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Mercados del mundo

Freddy Mercury (quizá) estuvo allí

El mercado Darajani, en Stone Town (Zanzíbar).

Hay nombres legendarios que permanecen indefectiblemente ligados a nuestra memoria romántica y aventurera. Tanganica es uno de ellos; Zanzíbar, otro.

En ciertas películas de safaris (¡Hatari!, Mogambo) y en alguna aventura de Tarzán, ambos escenarios siguen separados, aunque fuera del celuloide sus destinos se unieron en 1964, cuando convergieron primero en la República Unida de Tanganica y Zanzíbar y fusionaron después sus nombres para crear el topónimo actual, Tanzania, país en el que la también conocida como "la isla de las especias" constituye una región autónoma.

El exterior del mercado de Darajani. / INGENIO DE CONTENIDOS

Isla de las especias… una denominación evocadora, más exótica que otra de la que también se hizo merecedora, isla de los esclavos. Porque Zanzíbar fue un importante centro negrero del mundo árabe, y no uno cualquiera: se calcula que 50.000 esclavos pasaban cada año por sus mercados, y David Livingstone cifró en 80.000 el número de africanos que morían anualmente antes de llegar allí para ser vendidos.

Las huellas de ese atroz pasado siguen vivas en las calles de la capital, Ciudad Zanzíbar, cuyo barrio viejo, Stone Town, alberga una catedral anglicana construida sobre el antiguo mercado de esclavos.

No lejos se encuentra el Bazar Darajani, el más importante de la ciudad. Como casi todo en esa parte del mundo, tiene varios nombres: en inglés, Estella Market, en honor a la condesa Estella, hermana de Lloyd Mathews, en su día Primer Ministro de Zanzíbar; en suajili, Marikiti Kuu, simplemente, mercado principal.

Aquí sí que hay de todo, y no en la botica de nuestro refranero. El mercado, que abre sus puertas en ese emplazamiento desde 1904, es el lugar perfecto para encontrar desde material eléctrico hasta gallinas vivas que los vendedores traen en sus motos dentro de unas cestas gigantes que hacen de paquete.

Las frutas, presumidas, son irregulares y se exhiben amontonadas, poco que ver con las piezas sacadas de un mismo molde, enceradas y arquitectónicamente apiladas a las que los occidentales estamos acostumbrados. Los trozos de carne, cortados con más fuerza que maña, cuelgan de ganchos poderosos, amenazantes. Y los peces y cangrejos, algunos de ellos con el color del mar pegado a la piel, esperan comprador mientras los pescaderos, cansados quizá por ser también pescadores, dormitan sentados sobre el pequeño murete que separa un puesto de otro.

Vendedores de pescado en el mercado de Darajani. / INGENIO DE CONTENIDOS

Casi todos los clientes son zanzibareños, este mercado es el suyo, aunque por él pululan no pocos turistas que miran, se asombran, fotografían y, maldita sea su estampa, no compran. El contraste es sangrante, y al parecer inevitable en una región donde la pobreza es el principal problema (el salario medio no supera el dólar diario) y el turismo se ha convertido en la principal fuente de ingresos.

Un bazar turco (y no es el que usted está pensando)

Un bazar turco (y no es el que usted está pensando)

Lo cual no impide que ya de noche, lugareños y foráneos se reúnan en los Jardines Forodhani donde cada día, al caer el sol, surgen de la nada decenas de puestos de comida, muchos de fruta, otros tantos con parrillas en las que preparan los sabrosos pescados locales, calamares, gambas, langostas, cangrejos, también kebab, falafel… Todo a la luz tan escasa como magnética que proyectan las lámparas de gas, suficientes para que familias enteras de autóctonos organicen su picnic y los turistas tengan la impresión de que, al menos el tiempo de una cena, antes de volver a sus hoteles-fortaleza, han compartido la vida y costumbres de los dueños de esa tierra mítica.

Barbacoas en los Jardines Forodhani, en Stone Town (Zanzíbar). / INGENIO DE CONTENIDOS

Eso, y el interés por el hijo más internacional de esta ciudad: Farrokh Bulsara, más conocido como Freddie Mercury, que apenas vivió aquí pero cuyo recuerdo explotan (se puede visitar su casa) y al que reivindican, sabedores de su tirón, a pesar de que era (homosexual) y representaba (el sistema de vida occidental) mucho de lo que este territorio, mayoritariamente musulmán, rechaza.

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