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Derechos humanos

De Yugoslavia a Siria, ayudando a las refugiadas

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Rada Boric ha sido considerada como una de las siete activistas feministas más influyentes del mundo según la revista Forbes. Comenzó a trabajar ayudando a las mujeres víctimas de agresiones sexuales durante la guerra en la antigua Yugoslavia a través del Centro para las mujeres víctimas de la guerra en Zagreb, la capital croata. Desde entonces, tanto ella como su organización han apoyado a las víctimas de las violaciones masivas para poder empezar de nuevo sin el mantra de la discriminación.

Ahora, se encargan también de ayudar a los refugiados sirios que cruzan su país con destino el norte de Europa y, en contra de lo que se ha dicho, defiende que muchos de sus compatriotas están totalmente volcados en la asistencia de los refugiados. “Generalmente los están tratando bien [a los refugiados sirios]; son los políticos los que los tratan mal. Muchos de ellos, en la frontera les están ayudando y les dicen: 'Yo fui refugiado, sé lo que significa, sois más que bienvenidos'”, explica a infoLibre horas antes de una conferencia organizada por la Asociación de Mujeres de Guatemala y La Casa Encendida, dentro del ciclo Mujeres contra la Impunidad.

Cuenta que el aluvión de refugiados de estos últimos meses se debe, en gran parte, al enquistamiento de la guerra en Siria que comenzó hace ya cuatro años. “Cuando ves que la situación no está cambiando ni hay voluntad política para que lo haga, cuando escuchas a los medios o a la gente en la calle que se preguntan por qué los jóvenes no luchan y defienden su país, la respuesta sería: ¿Qué país defendemos? Porque hay, al menos, tres formaciones militares luchando allí”, añade. A todo ello habría que añadirle las últimas actuaciones de Rusia, que el pasado mes de septiembre comenzó a bombardear la región para atacar, supuestamente, los asentamientos del Estado Islámico.

Con este panorama tan sombrío, a los refugiados sirios que llevaban varios meses o incluso años en campos de refugiados en Turquía, vieron una salida esperanzadora con el giro en la política migratoria de Alemania. Sin embargo, Boric advierte que tras amable gesto de Merkel hay una estrategia económica a medio y largo plazo: mientras la población alemana está envejeciendo, los refugiados sirios –jóvenes y con una formación excelente- podrían convertirse en nueva mano de obra con menos exigencias salariales.

Pero para llegar a Alemania, los refugiados tienen que atravesar como buenamente puedan toda la península balcánica y es ahí donde el plan flaquea y se producen escenas absolutamente dramáticas. Por ello, la activista asegura temer que para frenar el flujo migratorio puede que “Alemania y la Unión Europea estén negociando un acuerdo político con Turquía para evitar que vengan más refugiados y que así [Turquía] consigan algunos privilegios relacionados con la reapertura de las negociaciones para formar parte de la Unión Europea”.

Los hijos de la violencia sexual

Boric y su centro llevan dos décadas luchando para incluir una perspectiva de género en la ayuda humanitaria. Recuerda, por ejemplo, que en los paquetes que se daban a los refugiados bosnios durante la guerra había, entre otras cosas, una botella de aceite o de leche, pero no así compresas o tampones. “¡A nadie le dio por pensar que las mujeres seguían teniendo la regla!”, apostilla. Aquella guerra se convirtió en un paradigma de la violencia sexual contra las mujeres. Alrededor de 40.000, tanto bosnias como croatas, fueron violadas por las tropas serbias como una de las estrategias para conseguir la limpieza étnica. “Según el patriarcado, las mujeres somos las que hacemos que perviva la nación y la etnia. Así que, si te violo eso significaría que también estoy violando a tu nación”, responde cuando le preguntan por qué las mujeres se convirtieron en un objetivo militar.

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Diversas ONG denunciaron entonces la existencia de campos de concentración destinados exclusivamente a las violaciones que contaban hasta con ginecólogos para atender a las mujeres embarazadas. Hay testimonios de víctimas que afirman que las mujeres eran retenidas hasta los últimos meses de gestación, cuando el aborto era una opción inviable. Aún a pesar de que la violencia sexual era algo vox populi, no existen cifras fiables sobre el número de niños que nacieron de aquella barbarie. “Muchos de los niños fueron dados en adopción, aunque algunas mujeres se quedaron con ellos. Lo que no me gustó, ni durante la guerra ni justo cuando terminó, era cuando los medios de comunicación de otros países llamaban preguntando por una mujer que hubiese sido violada y hablase inglés para poder entrevistarla por la radio. Y yo les preguntaba: '¿Por qué? Están en un proceso de curación, ¿por qué reavivar el trauma una y otra vez? ¿Qué es esta pornografía de las violaciones de la guerra?'”, critica Boric.

“Veinte años después, ni en Croacia ni tampoco en Kosovo las mujeres no han recibido compensación alguna por los crímenes que cometieron contra ellas. Sólo hubo algún pequeño gesto de reparación en Bosnia”, cuenta. Sin embargo, en Croacia acaban de elaborar una ley para amparar a las víctimas de violencia sexual, tanto hombres como mujeres, que incluye desde ayuda médica gratuita hasta una pequeña pensión mensual. El problema es comprobar dos décadas más tarde quiénes fueron las víctimas, ya que como señala indignada Boric, “si te violaban en alguna aldea ¿a dónde ibas a buscar un médico que te hiciese un documento? ¡No sabían que hacer!” De manera que la ley, además de llegar tarde, lo hace con medidas de apoyo que mucho, muchísimo antes, ya habían brindado asociaciones como la de la propia Boric, que se encargó de preparar a las mujeres que testificaron en el tribunal ad hoc para la antigua Yugoslavia, les dieron asistencia psicológica y pusieron en marcha proyectos como el Tribunal de Mujeres el pasado mes de mayo en Sarajevo.

Boric concluye con una anécdota que da cuenta de lo importante que ha sido una perspectiva de género en esta materia: “El ministro [de cuyo departamento dependía la nueva legislación] nos preguntó qué pasaría si una mujer mentía y decía que había sido violada. Yo le respondí: '¿Quién va a querer mentir sobre algo así? ¿Quién va a querer mentir por una pensión ridícula de 100 euros al mes? Y si lo hace, es porque esa mujer está realmente desesperada'”.

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