El nuevo escenario político
Claves de un vuelco político a la valenciana
En Valencia todo está patas arriba. Ha cambiado la posición de la imagen en el espejo y se vive un mundo al revés respecto de los 20 años de hegemonía y régimen del Partido Popular. Las puertas del Ayuntamiento de la capital están abiertas a los ciudadanos, que ya ha han acudido por miles. Y de su balcón cuelga la bandera del orgullo gay. Tras el pacto con Compromís y Podemos, el recién nombrado presidente de la Generalitat, el socialista Ximo Puig, ha oficiado por primera vez en la historia un discurso íntegramente en valenciano. Entre sus primeras medidas habló de abolir el copago y la anticatalanista Ley de Señas de Identidad. Además, en unos días, se reabrirá la comisión de investigación del accidente del metro ocurrido en 2006 para depurar responsabilidades y dignificar a las víctimas. Los familiares ya han anunciado que el próximo jueves se concentrarán por última vez.
Mientras, el Partido Popular valenciano se derrite en su propio fuego interno. Alberto Fabra ha anunciado su marcha y Rita Barberá medita cómo reinventar sus influencias y tutelajes. El pasado jueves, durante el debate de investidura de Puig, la ex alcaldesa de Valencia se lanzó en tromba con la boca llena de improperios, pero se encontró, por primera vez, el micrófono cerrado. “No tiene la palabra”, le endilgó Francesc Colomer, presidente de les Corts. Y al rato, Manuel Mata, portavoz parlamentario del PSOE, fue aún más gráfico: “Señora Barberá, por favor, ¡deje ya de tocar las narices!”. Y es que el PP se ha hecho añicos. Cuantitativamente ha pasado de 302 a 164 alcaldías. Y, cualitativamente, ese poder es más diminuto, casi rural, ya que ha perdido el mando en todas la ciudades de más de 50.000 habitantes salvo Orihuela y Benidorm. Y en las localidades superiores a 20.000 habitantes apenas gobierna Alfafar y Benicàssim.
Para intentar explicar este vuelco político de muchísimos grados en el giro, infoLibre ha consultado a distintos referentes de la vida social, cultural e intelectual valenciana. El análisis aborda los factores del cambio y los retos a la hora de desescombrar las ruinas tras el derrumbe del PP valenciano.
Una constelación de factores
“Me he quedado sin empleo”, bromea el actor y humorista Xavi Castillo, conocido por sus imitaciones de Francisco Camps, Rita Barberá o Alfonso Rus, entre otros. De hecho, las musas se le han jubilado por sobredosis de corrupción. Gürtel, Brugal, Emarsa, Nóos, Valmor... Son algunos de los nombres que conforman el vademécum valenciano de la podredumbre. Una realidad sistemática, arraigada y de gran equilibrio territorial. Tanta como para que, de momento, se dé un preso por cada provincia. Carlos Fabra, expresidente de la Diputación de Castellón; Pedro Hernández Mateo, ex alcalde de Torrevieja, Alicante; y Rafael Blasco, multi consejero del PSOE y del PP, quien hace apenas una semana ingresó en la cárcel de Picassent.
“Este ha sido el elemento aglutinador”, señala Joan Romero, profesor de Geografía, en referencia a la multitud de corruptelas. “Éramos la coña de España, la hipérbole, nuestros diarios eran monográficos sobre la corrupción”, añade Castillo. Un paisaje, que según Romero, ha provocado la “cristalización” de una conciencia crítica frente al discurso triunfalista de la derecha valenciana, “insostenible frente a la crisis”. “Era un globo de color que se ha ido deshinchando”, explica Joan Francesc Mira, escritor y presidente de Acció Cultural del País Valencià, para quien “las fantasías, las imágenes ideales, el mensaje de ser la locomotora de Europa” se han desvanecido frente la terca realidad del número de parados o las cifras de pobreza infantil.
