Talento a la fuga

Un grupo de ‘Whatsapp’ para expatriados

Un grupo de whatsapp para expatriados

“Tenemos un grupo de Whatsapp que se llama expatriadas”. Este es el nombre que María Barandalla, una joven bióloga de 26 años, escogió para poder seguir en contacto con otras dos amigas que, como ella, se han visto empujadas a emigrar al extranjero para poder desarrollar sus carreras profesionales como ingenieras y administrativas. “No me han puesto un cartel de márchate pero poco les ha faltado”, afirma contundente. Una realidad que también conoce Priscila Ramos, una veterinaria de 28 años que ahora se prepara para viajar a Italia donde participará en el mismo laboratorio de la ciudad de Cremona donde ya trabaja María desde hace un año. “Sonará a chiste, pero en el Inem lo único que ofrecían en investigación era conductor de carretilla de laboratorio”. Una situación que ya viven los más de setecientos mil jóvenes españoles que se han visto forzados a marcharse al extranjero.

María y Priscila, bióloga y veterinaria respectivamente, colaboran en un proyecto de investigación europeo con células madre en el que intervienen diversas universidades y empresas privadas. “El grupo al que voy es un grupo bastante potente. Fueron los primeros del mundo que consiguieron clonar un caballo y eso redundó en una mayor financiación para seguir investigando”, explica Priscila, que al igual que María, ha sabido aprovechar la oportunidad que no encontraron en España. “Estuve un año haciendo el proyecto de fin de carrera en el Centro Nacional de Biotecnología. Era muy triste ver cómo se iba vaciando día a día y cómo la gente se marchaba”, revela. Una situación que podría amenazar también a Italia, un país que con un porcentaje de inversión en I+D similar a la española, también se encuentra sometido a las políticas de austeridad impuestas desde Bruselas. “Están mejor en el paro juvenil que en España, pero tienen muchísimo igualmente, y también están sufriendo un proceso de recortes”. Una realidad que también intuye Priscila y que María resume entre bromas con un “España e Italia son primos hermanos. Cuando pasó lo del ébola nos reíamos con los amigos italianos porque me decían que si esto pasara aquí, se resolvería igual o peor”.

“Quizá vuelva a España o tenga que irme al fin del mundo”, responde María cuando se le pregunta por un futuro que contempla con cierto “vértigo” y que en cualquier caso pasa por terminar su doctorado en Italia y una posible estancia de dos años en EEUU. Una incertidumbre que viene abonada por la compleja realidad que atraviesa España. “Tengo 26 años y ni si quiera sé si cuando vuelva tendré derecho a una sanidad pública porque nunca he cotizado en mi país. No quiero encontrarme con eso”.

Priscila trabajando en el laboratorio

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A pesar de haber logrado obtener la prestigiosa beca Marie Curie, con la que la comisión europea financia cada año a los mejores investigadores, Priscila ve cada día más lejana la posibilidad de volver a España. “Cada vez salen menos becas y el nivel exigido es cada vez más alto”, afirma, y añade: “Acabo de terminar la tesis, y ya entro a competir con gente que la terminó hace cinco años y que tienen un currículum contra el que no puedes competir”. Con todo, no renuncia a la idea de volver: “A mí no me importa marcharme un par de años, porque es bueno para mi carrera, pero lo que me gustaría es establecerme en España. Yo ya he echado raíces en Madrid”.

Tanto María como Priscila coinciden en lamentar los escasos esfuerzos que dedican a la ciencia española tanto la Administración como las instituciones privadas. “El dinero que se destina a la investigación en España es de broma en comparación con el que se dedica en otros países. No se puede competir con los laboratorios que hay en Estados Unidos o Japón. Están en otra liga”, protesta Priscila. Algo que también indigna a María: “La ciencia no es apostar a caballo ganador siempre. Pero si no se invierte, no sale. Los países con más éxito son los que lo intentan”, reprueba que pone como ejemplo la escasa atención que reciben los científicos españoles en premios como el Príncipe de Asturias: “Hay científicos en España importantísimos con un gran reconocimiento en el extranjero, que no han tenido un premio Príncipe de Asturias y no sé si lo tendrán. Aquí tenemos gente que lo merece. La labor investigadora de los españoles no se reconoce ni por nuestras propias instituciones. Es triste pero es así”, concluye.

María y Priscila son dos de los cientos de científicos españoles que demuestran con su experiencia diaria que ellos tampoco son una “una leyenda urbana”, tal y como aseguró el presidente del CSIC, Emilio Lora-Tamayo, desatando una campaña viral que contradice el optimismo de quien encabeza la principal institución científica española, que en los últimos años ha visto recortar progresivamente presupuesto y plantilla.

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