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Talento a la fuga

“En Alemania también hay gente pasándolo mal y trabajando por cuatro duros”

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Tiene una sana ambición profesional y una sencilla fórmula para llegar hasta el lugar que se proponga: el esfuerzo. Con él, Laura García, una granadina de 26 años, ha logrado ir escalando posiciones en el reducido y exigente mercado del arte contemporáneo. Con una licenciatura de Bellas Artes y una especialización en Comisariado y gestión cultural adquirida en Italia, esta joven ha conseguido situarse como manager o directora en funciones de una galería de arte en Berlín, la ciudad hasta la que llegó hace tres años y desde la que atiende a infoLibre por videoconferencia.

Hasta la capital alemana llegó un invierno de la mano de una beca de tres meses con tan solo 23 años. “Más sola que la una, con un ajustado presupuesto y la ayuda de sus padres”, esta granadina se propuso enfrentar la difícil experiencia de empezar de cero en un país distinto. “El principio fue duro. Odiaba su cultura, el país y todo. Venía de España e Italia, soy andaluza y me gusta la calidez humana que nos caracteriza”, confiesa. Pero las dificultades no lograron frenarla en su empeño por hacerse un hueco en el selecto circuito del arte contemporáneo berlinés, así que decidió “lucharlo” en la galería que le dio una primera oportunidad como becaria y en la que ha ido escalando posiciones. “Empecé de asistente, de secretaria, y tres años después me convertí en manager”, afirma orgullosa.

A cambio, y como los cientos de miles de expatriados españoles, Laura paga el precio de alguien que ha elegido emprender una vida lejos de casa. “Esto supone tener una familia básicamente digital. Se pierde el contacto físico y eso es duro”, reconoce. Y, aunque advierte que ella es emigrante por elección, es consciente de que ésta se ha convertido en una opción forzosa para miles de compatriotas. “Yo me fui porque quise”, asegura, “sin embargo, está claro que no apruebo que la gente se marche por obligación. Eso me parece grave, triste y un error. No se dan cuenta de lo que están perdiendo”, matiza.

Tras tres años de estancia, Laura se siente plenamente integrada en el país que se configura como el tercer destino preferente de los expatriados españoles. Sin embargo, reconoce haber sufrido algún rechazo ocasional como emigrante en una Alemania que acoge, al menos, a casi 150 mil españoles. “Aquí son muy típicos los bares con mesas largas compartidas, y un par de veces me han captado el acento y me han pedido que no me sentara. Me han llamado spaniard, que es el modo despectivo para referirse a los españoles”, explica. Una hostilidad que asegura, responde a desagradables excepciones en una sociedad que, marcada por una no tan lejana historia, castiga duramente el racismo y la discriminación.

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Y aunque Laura encontró el éxito laboral en Berlín, prefiere desmitificar el sueño alemán que atrae a miles de españoles huyendo del paro y la precariedad. “Alemania está asumiendo dos extremos: el que sitúa a personas muy cualificadas en puestos de trabajo de alto nivel, y el de los minijobs”, una fórmula de contratación basada en la precariedad y los bajos salarios que, como recuerda, inventó el país centroeuropeo. “Aquí también hay gente pasándolo mal y ganando cuatro duros”, expone. La recomendación es, por tanto, procurarse una alta cualificación e idiomas que, asegura, se exigen cada vez con más.

En su trayectoria profesional, Laura ha huido de costosos títulos de especialización. “El mejor máster se hace en la calle trabajando”, asevera. Y así es como ella se ha especializado en comisariado y gestión cultural. Sin todavía haber finalizado sus estudios, esta andaluza organizaba exposiciones en espacios públicos y con la universidad. “Hacía cosas en la Universidad de Granada, gestionaba exposiciones, me busqué la vida e hice algún proyecto también con el Ayuntamiento cobrando nada y perdiendo mucho”, recuerda. Un esfuerzo que le ha valido para acumular experiencia y hasta para trabajar en el prestigioso Museo Guggenheim de Venecia.

Laura ha optado por vivir en el extranjero y lejos España, el país al que regresa con entusiasmo para participar en Arco, su feria de arte contemporáneo más prestigiosa. “Me encanta ir, porque es como jugar en casa”, confiesa. Mientras tanto, asegura, prefiere atesorar experiencia en Berlín, una de las sedes europeas más importantes de la cultura y la vanguardia. El lugar que le ha dado la oportunidad de gestionar y coordinar un espacio de exposiciones que acude cada año a siete u ocho ferias internacionales paseando el movimiento artístico fotográfico escandinavo, el Helsinki School.

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