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23 de abril de 2017, el día que 'estalló' el sistema político en Francia

Retrocedamos por un instante nueve meses para medir mejor el alcance de lo ocurrido este 23 de abril. Por aquel entonces, el guión parecía escrito. Y el reparto se anunciaba como sigue: Hollande, Sarkozy, Le Pen y Mélenchon. 2012, repetimos el partido, era el título de la película deseada por todos. O casi. François Hollande hacía meses que repetía que su rival preferido sería Nicolas Sarkozy. Éste se comprometía a aplastar al “gran inútil”, parafraseando sus elegantes palabras. A la empresa familiar Le Pen no le quedaba otra que presentar a una de sus representantes. En cuanto a Mélenchon, verso suelto desde hace tiempo, podía imponerse sobre las debilidades y las divisiones de las izquierdas radicales.

Nada sucedió como se esperaba. Y este 23 de abril de 2017 es el del estallido de un sistema político edificado hace 55 años, en 1962, con la decisión funesta de construir la democracia francesa en torno a las elecciones presidenciales. La desintegración de ese sistema, decidida por los votantes en unos comicios en los que se registró una buena participación (en torno al 80%), es una excelente noticia. Se trata de una decisión lógica, en línea con lo que el electorado ya había expresado sobre todo en las primarias de la derecha y de la izquierda, al derrotar de forma abrupta a Nicolas Sarkozy y a Manuel Valls.

Ahora empieza todo. Precisamente en lo que se anunció el domingo como una recomposición a gran escala de las fuerzas políticas. Por primera vez en la V República, los candidatos de las dos grandes formaciones y destinadas a gobernar –el Partido Socialista y la derecha republicana– salían derrotadas.

Se trata de un desastre casi histórico para el Partido Socialista, en la línea del resultado obtenido en 1969 por una SFIO moribunda (Gaston Defferre consiguió entonces el 5% de los votos): dos años más tarde, en el congreso de Épinay nacía el Partido Socialista, que habría de acceder al Gobierno diez años después. “Estamos ante una castigo histórico legítimo infligido al Partido Socialista”, explicó Benoit Hamon (6,5% de los sufragios). “Es una derrota electoral y moral”.

Se trata de un desastre asombroso para la derecha, para quien, hasta enero, parecía destinada la victoria. La ceguera de su candidato François Fillon (en torno al 19% de los votos), demasiado ocupado en denunciar los complots de la Justicia y de los medios de comunicación, ha arrastrado a la derecha en una autodestrucción espectacular. Pero los principales dirigentes de la derecha no han podido impedir la operación suicida de François Fillon. “Sólo se ha cometido un error, una cuestión de fondo. No pensaba que el gaullismo pudiese ser derrotado, es un seísmo”, reconoció François Baroin, quien apoyó en todo momento a François Fillon.

El castigo brutal que los votantes han infligido a los dos grandes partidos de Gobierno marca el final de un ciclo. Con algún signo alentador para los próximos meses. El primer es el relativo estancamiento del Frente Nacional. Marine Le Pen, que logró el 21% de los sufragios, ha sido incapaz de ganar votantes. Al contrario, su electorado no ha dejado de retroceder durante toda la campaña pese a que, desde hace meses, las empresas demoscópicas la situaban muy a la cabeza, algunas incluso le otorgaban hace unos meses un potencial electoral del 30% de los votos.

Esta contención del Frente Nacional marca el fracaso de la estrategia de su dirección que quería imponerse como la gran alternativa al “sistema en marcha”. Y es muy probable que este resultado mediocre abra importantes debates, incluso una crisis en el seno del partido de ultraderecha. Porque el domingo noche, las fuerzas de izquierdas y la derecha de Los Republicanos pedían claramente el voto para Emmanuel Macron con el objetivo de derrotar a Marine Le Pen. Sólo Jean-Luc Mélenchon se negó a pedir el voto, dejando la decisión en manos de la militancia de Francia Insumisa. “Cada uno o cada una sabe en consciencia cuál es su deber”, declaró.

Los dos hombres que ganan en estas elecciones y que tienen en sus manos un cambio profundo de la política francesa son Emmanuel Macron y Jean-Luc Mélenchon. Aunque no ha pasado a la segunda vuelta, el líder de Francia Insumisa, que consiguió en torno al 19% de los sufragios, ve validada una estrategia política construida y desarrollada desde hace años. En 2012, Jean-Luc Mélenchon no pudo conseguir semejante progresión. Y, ante todo, el resultado alcanzado no le permitió ejercer de contrapeso en los equilibrios de la izquierda. La demostración se hizo patente un mes después, cuando el Frente de Izquierdas perdió en las legislativas, incapaz de deshacerse de los partidos que lo integraban y conseguir diputados.

