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Se la vio muy suelta a la vicepresidenta en el Congreso de los Diputados al responder a una cuestión tan grave como es el pulso que han echado los elementos de la cúpula policial que formó el ministro Fernández Díaz, no sabemos si inspirado por esa gracia divina que a mí no me hace ninguna, encabezados por Eugenio Pino y el así llamado excomisario Villarejo, y que se dedican a intentar hundir a los rivales políticos del PP por encargo del Ministerio de Interior, con el dinero de todos, según rezan las pruebas y grabaciones que van apareciendo. De paso, una parte de esta camarilla ha acumulado una fortuna, de origen desconocido, que se encuentra a buen recaudo en un paraíso fiscal según manda la tradición.

La cuestión, decía, es muy grave porque como suele ocurrir cuando se trabaja al margen de la ley, empieza uno de socio colaborador de los presuntos delincuentes, que en este caso también son policías, y termina de rehén. Estos agentes del orden que nos ha puesto encima el anterior ministro del Interior para que organicen lo que se ha llamado una policía política, característica de los regímenes totalitarios, no tienen techo y claro, como antes se coge a un mentiroso que a un cojo, han acabado apareciendo en investigaciones paralelas que tenían que ver con diferentes fechorías. Cabreados porque el manto milagroso de la virgen parece que sólo cubre al señor Fernández Díaz –debe tener más puntos acumulados en la causa divina que sus colaboradores–, acabaron echando un pulso a la Justicia diciendo que si no se les apartaba de las causas investigadas en las que aparecen, y no precisamente por casualidad, comenzaban a soltar mierda de las autoridades, empezando por el rey emérito, y parece que están cumpliendo con la amenaza. El primer aviso que envían a través de Eduardo Inda, que según las grabaciones parece formar parte del equipo y comparte asiento en el Bernabéu con el jefe del operativo, al que vamos a llamar así porque son policías, si no estaríamos hablando de banda de extorsionadores, es referido a escándalos y amoríos de don Juan Carlos. La información no nos impresiona, pero nos cabrea porque también se sabía que el Estado de derecho se había gastado un pastón en callar a las señoritas que querían sacar partido de su amor a la corona, y ahora sale todo a la luz, por lo que hemos comprado un silencio inútil.

El aviso que mandan va de que si tienen estas conversaciones privadas, pueden tener otras en las que se relacione a la Jefatura del Estado con negocios, comisiones, o vaya usted a saber qué cosas porque según dicen, no sabemos si será un farol, el material del que disponen puede acabar con la institución. Tendría gracia que fuera la derecha más rancia, nostálgica de aquella “España del orden” la que trajera la tercera república.

El pulso se lo echan al Estado mismo, a los constitucionalistas prosistema defensores de los derechos humanos en Venezuela, por eso se esperaba una respuesta más contundente de la redicha vicepresidenta. Nadie debería pensar que detrás de su numerito de desprecio a la Cámara se esconda un acojone de cesión a un chantaje, pero con su actitud consigue dar pábulo a la teoría de que estos señores están por encima del orden constitucional que ella defiende. Además afirman que si ellos caen se llevan por delante a…, y aquí no especifican a quién, pero dada la catadura moral de nuestros próceres de nuestra derecha, la lista puede tender al infinito.

Venimos de un tiempo donde era un escándalo eso de ser espiado, grabado y perseguido sin una orden judicial. Como parece, y así nos lo aclara el presidente de la primera potencia mundial que, en efecto, estamos todos bajo control absoluto y que nuestros teléfonos y correspondencia privada son violados sistemáticamente, pues nadie se escandaliza de nada. Pero yo sí. A mí me sigue cabreando y mucho que los que utilizan la coletilla de “que se imponga la ley”, o la otra también de mucha risa, “debemos ser respetuosos con la Justicia”, tanto cuando se condena a una tuitera por hacer chistes de un atentado cometido durante el fascismo, como para silenciar el clamor catalán en torno a la celebración del famoso referéndum que allí quiere hasta la derecha, esos que persiguen con la ley a los extraños y nunca a los propios, vivan y actúen al margen de ella.

