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Venezuela

Nicolás Maduro o el fin del chavismo

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, participa en una manifestación el pasado 15 de diciembre en Caracas.

Ha ocurrido lo que todos los venezolanos se temían, la caída del precio del barril de petróleo. Con la cotización del barril a poco más de 60 dólares, la economía venezolana atraviesa por un momento delicado, ya que las exportaciones dependen en un 95% del crudo. El Gobierno ya incumplió su presupuesto previsto para 2014, cuando el precio del barril superaba los 100, antes del desplome iniciado a mediados de junio. Y ello porque, pese a que el país posee las mayores reservas del mundo, no consigue aumentar la producción, llegando incluso, en octubre, por primera vez, a importar petróleo de Argelia.

Ante la caída de los precios, las políticas sociales que popularizó la “revolución bolivariana”, se ven amenazadas. Las “misiones”, estos vastos programas sociales, se financian por completo directa o indirectamente gracias al oro negro. La Misión Barrio Adentro (servicio de salud en las zonas pobres del país), por ejemplo, funciona gracias a los médicos cubanos, llegados a Venezuela a cambio de petróleo.

“Las misiones permiten acercar al poder a los ciudadanos”, subraya el politólogo venezolano Luis Salamanca, de la Universidad Central de Venezuela, que se encuentra estos días en París. Se trata de un importante éxito de Hugo Chávez que ha tenido efectos reales a la hora de disminuir la pobreza. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), a principios de 1998, el 48% de los hogares eran pobres, frente al 21,2% registrado a finales de 2012. Sin embargo, la precariedad está volviendo a aumentar. A finales de 2013,año en que falleció Hugo Chávez, el porcentaje de hogares pobres era del 27,3%.  

El presidente Nicolás Maduro y su Gobierno, cuando achacan la caída del precio del petróleo a la “inundación [del mercado] de petróleo contaminante” procedente de Estados Unidos, están garantizando la pervivencia de las políticas sociales. Los presupuestos de 2015 se han calculado tomando como base el precio del barril a 60 dólares, como los presupuestos anteriores, que se han revelado tremendamente deficitarios... Según el Ejecutivo, el 38% de estos presupuestos se destinará a “inversiones sociales”. “Una parte del gasto de las misiones no queda plasmada en el presupuesto nacional, sino que lo asume directamente la compañía nacional petrolera PDVSA. De modo que sí, las misiones sufrirán las consecuencias de la bajada del precio del petróleo”, advierte el economista Arnoldo Pirela, de la Universidad Central de Venezuela.

Para hacer frente a la disminución de los ingresos, el Gobierno prevé bajar los sueldos de los altos funcionarios. Además, en noviembre, firmó diferentes decretos ley que prevén aumentar los impuestos sobre el tabaco y el alcohol, entre otros, que están destinados a permitir una mayor apertura a las inversiones extranjeras o a la lucha contra los monopolios. ¿Será suficiente?

En opinión de Arnoldo Pirela, la caída del precio del barril afecta de forma notable sobre el ánimo de los venezolanos, acostumbrados a seguir la evolución de la cotización del petróleo. Unos ánimos que ya se encuentran algo tocados en un país en el que la inflación supera el 60%: el Banco Central no se arriesga a publicar las cifras desde el pasado mes de agosto, cuando era del 63,4%. En un país muy dependiente de las importaciones, los venezolanos siguen teniendo problemas a la hora de abastecerse de productos de primera necesidad; leche, harina o medicamentos a menudo escasean o no se encuentran en los estantes. Por esa razón, es habitual que se formen colas inmediatamente cuando un establecimiento dispone de un bien escaso. Según un sondeo de Datanálisis, el 85,7% de las personas interrogadas calificó la situación del país de “negativa”. El 37,9% estimó que la gestión del presidente socialista es “muy mala” y solo el 1,9% la consideró “muy buena”.

