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‘Francamente, Frank’, de Richard Ford

'Francamente, Frank', de Richard Ford.

Sonia Asensio

Francamente, FrankRichard FordAnagramaBarcelona2015

En el año 2006 conocí a Frank Bascombe en Acción de gracias, título que cerraba una trilogía con sus dos novelas anteriores: El periodista deportivo (1986) y El día de la Independencia (1995). Todavía no las había leído, pero provocada por las buenas críticas y deseosa de leer algo distinto a lo último que me había ocupado la feliz y maternal treintena, embarqué a la preciosa tripulación del Club de Lectura Juanelo Turriano al asedio de esta asombrosa novela. Y el resultado fue conmovedor, porque me enamoré de la novela, del protagonista y del autor. Frank Bascombe quedó en la nube de los personajes literarios que uno lleva consigo cuando una novela ha sabido tocar lo más profundo y sabes con certeza que has leído unas páginas que significarán un antes y un después en la elección de la próxima lectura. Cuando me enteré de que Frank Bascombe había vuelto, simplemente sonreí. Podría despedirme de él.

Lo mismo que pensé leyendo Acción de gracias ha venido dándome vueltas en Francamente, Frank: ¿por qué me ha emocionado tanto una novela aparentemente tan lejana a mi realidad en todos los sentidos? Un hombre, jubilado de sesenta y ocho años, periodista deportivo, agente inmobiliario, novelista frustrado, estadounidense, divorciado y casado por segunda vez… No son detalles mínimos pues todas estas cuestiones importan para transitar por la vida de Bascombe.

Me reencuentro con mi protagonista "disfrutando del Siguiente Nivel de la vida y previsiblemente el último". En estos momentos Frank, que se había mudado a Haddam, recibe la llamada del que fuera el comprador de su casa en Sea-Clift, ciudad inventada por el autor, y situada en la misma costa de Nueva Jersey donde el huracán Sandy azotó con fuerza esa zona, arrasando todas las viviendas y devastando sueños, vidas y hogares.

A partir de aquí y durante cuatro historias en los días que sirven de marco a la Navidad, Frank mantendrá contacto con cuatro personas a las que realmente no desea ver. Se debate entre lo que quiere hacer y lo que finalmente decide, sin mucha convicción. La persona que había comprado su antigua casa, una mujer que anteriormente había vivido en su residencia actual, su exmujer y un antiguo amigo moribundo lastrado en la cama con una grave enfermedad.

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No me parece en absoluto circunstancial o fortuito situar estas cuatro historias en los meses posteriores al citado huracán que trajo la tragedia a la costa norteamericana. Porque la tragedia forma parte de la vida y las cuatro que se nos presentan se unen apenas por un hilo que denota término, final, drama o miseria. El huracán, el desastre, el estrago, como metáfora de cuatro historias contemporáneas arrasadas por cuatro tragedias también de nuestro tiempo: la crisis financiera, los desastres naturales, los dramas familiares, el Alzheimer, la enfermedad y la muerte. Pero no deben pensar los futuros lectores de esta sagaz novela que todo está escrito de manera conmovedoramente funesta. Richard Ford se sirve, como siempre, de un humor fino que te hace sonreír de cuando en cuando y sobre todo de una exquisita ironía que trasluce una crítica a la sociedad del bienestar norteamericana siendo realmente sutil en temas que tratan la política de Obama (deslizando siempre sus críticas hacia Republicans and W), el racismo o la política internacional donde autor y personaje (confundidos, creo) atacan sin suavidad las guerras libradas en Afganistan, Siria o Nueva Zelanda. No en vano, Frank Bascombe dedica su precioso tiempo de jubilado a ir al aeropuerto como voluntario para recibir a los soldados que retornan de Irak o de Afganistán, entregándoles un ejemplar de We Salute You, dejándonos constancia de que sorprendentemente muchas veces nadie va a esperarlos. También escribe para esta revista un artículo mensual, "¿Por qué es noticia, eso?", enredándonos en las terribles emociones y choques realistas que sienten los veteranos que vuelven de Waziristán y veinticuatro horas después tienen problemas para renovar en su país el carné de conducir.

Todo esto mientras espera reducir sus emociones al mínimo y por qué no, incluso sus palabras. Porque "cuando uno se hace viejo, se encuentra inmerso en las acumulaciones de la vida". Pero aún así la novela camina a través de citas de poetas: "El lenguaje imita el desorden público. Las relaciones nunca acaban". Y a través de frases magníficas que le hacen a uno preguntarse cómo será vivir, cómo habrá sido vivir, en una casa junto al mar y poder decir o escribir o pensar que "la bahía de Barnegat es un mar de lentejuelas agitado por el viento…" mientras lo miras desde el coche escuchando a Copland.

*Sonia Asensio es profesora de literatura del IES Juanelo Turriano de Toledo.Sonia Asensio

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