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Pere Portabella presenta un nuevo ‘Informe general’ para una segunda Transición

Toma de la Marcha del cambio de Podemos el 31 de enero de 2015 en 'Informe general II'.

Han sido dos los momentos en los que el realizador catalán Pere Portabella (Figueres, 1929) ha sentido que "la cosa iba en serio". La cosa política, se entiende. Uno, en 1976, tras la muerte de Franco, cuando, en medio de la incertidumbre y el miedo, empezó a vislumbrarse que la democracia era más que el sueño de unos cuantos. Otro, en 2014. Cuando vio que el 15-M, lejos de fracasar, estaba cristalizando, cuando intuyó que algo podría salir de ese caldo de manifestaciones y movimientos que llevaba fraguándose tres años. En el 76 se lanzó a la calle para rodar su documental Informe general sobre algunas cuestiones de interés para una proyección pública, que se convirtió en un documento básico para comprender las tensiones políticas de la época. En enero de 2014 hizo lo mismo. El resultado es Informe general II: El nuevo rapto de Europa, preestrenado en el Museo Reina Sofía el miércoles y que se proyectará de nuevo el viernes.

Hay diferencias, claro. Empezando por Portabella, que tiene 40 años más, retrospectivas en varios museos y un pasado como senador y diputado en el parlamento catalán. Pero la principal la señala el director: "Entonces se estaba construyendo la sociedad democrática, y ahora vemos cómo todo eso se ha degradado". Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, añade otras: "Hemos pasado de que la información se oculte, a un exceso de información. Los elementos de poder eran los grandes edificios, y eso ha cambiado". Si Portabella retrató en el primero el Valle de los Caídos, el Pardo o las ruinas de Belchite, en el segundo se ve sobre todo la calle. La calle ocupada por un "nuevo sujeto político": "la gente".

El director de El sopar o Nocturn 29 observaba, fascinado, cómo el 15-M comenzaba a crecer más allá de Sol. "Las concentraciones no eran las clásicas corporativas, sino auténticas performance. Tenían una convocatoria amplísima, transversal", recuerda. No planteaban, tampoco, reivindicaciones concretas. Lo que para muchos fue un fallo básico del movimiento —criticaban su falta de propuestas, su indefinición—, a los ojos de Portabella se convirtió en fortaleza: "Era la manifestación seria de un estado de ánimo, entre la ilusión y la creencia de que otra cosa es posible". Él cree que no se equivocan. Y decidió ser testigo de ese cambio con un rodaje que ha durado más de un año, entre febrero de 2014 y septiembre de 2015.

Un nuevo elenco

Los escenarios interiores de 1976 eran despachos con muebles de barniz oscuro, edificios aislados, el salón de una casa asaltado para una asamblea improvisada, un coche que cruzaba una ciudad a oscuras. Las voces que discutían en ellos sobre cómo pasar de la claustrofóbica dictadura a la democracia habían estado calladas durante años, y algunas hablaban aún desde la clandestinidad. Estaban, sí, José María Gil-Robles, al que le quedaba solo un año de vida política, y Santiago Carrillo, poco antes de que sea legalizado el Partido Comunista. Pero los protagonistas (hombre en su inmensa mayoría) son Felipe González, Ramón Tamames, Enrique Tierno Galván, Nazario Aguado... Representantes de un cosmos de izquierdas lleno de siglas e impulsores de un sistema de partidos que ahora sufre visibles achaques. 

Y lo dice Portabella: "A mí los partidos me la soplan". Se refiere a que su cásting de 2016 no ha sido decidido por ese motivo. Podemos es la única formación representada, con seis miembros de su Consejo Ciudadano: Íñigo Errejón, Jorge Lago, Edu Maura, Nagua Alba, Germán Cano y Eduardo Fernández Rubiño, hoy candidatos al congreso o diputados regionales, charlando entre sí. Está también Simona Levi, aunque aparece como activista e investigadora, no como fundadora del Partido X. Aparece Carme Forcadell como presidenta de la Assemblea Nacional Catalana, antes de que fuera presidenta del parlamento catalán por ERC. Y Ada Colau, cuando era una activista contra los desahucios y no alcaldesa de Barcelona.

Pero también personajes que han quedado fuera de cualquier institucionalización de la revuelta. La filósofa Marina Garcés, y la activista Itziar González, exconcejala barcelonesa y miembro de la plataforma Institut Cartogràfic de la Revolta, y el economista Daniel Raventós, y el filósofo y activista queer Paul B. Preciado... "Importan ellos", dice el director. Y sus ideas, que acampan en museos, cafés, y desordenadas sedes de medios independientes y asociaciones. El paisaje ha cambiado. 

El dilema de la institución

El documental comienza, precisamente, tomando un elemento del paisaje como símbolo. El Museo Reina Sofía —la institución propuso un proyecto a Portabella, que terminó convirtiéndose en el filme—, es el ejemplo de un cambio de paradigma. El museo se toma como ejemplo de gran institución, construida sobre un antiguo hospital y apuntalada con un "Scalextric monumental" de Jean Nouvel, capaz de albergar un murmullo de renovación. Las jornadas El nuevo rapto de Europa, celebradas en marzo de 2014, funcionan como prólogo a la película. En ella participan Ada Colau, el filósofo Antonio Negri, que comienzan a barruntar un posible cambio desde el sistema.

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Para Portabella, hubo un momento en que la quierba se convirtió en irreparable. Fue en 2010, cuando el Tribunal Constitucional tumbó parte del Estatuto de autonomía después de que este pasara por el parlamento catalán, el español y, sobre todo, un referéndum. "No puede echar por tierra algo que la gente ha votado", dice el realizador, que dedica parte del metraje a la cuestión independentista, como hizo en 1976. Ese momento, a su juicio, fue una advertencia de que las estructuras institucionales no deben asfixiar los movimientos que se operen en su interior. 

Marina Garcés e Itziar González conversan sobre la flexibilidad de las instituciones —las que asaltarían, en algo más de un año, Colau y el entonces inexistente Barcelona en Comú— en un café con vistas a la plaza del museo. "Habría que llevar a los activistas a la plaza", dicen. A la misma a la que luego llegan las Marchas de la Dignidad, la misma que luego ocupa un mítin de Podemos. "Para rodar, me instalo en la calle, que es donde se realiza el gran cambio. En la ocupación del espacio, y ahora de las instituciones", dice Portabella. No por casualidad es productor de la película No estamos solos, de Joan Pere Ventura, una cartografía de la protesta ciudadana desde Can Vies hasta la marea blanca.  

Hay un último elemento en esta historia. Un extraño líquido transparente se extiende por la pantalla en la secuencia final. Las finas láminas que forma una vez enfriado son recortadas y ensambladas por máquinas. Son urnas. Urnas sobre las que Portabella proyecta el magma heterogéneo de las manifestaciones de los últimos años y que quizás sean utilizadas en las próximas elecciones generales. El Informe general II no estará en pantallas todavía (llegará en febrero a un puñado de ciudades españolas, tras pasar por el festival de Róterdam). Quizás el murmullo de una nueva Transición se note entonces, o quizás no. Quizás llegue la reforma constitucional por la que aboga Portabella, miembro de la comisión que redactó la del 78, alegando que aquella "debía servir para 10 años". No le preocupa el tiempo: "Lo que no se puede hacer es fijar una fecha en el calendario", advierte el director. Pero no vacila en su optimismo: "Estamos mucho mejor que hace tres años porque la gente se ha revoltado. Esto no lo para ni Dios".

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