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La opresión planea en círculos sobre nuestras cabezas

El músico y escritor Gil Scott-Heron.

No podrás quedarte en casa, la revolución no será televisada. No podrás jugar con el mando a encender y apagar, a encender y apagar. Ni dormirte en el sofá ni correr a coger más cerveza en los anuncios. Ni recibir la noticia en el

aifon ni comentar ningún titular.La revolución no... No será, no será televisada.

Les sonará, quizá, este tema de la Fundación Robo compuesto para acompañar la apertura de ojos y miras que eclosionó aquel 15M. La revolución no será televisada, decían, tomando como base, en una de las varias revisiones que se han hecho de él, el conocido tema de spoken work de Gil Scott-Heron, poeta y músico afroamericano fallecido en 2011.

Él mismo también cogió prestada la frase, en su caso del movimiento por los derechos civiles surgido en su país a mediados de los años cincuenta, más de una década antes de que él grabara la canción (en 1970), hoy considerada antecedente directo del hip-hop. Ideas recicladas —también, por ejemplo, en forma de documental sobre el golpe de Estado a Hugo Chávez— que sirven para abordar los que en el fondo son los mismos problemas de siempre: la injusticia y la desigualdad, la imposición de la voluntad de unos pocos sobre la disposición de muchos.

Bien los conocía Scott-Heron. Los problemas. Hijo de padres divorciados, acabó sus días en 2011 enfermo de sida y después de haber pasado unos años antes un tiempo en la cárcel por posesión de cocaína. En el instituto, donde recibió una beca por sus escritos, era uno de los solo cinco negros que convivían con centenares de blancos. Su padre, jamaicano, había sido el primer jugador de color en fichar por el Celtics de Glasgow. Y él, después de dos años de universidad, se tomó un año sabático para redactar dos novelas que llevaban tiempo reverberando en su cabeza.

Aunque después llegó a terminar sus estudios, lo que ocurrió a partir de entonces se entiende mejor primero desde la fértil asociación con el músico Brian Jackson en los setenta y siempre en forma de jazz, soul y poesías como armas de su lucha política, articulada en torno a la cuestión de la raza. Pero nos interesa aquel año de parón, en el que El Buitre echó a volar. Ese libro, que pergeñó a los 19 años junto a The Nigger Factory, sale ahora en castellano de la mano de Hoja de Lata.

El Buitre, escrito en 1968 y publicado en 1970,es a primera vista una novela negra, un thriller. Empieza con el atestado policial que recoge la muerte de John Lee, un camello en el Nueva York de finales de los años sesenta. Desde ahí, el autor perfila a cuatro personajes con quienes retrocede en el tiempo para aportar sus respectivas visiones de los hechos y arrojar algo de luz sobre el misterioso crimen. El chaval que ha muerto no es más que un adolescente, solo un poco más joven que el propio Scott-Heron cuando lo imaginó. En torno al suceso, lo más interesante es la descripción del ambiente que se respiraba en aquel tiempo en el Bajo Manhattan: pandillas, fiestas, música, drogas, alcohol, sexo.

Spade es un camello como John Lee, los dos se mueven en los mismos ambientes; Junior está haciendo méritos para ingresar aún con más brío en ese mundillo del subsuelo; Afro es el que más concienciado está con la causa de los negros; e Ivan Quinn, conocido como I.Q., es el estudiante, el que en principio tiene el futuro más halagüeño por delante. Todos —con sus poco sutiles apodos (Pica, Junior, Afro y CI, de coeficiente intelectual) — se debaten entre sus pulsiones juveniles y una edad adulta a la que tienen que entrar a empujones.

El mundo en el que viven —y mueren— los personajes de Scott-Heron es negro y marrón puertorriqueño, sobrevolado por la carga opresora del blanco, no pocas veces vestido de policía. Es un lugar —llámelo gueto— donde los chavales resabiados son unos completos ignorantes, y todo lo contrario. Saben lo que pueden y desconocen lo que deberían. Desde sus diferentes puntos de vista Scott-Heron es capaz de mezclar voces y estilos y con ellos armar un puzle de sentimientos e ideas, una filosofía de vida a partir del contexto en el que florece. Un yo soy yo y mis circunstancias, y a partir de ahí actúo en consecuencia.

El inglés repleto de giros coloquiales ha sido traducido al castellano por Antonio Vallejo Andújar, y el prólogo lo ha redactado Daniel Álvarez, el editor de Hoja de Lata, que dice que “el gueto se convierte (en la obra de Scott-Heron) en una cárcel sin barrotes, un lugar donde la escapatoria no es posible, un espacio donde lo simbólico y lo real se entrecruzan de una forma tan notable que marcarían indeleblemente la vida de cualquier que viviera dentro de sus límites”.

Poco antes de que este libro se publicara en 1970, el autor sacó su primer poemario, Small Talk at 125 and Lenox que después se convertiría en un disco del mismo nombre y en el que, precisamente, incluía una pieza titulada The vulture, El buitre. En ella declamaba, precisamente, esa sensación de apretura existencial, de asfixia en un mundo limitado a pesar de su aparente vastedad (la traducción es nuestra): Si ves al buitre venir/ volando en círculos en tu mente/ recuerda que no hay escapatoria/ él te seguirá de cerca./ Solo me prometió una batalla/ la batalla por tu alma y la mía./ Quita los bebés a las madres/ y se va/ se va/ se va/ se va/ se va.

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