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Xoel López: un verano de paciencia, 'pingüino' y 'Paramales'

El cantante Xoel López, en una foto de promoción.

"Aquí, en Madrid, chupando calor". El músico Xoel López contesta al teléfono a las doce de la mañana, mientras corre a casa a refugiarse del sol que empieza a hacerse notar en la ciudad. Lleva meses de duro trabajo, desde el pasado enero, para lanzar su nuevo disco, Paramales. Y hasta el próximo enero, ya lejos del asfalto derretido, seguirá ensayando y tocando sin descanso, primero en festivales y luego en salas. Nada de vacaciones, salvo un breve viaje de cinco días a Euskadi antes de su concierto en el festival Sonorama el próximo 15 de agosto. 

El oficio obliga a este cantautor gallego, antes conocido como Deluxe, a quedarse pegado al suelo de Madrid, cada vez más vacío. "Los músicos somos como los hosteleros, trabajamos cuando los demás descansan, fines de semana, de noche y en verano", bromea. Su rutina estival alterna trabajos de producción "delante del ordenador y tirando de pingüino" con ensayos de "perfeccionamiento" y bolos en Santander, Aranda de Duero (Burgos), San Vicente do Mar (Pontevedra). Entre salida y salida, calor: "Me vine aquí con 20 años y no recuerdo un verano como este. En casa tenemos incluso una cancioncita que se llama Verano infernal". Esa no está en el disco.  

El pasado junio presentó Paramales, el segundo disco bajo su firma y el número 13 de su carrera. Un trabajo de fusión más radical que el anterior, Atlántico, en su tendencia hacia el folclore latinoamericano. Todo lo que merezcas coquetea con la ranchera en su tonalidad y su despecho, en Antídoto manda el acordeón argentino, mientras en La casa hace ruido cuando no estás se deja oír un aire de flamenco mezclado con un acento bonaerense.

No es casual que comience con un tema llamado Patagonia: López estuvo viviendo en Argentina hasta el invierno pasado, su mujer es de Buenos Aires y viajaron juntos a esa región. Desde su regreso, ha tenido poco aire fresco: la vida ha girado en torno al estudio de grabación. Primero, una premaqueta en casa; después, una maqueta; por último, el disco, construido en los estudios Reno, en el barrio madrileño de Pueblo Nuevo. 

"Un disco es lo más trabajoso, la parte más dura. No tanto físicamente, que también, como psicológicamente. Sabes que es lo que va a condicionar los próximos dos años de tu carrera, al menos. Es difícil decidir cuándo está terminado", explica. Cuando por fin salió de las paredes acolchadas del estudio, el pasado junio, con el niño en brazos, tuvo que enfrentarse a una tarea farragosa: la promoción. No se le da bien, dice, "intelectualizar el rabajo": "Normalmente se crea desde un sitio muy visceral, desde lo abstracto. Explicarte es difícil".

Lo único bueno de pasar un verano entregado a la faena (y que trata de sortear con alguna cena "con la poquita gente que queda en Madrid") es ir descubriendo el potencial de sus canciones en directo. Patagonia, por ejemplo: "Como es medio acústica o medio folk, no sabía cómo iba a funcionar en directo, y sin embargo me sorprende porque es una canción grande, con profundidad". A serea e o mariñeiro, una exploración de ritmos, percusiones y electrónica no tan habitual en su repertorio, sin embargo, se le resiste: "Nos tiramos a la piscina, y hay que hacerlo sonar en directo, con la banda, a base de mucho trabajo". Para el Sonorama, sin embargo, prepara un show completamente en solitarioshow . Más ensayos, más nervios.

Un trabajo (la palabra sale una treintena de veces durante la conversación) que se prolongará, al menos, hasta enero. Después de un verano de festivales, el músico afrontará en otoño la presentación del disco en salas, con entre 15 y 20 conciertos ya apalabrados. Después, de nuevo Argentina, lejos del alboroto discográfico y cerca de nuevo de ese folk largo y calmado que encontró en Patagonia. 

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