La subida del precio del petróleo contribuyó a alimentar el prestigio de Hugo Chávez y hace rememorar los años de la “bonanza petrolera”, del primer mandato de Carlos Andrés Pérez (1974-1979), promotor en 1976 de la nacionalización de la industria petrolífera. Por contra, la caída de la cotización hace rememorar los peores tiempos de la historia del país como cuando el país, en 1983, no pudo hacer frente a su deuda externa. Ese año, el país tuvo que hacer frente a la inflación y a la escasez. Reelegido en diciembre de 1988, Carlos Andrés Pérez decidió “liberalizar” el país por consejo del FMI (restricción del gasto público, liberalización del tipo de cambio, de los precios, a excepción de 18 productos básicos, aumento del precio de los servicios públicos, de la gasolina...). El 27 de febrero de 1989, los barrios populares de la capital salieron a la calle y los comercios fueron saqueados. Era el Caracazo. La represión posterior, según algunas fuentes, costó la vida a más de 2.000 personas (el gobierno reconoce 276).

Pero para los chavistas, cualquier comparación entre el contexto económico actual y el de finales de los años 80 solo responde a meras “elucubraciones” de los medios de comunicación y de la derecha, en palabras de José Vicente Rangel, vicepresidente de Venezuela de 2002 a 2007. Sin embargo, las críticas ya no proceden solo de la derecha. Los opositores a la izquierda de Nicolás Maduro cada vez se dejan oír más. Es el caso de Nicmer Evans, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Central de Venezuela, un chavista crítico, miembro de la corriente Marea Socialista, figura muy mediática del panorama político venezolano, que en septiembre pasado escribía:

“Un Gobierno que después de más de un año de “guerra económica” [...] no sólo no ha podido derrotar la escasez sino, sigue entregándole dólares a los mismos que generan la escasez, son incapaces de centralizar y nacionalizar la importación de los productos que no se consiguen para salir de la manipulación de los importadores; un Gobierno que no le explica al país qué pasa con el exgobernador Isea y su orden de detención [...]; un Gobierno que no publica regularmente los índices de inflación y no habla de cómo va a resolver el asunto; un Gobierno que hace todo lo contrario a lo que dejó expresado Chávez en el Golpe de Timón [nuevo ciclo político aprobado en el Consejo de Ministros poco después de la reelección de Hugo Chávez el 7 de octubre de 2012, apelando a la autocrítica y al fortalecimiento de los poderes de los comunes], es un Gobierno que traiciona el legado del Comandante Chávez”.

La respuesta no se ha hecho esperar. En noviembre, 300 miembros de la Marea Socialista fueron excluidos de las filas del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV), el partido de Hugo Chávez. Sin ser grande, la Marea Socialista, tiene cierto reconocimiento intelectual, sobre todo la página web Aporrea, donde se publican crónicas de personas que apelan a la “revolución bolivariana”. Las críticas efectuadas desde la Marea Socialista no representan un caso aislado. En junio de 2014, Nicolás Maduro apartó a de su cargo a Jorge Giordani, ministro de Planificación de febrero de 1999 a junio de 2014, salvo un breve lapso de dos años, una figura del ala izquierda del chavismo. Al día siguiente de su destitución, también en Aporrea, Giordani  lanzaba un ataque furibundo a la política económica de Nicolás Maduro.

El margen de maniobra de Nicolás Maduro parece limitado, pero está muy bien sujeto

“Ahora, la izquierda se declara chavista, pero no madurista. Desde la muerte de Hugo Chávez, existe una crisis de identidad”, advierte el politólogo Luis Salamanca. La sucesión de Hugo Chávez sigue siendo difícil de superar. “Hugo Chávez lo era todo: el pensador, el encargado de repartir el poder. Cuando la base de la pirámide falla, toda la pirámide se viene abajo”. Para el politólogo, la revolución “bolivariana” iniciada por Hugo Chávez pasa por “un nuevo ciclo” tras la muerte de este, un ciclo que representa “el principio del fin del chavismo”. “Hugo Chávez era el jefe único, algo que no sucede con Nicolás Maduro”, zanja Luis Salamanca.

La Marea Socialista, que se ha unido a otros movimientos, todavía no ha decidido si apoyará a los candidatos del PSUV en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015. Eso sí, no está previsto un acercamiento entre esta izquierda y la oposición de derechas.