Emmanuel Macron , ministro de Hollande hasta el 30 de agosto de 2016, después de haber sido asesor y secretario general adjunto en el Elíseo, ha sido el encargado de dinamitar el sistemadinamitar. No es una paradoja menor ver a este hombre, quien fuera uno de los principales actores del quinquenio de François Hollande, convertirse en la pieza en torno a la que que se reorganizará la vida política.

El Frente Republicano anti Le Pen, anunciado por todos los responsables políticos ya el domingo por la noche, a excepción de Jean-Luc Mélenchon, será el encargado de llevar a este hombre al Palacio del Elíseo. Un hombre de 39 años (el presidente de la V República más joven de la historia), surgido de la nada, sin partido y que dice ser de centro (centroderecha, en la práctica). Emmanuel Macron habrá roto todos los tabúes, acabado con todas las reglas de nuestras instituciones que han prevalecido hasta la fecha para acceder a la Presidencia: carreras políticas interminables, el apoyo de poderosos partidos; posicionamiento claro a la izquierda o a la derecha, mientras que el centro era una fuerza adicional, en el peor de los casos un triángulo de las Bermudas. Jean Lecanuet fracasó en 1965. La emergencia repentina de una fuerza centrista, y su probable victoria, firma por sí misma el final de la V República.

Emmanuel Macron no puede ignorar las debilidades de esta posición: ¿qué fuerzas le apoyarán en el tiempo; y, sobre todo, ¿cuál será la mayoría parlamentaria en junio? Pero estas debilidades abren nuevos horizontes. Sobre todo cuando se conjugan a una crisis histórica del Partido Socialista y a la emergencia de una izquierda radical marginalizada desde los años 70.

Porque es la izquierda la que dibujará en gran medida los nuevos límites del ámbito político francés. Los líderes de la derecha lo explicaron de forma meridiana el domingo por la noche. Una victoria en las legislativas podría impedir ese gran cambio, favoreciendo la cohabitación. “Hemos sufrido una derrota sin paliativos; los escándalos nos han hundido, pero podemos ganar en las legislativas, estoy convencido de que nuestras ideas son mayoritarias”, explicó Laurent Wauquiez (LR).

Por tanto, lo fundamental va a suceder en la izquierda. ¿Cómo? Ése será el desafío de las semanas y de los meses venideros. Pero comienzan a esbozarse algunas pistas. Benoît Hamon, al asumir su “fracaso a la hora de impedir el desastre” y “la responsabilidad”, destacó la “locura autodestructora de la izquierda” y “el castigo legítimo infligido al Partido Socialista”. El candidato también le puso fecha al futuro, dijo haber llevado “una campaña fundadora que devolvió su lugar a la juventud, a los intelectuales... tanto grano sembrado”. “No esperéis una recomposición de los aparatos en el marco de una V República agotada”, constató el candidato socialista. Aurélie Filippetti, que respaldó, abogó explícitamente por un “nuevo Épinay”, una hipótesis contemplada por Gérard Collomb, alcalde socialista de Lyon, ahora del lado del candidato centrista.

Su mejor adversario en el seno el PS, Jean-Marie Le Guen –que reconoció haber votado a Emmanuel Macron en la primera vuelta– el domingo tomó la dirección contraria. El PS construirá una mayoría presidencial con Macron, anunció quien se presenta con su propio programa a las legislativas. La estrategia de este hombre próximo a Manuel Valls es clara: recuperar lo antes posible el aparato socialista, echar a Benôit Hamon y alcanzar un pacto con el probable futuro presidente centrista.

En la práctica, la llave de esta recomposición se encuentra en las manos de Jean-Luc Mélenchon. Tras obtener más del 19% de los sufragios emitidos –frente al 6,5% de Benoît Hamon–, el dirigente de Francia Insumisa está en condiciones de hacer valer sus proyectos de reconstrucción de la izquierda. ¿Qué hará, qué dirá del guión previsto antes de la primera vuelta de las presidenciales, por el entorno de Benoît Hamon y los ecologistas, de crear un nuevo partido o movimiento, evidenciando el agotamiento del Partido Socialista? Hasta entonces, y todavía el domingo por la noche, Jean-Luc Melenchon y su entorno evitaban hablar del futuro, salvo para garantizar que Francia Insumisa tendría candidatos en las 577 circunscripciones legislativas.

Este 23 abril daba comienzo una nueva era. El peligro principal, el de la elección de Marine Le Pen, se aleja y debemos felicitarnos por ello. La perspectiva de una presidencia centrista, sin mayoría parlamentaria garantizada, deja vía libre a las refundaciones necesarias. Al igual que el castigo histórico infligido a un Partido Socialista, que hace años que se ha olvidado de sus votantes, de sus programas, engullido por la notabilidad. Por fin, ahora, es el momento de rehacerlo todo.

Traducción: Mariola Moreno

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