“Mientras nos iba bien, daba lo mismo que los dependientes se quedaran sin ayudas o importaba poco nuestro sufrimiento o el de los vecinos del barrio del Cabanyal”, critica Beatriz Garrote, portavoz de la asociación de víctimas del metro, quien cree que la sociedad valenciana “por fin ha abierto los ojos”. Una somnolencia aguijoneada, según Joan Romero, por el 15-M. “Ha sido el catalizador de todo este malestar”, defiende y añade que este movimiento ha abierto grietas, puntos de fuga, para que numerosos caudales de contestación pública hayan confluido en unas mismas aguas.
Pero lo que da un barniz específicamente valenciano al cambio es la eclosión de Compromís, que ha obtenido 19 diputados además de la alcaldía de Valencia. “Durante muchos años centenares de militantes del Bloc Nacionalista [socio mayoritario de la coalición] han realizado un trabajo de hormiga en los municipios hasta crear un fuerza política constante, de confianza y que no sopla al aire”, teoriza Mira. Algo con lo que coincide el músico Miquel Gil, quien además destaca “el tirón mediático de Mònica Oltra”. Una alineación perfecta de los astros políticos: una buena candidata al frente de una base sólida de implantación local. “Y la situación de centralidad de la izquierda, entre el PSOE y Podemos”, que para Romero ha sido el factor determinante para atraer el voto útil. Eso y que la sociedad perciba Compromís como una marca propia, singular, de fuero valenciano. “Si saben gestionarlo bien, pueden ser en la izquierda lo que Coalición Canaria es en la derecha, es decir, la fuerza clave de un territorio”, aventura Romero.
A desescombrar
¿Cómo gestionar este patrimonio? ¿Cuáles son las expectativas inmediatas sobre un propuesta política de garantías? Los agentes consultados coinciden en que aún es demasiado pronto para aventurar predicciones. “De momento existe una mayoría electoral. Falta ver si será capaz de convertirse en hegemonía política y conformar un relato de país”, enuncia Romero. Y Mira aporta claves como “la necesidad de dar una imagen de coherencia que relegue la lucha de egos e iniciar una primera etapa de eficacia pública”. Se trata, en su opinión, de ser efectivo frente a los desahucios, incentivar los comedores sociales o resolutivo con las promesas a los dependientes”. Esto y trasladar “cierta idea de sinceridad, es decir, que si no hay dinero para ciertas cosas, se explica con toda naturalidad”.
Ximo Puig presidirá la Generalitat Valenciana
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De hecho, el déficit del País Valenciano alcanza los 40.000 millones y a 1 de enero de 2016, el Consell dispondrá de 4.000 millones menos para prestar los mismos servicios en Educación y Sanidad. En ese sentido, Ximo Puig, señaló como prioridad esencial de la legislatura negociar un sistema de financiación que no sea mortificante para las cuentas valenciana. “Estamos exhaustos de ofrendar nuevas glorias a España y de ser el Levante feliz”, fue una de las frases de Puig más aplaudidas durante su investidura.
En esa línea de transparencia y reivindicación, Miquel Gil aboga “por un ejercicio diario de generosidad política” entre los partidos de gobierno. “Que los equipos sean híbridos, mestizos. Es lo que quiere la gente, candidaturas de unidad popular”. “La ciudanía ya no desea mayorías absolutas”, explica Romero, quien defiende como positivo que los ayuntamientos estén gobernados “por tres o cuatro fuerzas que deban ponerse de acuerdo”. “Es lo normal en Europa. Lo que no era normal es el bipartidismo y la alternancia de poder heredada de la Transición”, enuncia.
¿Será el País Valenciano la Finlandia del sur, cómo desea Ximo Puig? ¿Acaso la capital mediterránea de la bicicleta, como preconiza Joan Ribó, nuevo alcalde de Valencia? Aunque esto ocurra, la cuadrícula y el sopor son ajenos a la sociedad valenciana, tal y como defiende Xavi Castillo. “No será todo tan auténtico y desaforado como con el PP, pero siempre habrá nuevos personajes para la sorna”. Y no va desencaminado. El furibundo ataque de Carolina Punset contra el valenciano, a cuyos hablantes llegó a llamar “aldeanos”, o las recientes declaraciones del arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, al asegurar que el aborto “no es compatible con la ecología”, son algunos ejemplos. “Vamos a vivir momentos muy divertidos, será una fiesta”, pronostica Castillo.