Plaza Pública

Podemos: calles e instituciones para ser más útiles a la gente y propulsar el cambio

Empecemos por algo que puede resultar evidente pero que quizá no es muy visible. El proceso asambleario de Vistalegre 2 no lo conforman únicamente los intercambios de declaraciones en medios de comunicación. Por el contrario, se están produciendo por todo el país debates sobre los diferentes documentos que concurren a la Asamblea Ciudadana, presentaciones temáticas y explicaciones llenas de matices que, como no, son coincidentes en muchos aspectos: se trata, al fin y al cabo, de debates entre personas de un mismo partido con una trayectoria de trabajo en común. Debates orientados a hacer Podemos una herramienta más útil para nuestro país, que dignifican el mismo sentido de un proceso asambleario y que enseñan aciertos y errores expresados alto y claro por el público.

Una de esas discusiones recurrentes en estos tiempos es la formulada en público con la falsa dicotomía entre calles e instituciones. Se trata, como otros tantos asuntos, de una deliberación con muchas aristas y más en este momento de cambio histórico acelerado que vivimos no sólo en España sino en Europa y todo el mundo. A estas alturas, con 71 diputados y diputadas en el Congreso, con representación en el Senado, en las Comunidades Autónomas, en el Parlamento Europeo, y con el gobierno de las principales ciudades del país como avanzadilla, nadie discute la importancia de una presencia en las instituciones, que fue el factor diferencial en la creación de Podemos. Entrar en ellas para cambiarlas. Entrar para ganar. Frente a un Parlamento amurallado contra la gente y unos movimientos que habían puesto patas arriba todo el país conviene recordar que los meses anteriores a 2014 cundía el desánimo.

Muchas cosas han cambiado desde entonces. No solo no hay vallas en el Congreso sino que sus puertas están abiertas para colectivos y movimientos sociales. El Parlamento se parece más a este país plural y los avances democráticos están llegando a casi todos los partidos políticos. Otros cambios pueden parecer menos evidentes pero también están sucediendo. ¿Alguien cree que el alza del salario mínimo interprofesional ha venido por la preocupación del PP y PSOE por los efectos de la crisis en nuestras vidas? ¿Alguien cree que la relajación del déficit económico en España durante 2015 y 2016 tuvo lugar porque la Unión Europea entendió que la austeridad no funcionaba? ¿Alguien cree que el pulso de Montoro contra los Ayuntamientos del Cambio obedece sólo a su ideología económica y no a la voluntad de confrontar con unas instituciones que, aun con las manos atadas, están siendo capaces de reducir deudas y aumentar el gasto social?

Todos esos avances, escasos e insuficientes, caracterizan un momento en el que las demandas sociales que dieron sentido al nacimiento de Podemos siguen presentes, pese a que a más de un partido le gustaría pensar que se ha pasado página y la posibilidad del cambio se ha cerrado. Al contrario, precisamente porque ese potencial de cambio sobrevive, el PSOE necesita guiños sociales para contrarrestar su abstención al PP.  ¿Son estos cambios los únicos que se pueden hacer? Son pasos, escasos e insuficientes, pero necesarios para analizar porque se producen no podremos reconocer el camino andado y el que queda por recorrer para ese país de futuro que ya emerge. Ese país parecido a lo que ya estamos haciendo en Podemos: un país plurinacional y democrático, como nuestras confluencias; un país con su gente, al lado y junto a sus necesidades sociales; un país diverso y feminizado, como demanda nuestra sociedad y muchas personas de nuestra organización; un país de futuro, con una gestión eficiente y una visión a largo plazo.

Por supuesto, nada de eso ha sido ni será posible sin nuestro pueblo y sus partes más movilizadas. Hay muchos debates, llamémosles cotidianos, sobre como organizar una relación entre un partido político y movimimientos sociales que nunca ha sido fácil. Si algo recuerdo de mi participación en colectivos, reuniones de un puñado de personas y campañas militantes era la obsesión de conectar con mayorías para poder plasmar cambios y la conciencia de que el trabajo diario era imprescindible para aportar sus propuestas a los flujos y reflujos de unas grandes movilizaciones que, a priori, nunca sabíamos cuándo y cómo iban a producirse. Si algo recuerdo de mi participación activa en grandes movimientos sociales, sobre todo en el movimento alter-mundialista y en el 15M, era la petición de conexión con partidos políticos para concretar cambios, pero también la necesidad de independencia y de respeto a ritmos y objetivos coincidentes pero distintos.

Ahora nos toca hacer, tener en cuenta esa experiencia con la finalidad de ensanchar las posibilidades del cambio. Debemos promover cambios concretos y palpables, que mejoren la vida de las personas aquí y ahora, sin olvidar un largo plazo de metas más difíciles de alcanzar porque chocan contra años de neoliberalismo: más seguridades humanas para la gente (ingresos, empleo, sanidad, educación...), más apoyo mutuo y más pueblo unido. Para llegar a ese largo plazo ahora toca construir desde las grietas de estos años de fragmentación que, en medio de los desastres, han trastocado las identidades tradicionales de nuestro pueblo y han abierto un hueco a aquellos partidos que señalen y atiendan sus problemas.

El largo camino recorrido señala los puntos desde donde plasmar cambios en las vidas de las personas.  Pensando en los asuntos internacionales que más hemos trabajado en este tiempo, es esa distancia entre las peticiones de las organizaciones de refugio y un Gobierno que quiere escabullirse, ante el apoyo mayoritario de nuestra sociedad a la acogida, del cumplimiento de las mínimas cuotas de la Unión Europea. O esa otra distancia entre una política antiterrorista europea -injusta, ineficaz y dañina con las causas- y las propuestas de los centros de cultura de paz de un país que aún tiene memoria de como reaccionó tras los atentados del 11M y como lo hizo el Gobierno de Bush, tras los del 11S.

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Sin embargo, esas grietas de cambio son frágiles si no hay concreciones reales sobre las que avanzar. Hace falta un Gobierno distinto que, como mínimo, cumpla con las cuotas y acoja refugiados. Un Gobierno que ponga en marcha otras medidas antiterroristas desde ya, porque siempre es tarde para prevenir un atentado si no se trabaja día a día de otra manera. Y mientras no lo haya trabajar en todas las grietas, en todos los ámbitos, para que esas políticas del Gobierno cambien, arrancando desde ya cambios concretos.

Como me recordaba un compañero en uno de los debates de estos días, estamos en un período de extrema urgencia en el que la gente de nuestro país debe sentir la mejora en unas vidas recortadas, desiguales y olvidadas. Sólo incidiendo en políticas de cambio social para todo el mundo, como ya hicieron la PAH o el 15M, nuestro país podrá seguir siendo distinto a la espiral reaccionaria europea y poder optar a hacer más cambios.  Sólo empujando desde todo los ámbitos, instituciones y calles, podremos tener un presente.  Debemos hacerlo por nuestra organización, por todo nuestro pueblo, por la gente que nos vota y por la que no. Debemos hacerlo como vacuna contra la espiral extremista, como enlace con las gentes de otros países de Europa que ven con horror la deriva extremista de sus Gobiernos. Debemos hacerlo para poder profundizar en más cambios políticos y sociales. Para que ese país nuevo, emergente, no sea sólo futuro sino presente. ________________David Perejil

, periodista y candidato al CCE por el Equipo de Íñigo Errejón – 'Recuperar la ilusión'.

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