Desde la tramoya

¡Ay, pobre! El efecto electoral del puñetazo

La prueba de que el puñetazo pudo dolerle a Rajoy, pero no tanto al PP, es el enorme ejercicio de Photoshop que hizo este jueves el diario ABC en su portada, tiñendo de rojo sangre el rosado que ese cretino dejó en la cara del presidente del Gobierno cuando le propinó un puñetazo con toda sangre fría el miércoles en Pontevedra. Para ser justos, también otros periódicos, como El País, utilizaron los filtros habituales de colores para realzar el dañoEl País, sobre la fotografía original de Mónica Patxot, de Pontevedra Viva. Quizá los colores suaves de esa foto original no eran suficientemente ilustrativos para merecer la primera

¿Cómo puede afectar un acontecimiento así al resultado de domingo? Nadie puede aventurarlo a ciencia cierta, pero lo cierto es que esas agresiones suelen generar un efecto que llamamos “cierre de filas”. Ya hemos hablado aquí mismo de él.

Se recordará que en 2009, Silvio Berlusconi, siendo aún primer ministro de Italia, recibió de otro loco un golpe en la boca, aquella vez con una reproducción de alabastro del Duomo de Milán. Berlusconi entró en el coche con la boca ensangrentada y con cara de pánico. Su nivel de aprobación subió de inmediato siete puntos, desde el 48,6% al 55,9.

Cierre de filas

Algo parecido sucedió con la valoración de Aznar cuando en abril de 1995 ETA intentó asesinarle con una bomba al paso de su Audi blindado. Aznar salió por su propio pie y no sufrió daños. Aunque no era entonces presidente, sino sólo candidato, su nivel de aprobación subió tras el atentado del 4,4 al 4,8 sobre diez. Puede parecer poco, pero casi medio punto de subida en esos índices tan estables es un hito.

Quizá alguno de los receptores del tracking diario que estos días hacen algunos encuestadores estén hoy mismo viendo ese efecto en sus datos. No lo sé. Pero lo cierto es que si el infame golpe que ese imbécil le dio a Rajoy –que según parece resulta ser familia política del presidente– tiene algún efecto electoral, ése es con seguridad el cierre de filas de algunos votantes a favor del presidente. Como es natural, la gente siente lástima por el agredido. Y es más que probable que unos cuantos miles de votantes que dudaban si votarle, hayan decidido poner la papeleta del PP en la urna el domingo.

Es también seguro que eso no va a cambiar sustancialmente el resultado. Nadie sabe lo que va a pasar. Ni los partidos, ni los opinantes, ni los analistas ni los encuestadores. Nunca se han producido en España unas elecciones con tan inciertos pronósticos. Sabemos, sí, que el Congreso que veremos en enero no tendrá nada que ver con el actual, y que allí vamos a ver a cuatro líderes con ambición y con ganas de abrir un capítulo nuevo de la historia de España. Pero nadie sabe muy bien quién y cómo lo va a protagonizar. Ya queda poco para que lo descubramos.

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