Premios Goya 2017
Noche de premios para 'Tarde para la ira' y 'Un monstruo viene a verme'
La gala de los Goya empezaba en la noche del sábado con un premio que todas las porras iban a acertar: el de mejor dirección novel a Raúl Arévalo. Esa estatuilla adelantaría lo que sería el triunfo de su ópera prima, Tarde para la ira, también anunciado. No fue solo la estatuilla a mejor película, sino también la de actor reparto para Manolo Solo y guion original para David Pulido y el propio Arévalo. Mucho más numerosas fueron las que recibió Un monstruo viene a verme, el drama de J. A. Bayona, que era candidata a llevarse un buen ramillete de los poco valorados y mal llamados goyas técnicos y sorprendió llevándose también el de mejor dirección. Fueron nueve en total: mejor fotografía, maquillaje y peluquería, dirección de producción, dirección artística, música original, efectos especiales, sonido, montaje y dirección.
Pero la 31ª edición de los premios de la Academia dejó, además, toda una rareza: Emma Suárez hizo doblete con los cabezones a mejor actriz protagonista por Julieta y actriz de reparto por La próxima piel, hazaña que solo había conseguido Verónica Forqué en 1988 por La vida alegre y Moros y cristianos. No sería el único de la noche: además de los dos de Raúl Arévalo, estaban los de Alberto Vázquez, que se llevó el premio a mejor corto y largo de animación. Su productora regañaba a la prensa: “Si lo hubiera estado un director de ficción estaría en todas las portadas”. Tenía razón.
Donde hay ganadores, hay perdedores. El hombre de las mil caras, el thriller con un toque de comedia de Alberto Rodríguez sobre Paesa y Roldán, fue de las segundas. Una de las favoritas de la noche se fue con dos estatuillas de las once a las que optaba: actor revelación para Carlos Santos y guion adaptado para Rafael Cobos y el propio cineasta. 1898. Los últimos de Filipinas ha caído también frente al poderío del Monstruo de Bayona: de sus nueve nominaciones, casi todas en categorías técnicas, se llevó una, la de mejor vestuario. Otro puñado de cabezones ha llovido sobre películas menos agraciadas en las candidaturas: El olivo, de Icíar Bollaín, se llevaba mejor actriz revelación para Anna Castillo; La próxima piel se iba con mejor actriz de reparto para Suárez; y Que Dios nos perdone, mejor actor para Roberto Álamo.
Una gala de bajo presupuesto
Yvonne Blake, recién llegada a la presidencia de la Academia después de las turbulencias del mandato de Antonio Resines, había prometido una gala “más sobria” porque contaban con menos presupuesto. Y se notó. Un número musical poco agradecido y nada de grandes puestas en escena; el único lujo era el directo de la Film Symphony Orchestra. Pero el programa “fresco y diferente” que también había anunciado se convirtió en un déjà vu. Empezando porque Dani Rovira tripitía como presentador, o que el actor comenzaba su discurso de apertura con bromas con el precio de las palomitas. Por mucho que la gala, tradicionalmente lenta, fuera a toda velocidad con ocho premios entregados en los primeros 50 minutos, hay cosas que no cambian. En las redes sociales se criticaba una gala un tanto sosa, Pedro Almodóvar vestía de negro, el acto se alargó hasta las tres horas y los realizadores de Televisión Española ilustraron la infancia de J. A. Bayona con una foto de su hermano gemelo.
De reivindicaciones políticas, Rovira ya había dicho que habría poco y lo cumplió con un humor blanco y sin punta. Aunque dedicara un abucheo musical a Trump –“Donald, si nos estás escuchando que sepas que la palabra cine se escribe con i latina”—, justificaba la ausencia en un par de frases. “Quería dar la bienvenida a todos los políticos y autoridades que han tenido a bien acompañarnos, y decirles que vamos a dedicarles el tiempo proporcional que ustedes han dedicado a la cultura en sus discursos y debates”. Aplausos. “Bien, pues ya está”. Mariano Barroso, vicepresidente de la Academia, volvía a nombrarles para recordar que la industria ha ingresado 105 millones de euros a las arcas del Estado solo en concepto de IVA, y el presupuesto del Ministerio para el cine asciende a 77 millones de euros. Los realizadores enfocaban a Méndez de Vigo y a Carmena, ella con cara de circunstancias… y él también. Barroso reclamaba, de paso, un “pacto de Estado por el cine”. Sus compañeros de Educación le recordarán lo improbable de tal empresa.
Política y política
Hubo más política, aunque no de la institucional. Quizás el minuto de oro de la gala, no por más visto sino por más sentido, fuera el discurso de Silvia Pérez Cruz para recoger su Goya a mejor canción, por “Ai, ai, ai”, de Cerca de tu casa. La compositora y también protagonista de este musical sobre los desahucios prefirió cantar a hablar. Pero eligió otro tema de la misma banda sonora, “No hay tanto pan”, que dice así: “Discursos, periódicos, banqueros y trileros (…)./ Te roban y te gritan / y lo que no tienes / también te lo quitan. / Y es indecente, y es indecente, / gentes sin casa, casas sin gente”. El aplauso redobló todos los anteriores.
No era la única reivindicación de la noche. Mientras las presentaciones de cada premio cantaban los triunfos del cine español, centrándose sobre todo en sus relativos éxitos económicos, algunos premiados pintaban un panorama menos triunfalista. Dani Rovira se calzaba tacones rojos —posteriormente firmados por Almodóvar— para defender que “hay que seguir reivindicando que las mujeres ocupen puestos de toma de decisiones” en la industria. Un gag algo pasado y una denuncia siempre vigente: en el año 2016, decía, hubo 330 actores candidatos contra 203 candidatas, decía. A lo que habría que añadir que la cineasta Nely Reguera ha sido la única nominada a la dirección —y en la novel— por María (y los demás). Y se dirigía a las nominadas Carmen Machi y Bárbara Lennie porque “siendo las dos dos pedazo de actrices” siguen “apostando por proyectos pequeñitos, como La puerta abierta y María (y los demás)”. Habría que preguntar cuántas ofertas han recibido este pasado año, porque la respuesta nos sorprendería.
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Ana Belén, Goya de honor de esta edición, ya se había quejado días antes de la gala con un clarísimo “Me gustaría tener papeles como los que le dan a los hombres”. E insistió de nuevo, tras hacer una semblanza de su carrera –cuya extensión fue objeto de broma en Twitter—: “Ya sé que estamos mejor que 50 años atrás, solo faltaría (…). Pero a veces pienso que si no se necesitaran mujeres para interpretar a esas mujeres ni siquiera estaríamos las que estamos”. Su hija, la también actriz Marina San José, se deshacía en lágrimas junto a Víctor Manuel y Serrat. Si ella señalaba la “precariedad” del sector, Daniel Guzmán la subrayaba recordando que “solo el 8% de los actores de nuestro país puede vivir de su trabajo”.
El lujo de la alfombra roja no es tal. Todos los directores y actores ganadores de la noche —excepto los revelación Anna Castillo y Carlos Santos— tenían ya un cabezón en casacabezón . Muchos de los que lucían modelo ante las cámaras no viven del cine, y ni siquiera de la actuación. Pero ahí afuera, lejos de las cámaras, las cosas tampoco son fáciles. Dani Rovira cerraba la gala relativizando las reivindicaciones del propio gremio. ¿Cómo? Deseando que todos los españoles tengan trabajo y que la gente esté "bien pagá". Unas ambiciones muy lejos del glamour.