Haciendo la historia
Perú, entre Fujimori y el terrorismo
Hacía 15 años que el apellido Fujimori no destacaba en la prensa española tanto como lo ha hecho estos últimos meses. Desde que el expresidente de Perú fue encarcelado por crímenes contra los derechos humanos, el apellido japonés no volvió a suscitar especial atención hasta las elecciones del país este año, cuando entró en escena su hija, Keiko Fujimori.
La conversación de dos amigas que deriva en un affaire lésbico, la extorsión a un millonario por parte de un periodista de escándalos que trabaja al servicio del régimen de Fujimori, y un viejo recitador de poemas que termina su prometedora carrera malviviendo en las sombras del mundo de la farándula. Estas son las tres tramas que combina la última novela Mario Vargas Llosa.
La obra se autodefine como “un mural de la sociedad peruana”, un retrato del Perú de los años noventa sobrecogido por el terrorismo del maoísta Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), sometida además a la corrupción del régimen fujimorista que, entre otras tropelías, fue conocido por el uso extorsivo de la prensa sensacionalista para deshacerse de sus enemigos.
La décimooctava novela de la vasta colección de Vargas Llosa mezcla tintes eróticos con el alcance internacional de un movimiento terrorista que alertó a medio mundo, una burguesía asidua a Miami, y su Perú natal, de donde rescata el nombre de uno de los barrios más emblemáticos y decadentes de Lima: Cinco esquinas.
"El Chino" presidente
El contexto histórico-político de la novela se ajusta a los últimos años de la dictadura de Fujimori-Montesinos, que inicia su andadura política en 1990 y que claudica en el año 2000.
En las elecciones generales de 1990, Alberto Fujimori fue uno de los candidatos a la presidencia de Perú al frente del partido Cambio 90, fundado por él, que en la primera vuelta obtuvo el 29% de los apoyos frente al 34% del propio Vargas Llosa, que lideraba el partido Movimiento Libertad.
A partir de entonces, la campaña de El Chino, como también era llamado Fujimori, caló entre la mayoría peruana más desfavorecida. Las zonas rurales e indígenas recelaban de la vinculación de Vargas Llosa con las altas esferas, lo que llevó al pueblo a decantarse finalmente por el programa del peruano-japonés otorgándole el 60% de los votos —la mayoría más contundente de la historia del país—.
Una vez presidente, Fujimori –que disponía de un mandato de cinco años no renovables— tuvo que hacer frente a uno de los peores momentos de la historia del país. Una recesión masiva del 12% del PIB, una inflación anual del 2,7%, y una deuda externa recrecida hasta los 20.000 millones de dólares, con lo que el presidente intentaría crear "una verdadera economía social de mercado".
Pero la división y la limitación de los poderes del Estado encorsetaban las actuaciones de Fujimori, como también lo hacían las decisiones que tomaban los miembros del legislativo y la judicatura. Esta situación le llevó, el 5 de abril de 1992, a anular puntos de la Constitución, detener a rivales políticos, disolver el Congreso y poner en marcha el llamado Gobierno de emergencia y reconstrucción nacional, con el pretexto de combatir a Sendero Luminoso y a los narcotraficantes, esta última una de las piedras angulares de su programa político.
El año 1992 vino cargado de acontecimientos. En septiembre, el líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán Reynoso, fue capturado, juzgado y condenado a cadena perpetua; el 13 de noviembre se frustró un intento de golpe de Estado, y el 22 de ese mismo se eligió un nuevo Congreso. El partido Cambio 90 se alió con Nueva Mayoría, adoptando este último nombre y manteniendo a Fujimori en el poder, que además fue investido presidente de nuevo tras las elecciones de abril de 1995 y después de modificar la Constitución para poder repetir mandato.
Audacia o suerte, el éxito de la liberación de unos rehenes que habían sido retenidos en la Embajada de Japón –Operación Chavín de Huantar– el 22 de abril de 1996, uno de los episodios más críticos a los que se enfrentó el gobierno, acrecentó su popularidad. Las tropas del Ejército peruano, encabezadas por el mismo presidente, tomaron por asalto la Embajada y acabaron con la vida de 14 miembros del MRTA consiguiendo liberar a 71 de 72 rehenes.
Desde entonces, los numerosos casos de tortura y amedrentamiento perpetrados por los servicios de inteligencia, el acoso a la prensa independiente y las interceptaciones sistemáticas de conversaciones telefónicas de periodistas, empresarios, congresistas y miembros de su propio gobierno hicieron mella en la imagen mesiánica del fujimorismo.
En abril de 2000 volvió a presentar de nuevo su candidatura a la presidencia y ganó al otro candidato, Alejandro Toledo, que rechazó presentarse a la segunda vuelta al denunciar fraude en el proceso electoral. En medio de todo el caos político, y con la trama de corrupción liderada por su asesor Montesinos, en octubre aprovecha su asistencia al Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico para huir a Japón, desde donde anunció su dimisión dos días después.
