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El rincón de los lectores

Angelina Gatell con Vietnam

Con Vietnam, una antología editada por Angelina Gatell.

Julio Neira

A mediados de enero de 1968 la poeta Angelina Gatell recibió el encargo del PCE de recopilar una antología de poemas en apoyo al pueblo vietnamita, que llevaba décadas en lucha contra el imperialismo, francés primero y estadounidense después. La idea de hacer un libro contra la guerra de Vietnam, al modo del España canta a Cuba que en 1962 expresó el apoyo de los poetas españoles a la revolución cubana, surgió durante la celebración del Congreso Cultural de La Habana, celebrado entre el 4 y el 11 de enero, que tuvo al Vietcom como invitado especial. Allí participó una nutrida representación de escritores y artistas españoles antifranquistas, entre los que se contaron José Manuel Caballero Bonald, José Ángel Valente, Luis Goytisolo, Juan García Hortelano, Jaime Gil de Biedma, Félix Grande, Juan Antonio Bardem, Alfonso Sastre y Eva Forest, Antonio Eceiza, José María Castellet, José María Moreno Galván, Luis de Pablo, Gabriel Celaya y Amparo Gastón, etc. Desde el exilio acudieron Adolfo Sánchez Vázquez, José Bergamín, Jorge Semprún y José Martínez, editor de Ruedo Ibérico.

No había persona más idónea. En el ambiente poético todos la apreciaban como organizadora con José Hierro —con quien tenía una gran amistad desde la Valencia de 1945— , Aurora de Albornoz y José G. Manrique de Lara de la tertulia Plaza Mayor en la librería Abril, foro poético de mucho prestigio. Por su lengua materna era de confianza para los poetas catalanes, y colaboraba con Carmen Conde en la preparación de la antología Poesía femenina española (1950-1960), por lo que se relacionaba con las poetas de toda España. Además, su compromiso político desde la adolescencia le acreditaba sobradamente para la tarea. Ella fue firmante de la célebre carta de los 103 intelectuales al ministro Fraga en protesta por la represión de los mineros asturianos y de sus mujeres en 1963. Todos esos rasgos de su perfil se manifiestan en el resultado final: una antología abundante y ecléctica, pues entre los autores reunidos encontramos gran variedad personal, temática y formal.

Es cierto que la labor recolectora de Angelina Gatell se vio muy favorecida por el rechazo casi unánime de la sociedad española y sus poetas a una guerra sentida como injusta y genocida. Verdad es que se trataba de una guerra muy lejana, en el otro lado del mundo, pero no lo es menos que resultó muy próxima porque la televisión introducía en los hogares todos los días imágenes de bombardeos, de pueblos y selvas devastados por el napalm o de matanzas de civiles como la de My Lai, aldea arrasada por las tropas norteamericanas, que violaron a mujeres y niñas y asesinaron a cientos de personas en marzo de 1968.

Los hay de todas las promociones, desde Diego, Aleixandre y Alberti a Parcerisas, Diéguez y Barnatán, pasando por las varias de posguerra (Gallego, Otero, Celaya, Valente, Caballero Bonald, Grande, etc.). Es notable la abundancia de poetas catalanes y gallegos y la participación de autoras. No menos notable es la diversidad formal que presentan, desde la clásica estructura de los sonetos y las liras o la popular de las coplas a la libertad versal de la mayoría y, en el extremo, la experimentación visual, tan novedosa entonces, de Novoneyra. También la perspectiva con que los textos encaran el tema de la guerra es muy diversa, desde la religiosidad del poema navideño a la empatía por el sufrimiento personal de los más indefensos, niños y ancianos, y el planteamiento abiertamente político de la mayoría. Se trata de una antología integradora que acoge a poetas tan diferentes en todos los sentidos como los hermanos Murciano y Carlos Álvarez o José Luis Gallego, que sufrieron largos años de cárcel por su actividad antifranquista.

El contenido político de la antología retrajo a editoriales como Aguilar y Alfaguara, que no dejaron de reconocer su interés, y finalmente aceptó publicarla Ciencia Nueva, cuyos socios y gestores militaban en el Partido Comunista o estaban muy cerca y tenían experiencia en lidiar con los procedimientos arbitrarios de la censura. La solicitud se presentó en el Ministerio de Información y Turismo con el título Con Vietnam el 14 de septiembre de 1968 firmada por Vicenta Fernández Montesinos, sobrina de Federico García Lorca, porque era la menos identificable con el PCE de todos los socios de la empresa.

Aunque los informes de los censores subrayaron en rojo como suprimibles todas las referencias que pudieran interpretarse como denuncia de la opresión de Cataluña y Galicia por el Estado franquista a semejanza de la ocupación de Vietnam por la invasión de EE UU —y no eran pocas— y cualquier mención en vano de la palabra Dios —como era norma habitual en ese trámite—, el veredicto final fue que podía publicarse con la supresión o modificación de los versos, estrofas o poemas señalados, pues si en EE UU se publicaban poemas de ese tenor, no convenía ser “más papistas que el Papa”. No obstante, la situación política española se deterioraba mucho en esos meses de finales de 1968: se extendían las huelgas y manifestaciones de obreros y estudiantes; los campus universitarios eran escenarios de escaramuzas con los grises diariamente y la represión policial crecía exponencialmente. El Gobierno acabó decretando el estado de excepción el 24 de enero de 1969, el primero en todo el territorio nacional; y la primera consecuencia fue el endurecimiento de la censura. La antología fue prohibida cuatro días más tarde y la editorial cerrada poco después.

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El azar que tanto hemos experimentado los investigadores ha permitido que aquellas páginas fosilizadas en la Caja 21/19216, expediente 7620/68 de la sección Censura del Ministerio de Información y Turismo, del que era titular Manuel Fraga Iribarne, futuro demócratadetodalavida y fundador del Partido Popular, fueran encontradas y hayan salido a la luz en una edición que procura contextualizar aquellos poemas con las cartas en que los enviaron sus autores. Una edición que tiene un interés variado: por una parte, salvar del olvido textos que en muchos casos, perdida la oportunidad para la que fueron creados, sus autores no incluyeron después en ningún libro; por otra, documentar el intenso activismo político de la poesía de la época, en el que confluían desde estéticas muy diversas escritores en castellano, gallego, catalán y eusquera; y, por fin, además contribuye a rescatar y reconocer la excelente labor de activismo poético llevada a cabo por Angelina Gatell, autora de una obra recientemente reconocida y militante ejemplar en la dura causa del antifascismo. En una modesta dimensión se trata de una victoria retroactiva contra la sinrazón del totalitarismo.

*Julio Neira es profesor de Literatura y ha sido el encargado de la edición de Julio NeiraCon Vietnam (Visor, 2016).

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