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Diario de campaña

Rajoy no es Romanones

Los tiempos cambian que es una barbaridad. Hace un siglo y pico, el Conde de Romanones recorría su circunscripción (Guadalajara) ofreciendo dos pesetas por voto. Alguna leyenda no documentada sostiene incluso que un todavía joven abogado llamado Antonio Maura quiso ganarle al conde por la mano una campaña electoral, y fue ofreciendo tres pesetas por voto a los alcarreños. Romanones propuso un trato a sus electores: subiría a cinco pesetas el precio del voto si le devolvían a él las tres que les daba Maura. Por algo fue diputado de forma ininterrumpida desde 1886 hasta 1936. Y presidente del Gobierno y ministro de casi todo durante la época de la Restauración. Ya se sabe que, además de prototipo del cacique, Romanones era un lince.

Ahora no pasan esas cosas. No de esa manera. Este 15 de mayo, a nueve días de los comicios autonómicos y municipales, Mariano Rajoy ha dedicado la jornada a presumir de la lluvia de millones aprobada en el consejo de ministros del jueves para repartir entre familias numerosas, autónomos, ayuntamientos, productores de cine… Las medidas son una especie de lotería combinada que incluye desde créditos contra la sequía o nuevas ayudas para cambiar de coche hasta 200 millones de euros para construir un tren lanzadera entre Barcelona y el aeropuerto del Prat. El conjunto de estas gracias nos va a salir a los contribuyentes por 20.000 millones de euros.

Los casi 792.000 seguidores de @marianorajoy en Twitter no han tenido ofertas como las que hacía Romanones, pero han recibido este viernes unos cuantos mensajes como este:

El propio ministro de Sanidad, Alfonso Alonso, ha reconocido que el 70% de las medidas de ese Plan Familia ya está en vigor, del mismo modo que buena parte del resto de créditos y ayudas habían sido anunciadas varias veces. Con una falta de escrúpulos más digna de Romanones o de Maura (ídolo intelectual de José María Aznar, por cierto), Rajoy no reparte billetes de cinco euros, pero anuncia “cheques para colectivos desfavorecidos…”

Después de casi cuatro años de duros recortes del gasto social, de la sanidad, la educación, las becas o las ayudas a la Dependencia, el Gobierno ha decidido, casualmente en coincidencia con este curso electoral, que sobra dinero. En vísperas de elecciones ya no importa que la deuda pública que tanto le preocupaba en 2011 haya crecido del 68% al 98%. O que Bruselas manifieste su preocupación por el déficit español. Rajoy se permite, además, firmar tuits en los que mezcla decisiones de Gobierno con el eslogan de campaña de su partido: #TrabajarHacerCrecer.

El anuncio más novedoso y descaradamente electoralista es el de subir entre un 5 y un 15% la pensión de las mujeres según el número de hijos que tengan. Los mecánicos del ventilador dirán, con razón, que también el PSOE cuando ha estado en el Gobierno ha utilizado el BOE para intentar ganar votos. De hecho Zapatero anunció el cheque de los 400 euros en 2008 como aperitivo de su segunda victoria en unas generales. En el caso de Rajoy hay un agravante: el coste de esa subida de pensiones no va a los Presupuestos Generales sino a la caja de las pensiones, pese al principal compromiso del Pacto de Toledo, que consiste en que los partidos no jugarán electoralmente con el sistema público de pensiones. Al PP eso no parece importarle. La caja de las pensiones tuvo en 2014 un déficit de 15.000 millones, y desde 2011 el Fondo de Reserva de la Seguridad Social se ha reducido un 36%. Hoy tenemos 24.000 millones de euros menos para pagar las presentes y las futuras pensiones que cuando Rajoy entró en La Moncloa. Resta y sigue, mientras se alienta constantemente el negocio de los fondos privados de pensiones, cuya rentabilidad en los últimos años ha sido un desastre.

Hay una gran diferencia entre lo que hacía Romanones comprando votos a dos pesetas y lo que suponen algunas de las medidas aprobadas por el Gobierno. El conde, teóricamente, pagaba de su bolsillo. Rajoy utiliza la hucha de todos.

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