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Literatura

Blai Bonet y ‘El mar’, entre Pasolini y Faulkner

El escritor mallorquín Blai Bonet.

Cuando habla del escritor Blai Bonet (Santanyí, 1926 - Cala Figuera, 1997), su traductor al castellano, Eduardo Jordá, invoca los nombres de Faulkner y Pasolini como vías para entender la obra del autor mallorquín. ¿Por qué? Primero, porque es probable que al interlocutor el nombre de Blai Bonet le diga poco o nada. Segundo, porque el gótico oscuro y espeso del estadounidense, y la religiosidad irreverente mezclada con el erotismo homosexual del italiano aclaran con eficacia ante qué tipo de literatura se encuentra el lector. Y explican también por qué era imposible que lograra un éxito comercial y de crítica en los sesenta. "No se ajusta tampoco a las categorías actuales", advierte Jordá. Y mucho menos lo hacía cuando se publicó El mar, en 1958, la novela que ahora traduce al castellano el sello Club Editor en un intento de hacer viajar a Bonet más allá de Cataluña. 

Nos encontramos ante "una de las novelas más importantes que se han producido en la península durante la posguerra", en palabras de María Bohigas, de Club Editor, una novela que ha sido traducida a 10 idiomas, y que continúa siendo una desconocida para el lector en castellano. Bohigas y Jordá quieren "corregir esa anomalía". Porque no es la primera vez que El mar —una narración que tiene como telón de fondo la posguerra pero que se centra en la relación de dos jóvenes recluidos en un hospital para tuberculosos— se traduce al castellano. Pero es casi como si lo fuera. Plaza & Janés editó en 1999 una traducción del mismo Jordá, pero, pese a que casi coincidió con el estreno en cines de la versión de Agustí Villaronga (El mar, 2000)El mar, apenas tuvo repercusión. El traductor no sabe explicar por qué, y María Bohigas, de Club Editor, apunta a que la publicación coincidió con el "retroceso" de Plaza & Janés, que en 2001 pasaría a formar parte de Random House Mondadori. "A veces pasa que la editorial no tiene en ese momento el carácter necesario para tirar de una obra determinada", señala.  

Ahora es distinto. Es cierto que Club Editor es un sello independiente en catalán, pero tiene historia —fue fundada en 1959 por Joan Sales y Xavier Benguerel; fue el mismo Sales quien aconsejó a Bonet que redujera su manuscrito de 700 páginas de El mar— y, sobre todo, un propósito. Con su colección La Montaña Pelada se propone dar a conocer al lector en castellano obras esenciales de la literatura en catalán. Además, en Cataluña se lleva operando desde hace unos años una recuperación del autor: Club Editor acaba de publicar, además de El mar, Judes i la primavera, tercera novela del autor; Edicions de 1984 publicó la Poesía completa en 2014, 1.376 páginas que reunían por primera vez su obra lírica; El Gall Editor ha vuelto a poner en circulación sus dietarios: Els ulls, La mirada, La motivació i el film, Pere Pau y La vida i els meus instants. No se han anunciado aún traducciones de los poemas o diarios, pero Club Editor prepara versiones en castellano de Míster Evasió y Haceldama en paralelo a las reediciones catalanas. "Todo indica que esos apáticos y displicentes escribas que clasifican las reputaciones literarias van a tener que rectificar su dictamen", anuncia Jordá en el posfacio de El mar, "Y muy pronto se verán obligados a decir que Blai Bonet (...) fue uno de los más grandes escritores que hemos tenido, en el último medio siglo, en este extraño país que llamamos España". El homenaje celebrado el martes en La Casa Encendida de Madrid, junto a Villaronga y la actriz y directora teatral Blanca Portillo, es un comienzo. 

Las razones por las que el mallorquín no ha sido bendecido por esos escribas de reputaciones literarias son variadas, pero el traductor no duda en señalar el problema catalán como uno de los obstáculos que se han interpuesto entre Bonet y la gloria:" Sigue habiendoun malentendido con la literatura en catalán, y es por la endiablada situación política. El lector en castellano piensa que no le importa un pimiento la literatura en catalán, y el lector en catalán piensa que no le importa un pimiento la literatura en castellano. Eso es un error, y un horror, y está influenciado por los intransigentes de uno y otro lado". José Agustín Goytisolo tradujó a Bonet y lo incluyó en Veintiún poetas catalanes para el siglo XXI (Lumen, 1996). Tuvo buenas relaciones con autores como Camilo José Cela o Gonzalo Torrente Ballester. Y sin embargo ha permanecido inédito en castellano durante décadas. 