Esta es la cosa, los gobernantes no pueden estar en las antípodas de las leyes que nos imponen, por eso no entiendo la negativa de Soraya Saénz de Santamaría a dar una respuesta a las preguntas de Irene Montero en torno a hechos gravísimos que son del dominio público, llevados a cabo desde las instituciones que ella “vicepreside”, y que ponen en entredicho ese Estado de derecho al que tanto les gusta apelar para imponer su política. No lo entiendo, insisto, porque es una cuestión que preocupa y mucho a un sector importante de esta sociedad al que no debe despreciar con esa altanería que ya es una característica en ella, respondiendo estupideces sobre la edad que tenían cuando se grabaron las conversaciones del entonces rey que ahora salen a la luz. Deriva la cuestión, subestimando la inteligencia de los ciudadanos, a la fecha de la grabación, cuando el tema es el chantaje que se hace “ahora”, cuando ella es vicepresidenta, por parte de la camarilla de su ministro, nada menos que a la mismísima Justicia que vela por la unidad de España. No hemos oído decir nada a los fiscales sobre el tema, tampoco a los jueces. También podían haber hecho todos los diarios de España un editorial conjunto condenando estos métodos mafiosos, como el 23F, o como hace unas semanas, por segunda vez en la historia del periodismo nacional, para librarnos de la amenaza de Podemos que quería terminar con la libertad de expresión, no por la vía que usa la Audiencia Nacional, sino por la ilegal, a través de una conjura de miembros anónimos, amenazando a periodistas también anónimos, con métodos desconocidos, que llevan al colectivo de los periodistas de este país a vivir en permanente estado de acojono.

No, no se trata de cuestiones obvias, o intrascendentes, que es como respondía el lenguaje verbal de la vicepresidenta que lucía una espléndida sonrisa condescendiente amplificada por el aplauso y las risas de sus afines, dando a entender que esa cámara está para cosas más importantes, sino que son hechos que tienen una trascendencia vital para el desarrollo de nuestro Sistema, ése que dicen defender y representar y que dinamitan día sí, día también, con su falta de respeto por las instituciones y los ciudadanos a los que representan. Lo que se está denunciando en el Congreso y en la calle es que se están utilizando métodos propios del fascismo ante la indiferencia de los que velan por esa ley capaz de condenar a humoristas y artistas, por cierto, siempre del mismo signo, por si alguien no se había dado cuenta de por dónde va el tema, en esta España en la que a Pilar Manjón cuando iba a declarar en la comisión que se celebró en el Congreso con motivo del atentado del 11M le gritaron: “Métete tus muertos por el culo”, en referencia a los que murieron en aquellos atentados, y que al parecer no eran dignos de ser considerados víctimas del terrorismo porque no servían a la causa nacional. No eran sus muertos. Se podía y se puede mancillar su memoria.

La cosa no tiene ninguna gracia, no entiendo por qué se lo pasaban tan bien sus señorías con este tema del chantaje al Estado por parte de la cúpula de la policía. Por continuar con lo dicho en mi anterior artículo, quería corregir a don Carlos Lesmes, presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial que es de la opinión de que la corrupción es inevitable y que también hay en los países de nuestro entorno. Pues no, en esos países llamados europeos, estas cosas no hacen ninguna gracia y este tipo de mafia policial montada desde el ministerio correspondiente provocaría la caída de un Gobierno. En aquellos países todavía no han convertido el hemiciclo en una pista de circo donde los payasos, a los que tiran las tartas y dan las bofetadas, somos nosotros.

Ya me pareció muy grave lo del informe PISA lleno de infundios contra la formación política Podemos hecho por esta gente. Los demás grupos políticos callaron porque, debe ser, que les favorecía este acoso a un rival. Fue una vergüenza la tibia respuesta que tuvo un hecho tan peligroso que denota la calidad democrática de un país. Ahora parece que la cosa se les está yendo de las manos. Me alegro. Como en el mito de Frankenstein, el monstruo puede acabar devorando a su creador si no les dan lo que piden.

¿Encarcelarán a estos extorsionadores? De momento la única contundencia que han mostrado las fuerzas del orden ha sido contra el medio que ha publicado este asunto, el diario Público, con amenazas telefónicas por parte de policías que llegaron a presentarse en la sede del periódico reclamando la entrega de las grabaciones que prueban este contubernio.

¡La que va a liar la Asociación de Prensa de Madrid cuando se entere de esto!

O no.

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