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MERCADO DE TRABAJO

Rajoy es el presidente que menos ha subido el salario mínimo en democracia

El Gobierno convierte ahora la lucha contra la dualidad en un “objetivo a medio y largo plazo”

El Gobierno subirá el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) un 0,5%, tres euros, en 2015. Así, el año próximo alcanzará los 648,6 euros y seguirá siendo uno de los más bajos del núcleo duro de la Unión Europea, sólo por encima de Portugal y Grecia. Ese medio punto de subida sucede a dos congelaciones, en 2012 y 2014, y a otro miniaumento, del 0,6% en 2013 2014. En conjunto, Mariano Rajoy es el presidente de la democracia que menos ha subido el SMI, sólo un 1,12% en cuatro años, 7,2 euros desde 2012.

El salario mínimo fue instaurado en España en 1963 con un importe de 10,82 euros, 1.800 pesetas. Hasta 1998, incluyó cuantías diferentes dependiendo de la edad: para jóvenes menores de 18 años y para mayores. Desde su creación no ha dejado de aumentar, aunque con muy distinto ritmo según los gobiernos y la coyuntura económica. En el Estatuto de los Trabajadores, aprobado en 1980, se estableció su revisión anual. Pero antes, de 1976 a 1979, se subió dos veces cada ejercicio. Lo mismo ocurrió en 2004: el Gobierno lo aumentó un 6,6% en julio, tres meses después de ganar José Luis Rodríguez Zapatero las elecciones.

Las legislaturas en las que más creció el SMI fueron las dos, breves, en que Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo-Sotelo fueron presidentes. En la primera (1978-79) subió un 26,7% y en la segunda (1980-82), un 24,9%. Dejaron el salario mínimo en 170,93 euros al mes. Los próximos cuatro años, el primer Ejecutivo de Felipe González, el SMI subió un 24,8%. A lo largo de los cuatro mandatos del socialista, el alza fue de un 101,86%. En 1996, el suelo de los salarios había alcanzado los 390,18 euros. El siguiente aumento por su cuantía se produjo en el primer Gobierno de Rodríguez Zapatero, un 22,24%. Pero en su segundo mandato el SMI sólo creció un 2,7%, la segunda menor subida desde 1976.

En cualquier caso, fue José María Aznar el presidente menos generoso con el salario mínimo. En la primera legislatura lo elevó un 6,08% y en la segunda, un 6,24%. Lo dejó en 460,50 euros en 2004.

UGT y CCOO cifran en 5,4 puntos la pérdida de poder adquisitivo sufrida por el SMI en los últimos cinco años. Porque la evolución del salario mínimo no puede desvincularse de la deriva de los precios. En los años 80, por ejemplo, el SMI disfrutó de subidas de dos dígitos –hasta del 13,1%, por ejemplo, en 1983– parejas a aumentos del IPC que ahora parecen estratosféricas –el 15,6% en 1980–. Aunque lo normal es que el alza del SMI no sea mayor que el del IPC, ha habido 10 años en que los ha superado: además de 1983, en 1990, 1991, 1997 y 1998, también de 2005 a 2009.

Lejos del objetivo europeo

Pese al continuado crecimiento de ese suelo salarial, el español está aún muy lejos del objetivo marcado por la Carta Social Europea, el 60% del salario medio. Para llegar a ese porcentaje, el SMI debería alcanzar los 900 euros. Tampoco se acerca a los 800 euros en que prometió dejarlo Rodríguez Zapatero en 2011. Es más, la crisis y la devaluación salarial parecen distanciarlo aún más de esas cifras. En Luxemburgo tienen el salario mínimo más elevado de Europa, 1.874 euros en 12 pagas –el español se mide en 14–. En Bélgica es de 1.502 euros y en Francia, de 1.430 euros al mes. Más que duplican el español. Y es un parámetro importante. Según los últimos datos de la Agencia Tributaria, el 34% de los asalariados cobre menos de 645 euros al mes. La depreciación de los salarios y el aumento del trabajo a tiempo parcial están detrás de esos 5,7 millones de trabajadores con nóminas tan exiguas.

Esos números no son obstáculo para que se levanten voces que pidan la supresión del SMI. Lo hizo el Banco de España el año pasado, cuando lo planteó para evitar que el paro de larga duración se convierta en un fenómeno “crónico”. A su juicio, el SMI actúa “como una restricción para grupos específicos de trabajadores con mayores dificultades para su empleabilidad”. También transitaba por el mismo camino el vicepresidente de la CEOE Javier Ferrer, quien en su día propuso recuperar la figura del aprendiz, jóvenes que cobraran “300, 400 o 500 euros” hasta que acabaran su periodo de formación.

Más recientemente, la presidenta del Círculo de Empresarios, Mónica de Oriol, criticó que la ley obligue a pagar a los jóvenes parados sin cualificación, los ni-nis, “aunque no valgan para nada”, un salario mínimo “que no producen”.

A favor y en contra

Se trata de una vieja controversia que se reproduce en todos los países. Por un lado, hay quienes defienden que imponer un suelo salarial encarece los costes laborales y frena la contratación. Es más, termina expulsando del mercado laboral a los trabajadores menos cualificados. Por otro lado, existe la tesis que defiende el SMI como un mecanismo necesario para dignificar el trabajo y garantizar un nivel básico de vida. Además, reduce la necesidad de recurrir a subsidios públicos para sobrevivir.

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La patronal alemana utilizaba los argumentos de los primeros para oponerse a la instauración de un salario mínimo federal. Ocho y medio euros por hora fue la promesa electoral del SPD que terminó haciendo suya la canciller conservadora, Angela Merkel. Siete millones de alemanes ganan menos de 8,5 euros por hora. Millón y medio de ellos no llegan ni siquiera a cobrar cinco.

En Estados Unidos la campaña a favor y en contra del salario mínimo se prolongó durante meses. Sólo que en ese país fueron los trabajadores de los restaurantes de cómida rápida y del gigante de la distribución Walmart quienes sacaron la pancarta. Washington DC ha subido a 12,5 dólares por hora (9,1 euros) el suelo salarial de los empleados del comercio minorista. Y California ha aumentado de ocho a nueve dólares el salario mínimo. En 2016 llegará a los 10 dólares.

Mientras, en España, UGT y CCOO han reclamado al Gobierno que suba un 12,5% en 2015 y un 10,25% en 2016 para que alcance los 800 euros mensuales prometidos por Rodríguez Zapatero hace siete años.

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