciones mediocres, por no decir inútiles” (pág. 11).

La agencia de información norteamericana además confió en un equipo de psicólogos que carecían de experiencia sobre el terreno.

“La CIA firmó un contrato con dos psicólogos para que desarrollasen y evaluasen las técnicas de interrogatorio de la agencia. Estos psicólogos pasaban antes por la escuela SERE de la US Air Force (acrónimo inglés de supervivencia, evasión, resistencia y huida). Ninguno de los dos tenía experiencia como interrogadores, ni tampoco contaba con conocimientos precisos sobre Al Qaeda, conocimientos en antiterrorismo ni ninguna otra experiencia cultural o lingüística pertinente”.

[...] “En 2005, los psicólogos crearon una empresa específicamente para poder llevar su trabajo con la CIA. Muy poco después, la CIA comenzó a subcontratar todos los aspectos de su programa”.

La Agencia también es criticada por no haber realizado un informe completo y preciso de estas actividades al deparyamento de Justicia, por no haber realizado nunca una evaluación crítica de sus métodos, por haber rechazado escuchar las críticas internas. Finalmente se critica el gasto desmesurado y el haber establecido acuerdos en terceros países, aceptando colaborar. Con el paso del tiempo, este entramado se hizo cada vez más inestable e insostenible.

“Los documentos de la CIA indican que el programa de detención y de interrogatorio de la Agencia tuvo un coste superior a 300 millones de dólares, suma a la que hay que añadir los costes de personal. Este importe incluye la financiación de los centros de detención, entre los que se encuentran dos centros que costaron casi un millón de dólares y que nunca fueron utilizados, sobre todo dadas las preocupaciones políticas del país en que se situaban”.

“Para alentar a los gobiernos a acoger clandestinamente los sitios de detención de la CIA o para que los sitios existentes sean mejor conocidos, la CIA pagó en metálico millones de dólares a representantes de gobierno extranjeros. Los cuarteles generales de la CIA alentaron las oficinas locales (stations) a establecer “listas de deseos”, con diferentes ayudas financieras propuestas a gobiernos extranjeros. Estas oficinas animaban “a tirar por lo alto”, en materia de ayuda”.

Desde la página The Intercept se puede seguir en directo las reacciones al informe.

Traducción: Mariola Moreno

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