El interminable final de Pasolini

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No es el único motivo. Jordá insiste en esa resistencia del escritor a encajar en ninguna categoría. ¿El mar es una novela sobre la Guerra Civil? "Sí", dice Jordá, "pero de forma tangencial". Los protagonistas, Manuel Tur y Andreu Ramallo, están marcados por haber presenciado la feroz represión tras la guerra, y la sangre se huele en las páginas del libro. Pero el conflicto no se describe de forma directa. ¿Es El mar una novela sobre la homosexualidad? "En cierto modo, y estoy reduciéndolo a un gueto al que él no querría verse recluido. Pero la encuentras llena de reflexiones religiosas sobre el pecado y la espiritualidad". ¿Es literatura religiosa, entonces? "Quizás, pero profundamente herética". ¿Y autobiográfica? "Aunque se podría considerar literatura de la memoria [el autor vivió la posguerra, y estuvo en el sanatorio de Caubet para curar su tuberculosis], en realidad es una ficción". Esta novela sirve como muestra de toda su inclasificable literatura. ¿Una literatura sin genealogía? No. En palabras de Bohigas, es una familia transfronteriza: "Hay varios autores que han creado una obra insurrecta, libre, que tiene mucho que ver con Pasolini, con la literatura del sur de Estados Unidos [Jordá menciona a Faulkner, a Flannery O'Connor, a Carson McCullers], que reflejan situaciones de violencia aguda y de respuesta personal que no conecta con las luchas políticas de su entorno pero que son una toma de posición".

Una toma de posición sui géneris. Contra la Iglesia, que clasificaba como pecado su forma tan mística de entender la sensualidad. Contra la burguesía, a la que despreciaba. Contra los escritores de la gauche divine, a quienes consideraba superficiales. Pero también contra los literatos comprometidos, con quienes no congeniaba. No entraba en el grupo de los nacionalistas españoles ni por su procedencia ni por su lengua, pero tampoco en el de los catalanes: el gentilicio "hispánico" no hubiera desagradado" al escritor, aventura Bonet. Era cristiano y homosexual, como Pasolini, pero con grandes salvedades: "El problema de Blai Bonet es que ni hizo películas ni tuvo un compromiso político con un partido". El suyo fue un compromiso incómodo: un ácrata —"Espero el día en que desaparezcan todos los Estados, porque ese día desaparecerán todos nuestros males", escribió—a quien el pacifismo alejaba de cualquier movimiento revolucionario de esta cuerda en los setenta. 

También hay que tener en cuenta las circunstancias personales de la vida de Bonet. Durante una década trata de forjarse una carrera literaria en Barcelona, después de haber renunciado a sus inicios como seminarista. El mar ganó el premio Joanot Martorell de 1957. El poemario L'Evangeli segons un de tants (1967) obtuvo el premio Carles Riba. La joven promesa de las letras catalanas —él se definiría más tarde como "el gigoló oficial de la alta costura de las letras"— siguió creando: Haceldama (1959), Judas i la primavera (1963), Míster Evasió (1969)... En los años sesenta agudizó su interés por los experimentos narrativos, alejándose de los lectores y, explica Jordá, del "espíritu de los tiempos". En 1972, decepcionado por el menguante volumen de ventas y por el rechazo de la crítica, decidió alejarse de los círculos literarios y volver a casa. Regresó al número 74 del Carrer de Palma, en Santanyí, y allí siguió escribiendo, sentado junto a su madre a la mesa camilla, recibiendo a un círculo reducido de poetas y pintores, yendo de vez en cuando al cine. El mundo de las letras catalanas seguía bullendo sin él, allí en Barcelona. Él apenas volvió a salir de Mallorca. Y murió solo, en 1997, sin llegar a ver estrenada la película que supondría el inicio de su recuperación, sin ver editada su poesía completa. Sin ver cómo Lou Reed recitaba los versos de su poema "All Brow" (Nova York, 1991) sobre un escenario. 

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