Para ganar las elecciones, los chavistas necesitan el apoyo de todas las fuerzas que lo conforman. Solo 200.000 votos separaron a Nicolás Maduro del opositor derrotado, Henrique Capriles Radonski, en las elecciones presidenciales celebradas en abril de 2013. Pero en la coalición chavista, el Gran Polo Patriótico, el PSUV reina en solitario, para desgracia de los demás partidos. La secretaria nacional de organización de Patria Para Todos, PTT, Ilenia Medina, declaraba a principios de diciembre, que el PSUV “no puede continuar con esta visión sectaria”. Durante la clausura del Gran Polo Patriótico, el 8 de diciembre, Nicolás Maduro respondió que la coalición “debe integrar a todos los partidos políticos”, mientras hacía un llamamiento a la militancia para sacar “de la confusión a los militantes”.

Si bien es cierto que Nicolás Maduro es una figura discutida, todavía le queda alguna baza por jugar. Declarar que el presidente “traiciona el legado histórico de Chávez” supone un ejercicio peligroso y quizás poco comprensible para los militantes. Hugo Chávez designó personalmente a su sucesor, delante de las cámaras, el 8 de diciembre de 2012, con unas palabras que no dejan lugar a dudas: “Si se presentara alguna circunstancia sobrevenida, que a mí me inhabilite para continuar al frente de la Presidencia... mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable y absoluta... elijan a Nicolás Maduro como presidente”. Nicolás Maduro no deja de hacer valer este “patrimonio”, recurriendo a la figura del “comandante” hasta la saciedad. “Somos Chávez”, le dice a la militancia. Pero si bien quiere ser el hijo, si bien hace mención en cada uno de sus discursos al que fue su tutor, si se le compara con su mentor sale perdiendo.

La figura de Chávez, muy popular, también pasa factura a la oposición de derechas del PSUV, lo que favorece a Maduro. La coalición heterogénea que aglutina la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) no habla por una sola voz. El candidato, que ha salido derrotado en dos elecciones presidenciales, contra el mismo Hugo Chávez primero y más tarde contra Nicolás Maduro, Henrique Capriles, sigue tratando de ganarse a las clases populares con la promesa de que mantendrá las misiones. Más a la derecha, Corina Machado o Leopoldo López rechazan de plano las decisiones tomadas por Hugo Chávez.

Por ello, son los primeros objetivos de un Gobierno que da muestras de autoritarismo en este periodo difícil. “Mientras que el Ejecutivo hace aguas, Nicolás Madura trata de presentarse como un hombre fuerte”, sostiene Adeline Joffre, doctora en Ciencias Políticas y especialista en Venezuela por la Universidad de Sorbona Nueva. Una tarea que no le resulta nada complicada sobre todo porque María Corina Machado está acusada de conspirar para asesinar al presidente de la República y porque Leopoldo López, antiguo alcalde de Chacao (Caracas) se encuentra detenido desde febrero, acusado de estar detrás de las acciones violentas que causaron tres muertos el 12 de febrero de 2014 en el transcurso de una manifestación.

Ambos opositores querían obligar a dimitir a Nicolás Maduro con las manifestaciones de febrero que dejaron 43 muertos, pero no lograron que los barrios populares salieran a la calle. La participación de estos dos opositores en el golpe de Estado contra Hugo Chávez en abril de 2002 (cuando fue apartado del poder durante 48 horas) les pasa factura a ambos. Así las cosas, la carta de las protestas populares parece que no lleva a ningún lado a la oposición, que tendrá que esperar por la vía pacífica de las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015 o del referendo revocatorio de 2016. En el primer caso, solo pueden alzarse con la victoria si se presentan en coalición, pero la oposición todavía está buscando un líder y un programa político que va más allá del simple “¡No a Maduro!”.

Además, a Maduro, la desaparición de los medios de comunicación de la oposición le permiten tomar impulso. Personas próximas al poder se han hecho con la cadena Globovisión; el grupo Cadena Capriles, el diario más vendido del país, Últimas Noticias y recientemente el diario conservador El Universal, también han cambiado de propietarios. Cada operación de compra se salda con la marcha de un buen número de periodistas.

El margen de maniobra de Nicolás Maduro parece limitado, pero está muy bien sujeto. Condenado a imitar a su predecesor, aun a riesgo de ser calificado de traidor, debe responder también a los problemas actuales mientras que apoya sobre el programa político del “golpe de timón” de Hugo Chávez de octubre de 2012. La copia moderada hace soñar menos que una revolución por inventar.

Traducción: Mariola Moreno

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