Cinco años más tarde, y con la intención de volver a Perú para presentarse a las próximas elecciones, Fujimori viajó a Chile y fue detenido en Santiago. Con 78 años, Fujimori se encuentra preso en Lima y se enfrenta a 25 años de cárcel por corrupción, por el secuestro del periodista Gustavo Gorriti, por delitos de lesa humanidad, y con responsabilidad penal en delitos de asesinato con alevosía por ser el responsable intelectual de las matanzas de Barrios Altos y de la Universidad La Cantuta, realizadas por el grupo parapolicial La Colina.
El Gobierno peruano admitió a trámite, el pasado 27 de julio, la solicitud de indulto humanitario presentada por Fujimori. No obstante, el actual presidente electo de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, sostiene que es "altamente improbable" que indulte al exmandatario.
El discreto Doctor
También conocido como el Doctor o Rasputín, el asesor especial de Fujimori y cabeza del Servicio Nacional de Inteligencia, Vladimiro Montesinos, ha sido visto en público en contadas ocasiones. A pesar de su discreción, Montesinos –en Cinco Esquinas es el Doctor– era considerado como el hombre más poderoso del país. Montesinos cobró notoriedad a partir de la década de los noventa por su condición de abogado, cuando defendió a Fujimori de acusaciones de fraude fiscal, cuyas pruebas desaparecieron misteriosamente.
A partir de esa fecha, el Doctor se convirtió en el principal asesor del presidente y construyó el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), que ayudó al Gobierno a infiltrarse en las filas de Sendero Luminoso, pero también a espiar la vida privada de la élite del país, desde políticos hasta empresarios, pasando por militares y otras personalidades.
Desde entonces, Montesinos dirigió el SIN y ejerció el poder en la sombra. Si bien sus apariciones en público eran escasas, su nombre sí que se relacionó a numerosos escándalos como la matanza de Barrios Altos; el intento de golpe de Estado, la matanza de la Universidad de La Canuta; la tortura y asesinato de la agente del SIN Mariela Barreto; o la tortura de la exagente Leonor La Rosa.
Pero el futuro del Doctor tampoco distó mucho del de Fujimori. El 14 de septiembre de 2000 se difundieron unos videos –llamados coloquialmente "vladivideos"– en los que se podía observar a Montesinos entregando dinero a un diputado de la oposición en la sede del SIN, lo que desató un escándalo político que obligó a Fujimori a renunciar a la Presidencia y convocar elecciones en las que prometió que no participaría.
Montesinos está en prisión por delitos de corrupción, de lavado de dinero procedente del narcotráfico —él era bien conocido por su defensa judicial a narcotraficantes—, tráfico de influencias, fraude fiscal, tortura, y asesinato.
La época del terror
Podría decirse que, si hay algo que no hace distinciones entre la disparidad social, racial y económica de los personajes de la novela, es el terror, la violencia generalizada y la inseguridad típica de la época. Desde el lujoso barrio de Miraflores, donde reside la pareja protagonista Quique y Marisa, hasta Cinco Esquinas, donde vive la Retaquita —sucesora del periodista sin escrúpulos Rolando Garro en la novela—, el miedo por los ataques de Sendero Luminoso y el MRTA es latente por igual tanto en las calles de la élite peruana como en las zonas más humildes.
Las zonas más rurales y la ciudad se convierten en verdaderos campos de batalla para las dos organizaciones. Ambas tienen su origen común en el Partido Comunista Peruano de los años sesenta, que se fragmentó en dos formaciones: una de influencia soviética y la otra china. Por un lado, la facción pro-China liderada por Abimael Guzmán, adquirió el nombre de Frente Estudiantil Revolucionario por el Sendero de José Carlos Mariátegui, al que se fueron uniendo poco a poco otras formaciones maoístas como Patria Roja, Pucallacta, Bandera Roja, o Vanguardia Revolucionaria, todos ellos de corte comunista.
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Este grupo fue responsable del 54% de las 70.000 muertes que se dieron durante la oleada del terrorismo en Perú, según el informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Además de ser considerada una de las agrupaciones más sanguinarias del mundo, Sendero Luminoso está incluida en la lista de organizaciones terroristas tanto de la Unión Europea como en la de EEUU.
El MRTA (Movimiento Revolucionario Túpac Amaru), ya inactivo, actuó desde 1985 y tiene sus raíces en la extrema izquierda que quiso importar el fenómeno de la guerrilla revolucionaria de otros países como México, Cuba, Nicaragua o Bolivia; y que además, nace de la unión de la facción marxista-leninista del Partido Socialista Revolucionario y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Atentados con coches bomba, asesinatos de civiles, militares, policías y secuestros. Túpac Amaru acabó con la vida de más de 26.000 personas en los años negros del terrorismo en Perú.
Cinco esquinas muestra, como ya acostumbra a hacer el Nobel, un panorama socioeconómico de Perú desde la ficción; una radiografía de la época del terror, de los toques de queda, de la corrupción, de los chantajes y escándalos que sacudieron los cimientos del país latinoamericano donde, como apuntó Vargas Llosa en una entrevista en El País, “la violencia de Estado fue tan atroz como la terrorista”.