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Revolución en la familia real de Arabia Saudí

Muhammad bin Naif, el rey Salmán y Mohámed bin Salmán, en una imagen de archivo.

Jean-Pierre Perrin (Mediapart)

Sin florituras, la residencia se llama “el castillo Luis XIV”el castillo Luis XIV. Se trata de un palacio de 5.000 metros cuadrados habitables, construido en la localidad de Louveciennes [al oeste de París, a pocos kilómetros de Versalles], y con 23 hectáreas de zonas verdes como las de André Le Nôtre, el paisajista del Rey Sol. Sin embargo, ni los edificios ni el jardín datan, ni mucho menos, del siglo XVII, sino que tratan de imitarlo. A cualquier precio. En la construcción, que dio comienzo en 2011 por iniciativa de una empresa del saudí Emad Khashoggi, se han empleado técnicas y materiales utilizados en el siglo XVIII; el castillo sólo lleva en pie cuatro años.

El promotor ofrecía a sus ocupantes “el espléndor de Versalles y la revolucióntecnológica” (domótica, salón bajo un acuario...). En septiembre de 2015, encontró comprador por 275 millones de euros, según la agencia Bloomberg. Si las cifras son ciertas, se trata de la residencia privada más cara del mundo.

El feliz propietario no quiso desvelar su identidad, pero expertos en el sector inmobiliario indagaron quién podía pagar semejante cifra. Las miradas se dirigieron entonces a Catar, en concreto a los propietarios del París Saint-Germain. Desmentido. Y el “castillo Luis XIV” mantuvo el secreto. En realidad, el misterioso comprador era saudí, aunque, en aquel momento, todavía no se había convertido oficialmente en el príncipe heredero. Su nombre aún no había sido noticia por concentrar en su mano todos los poderes y echar con cajas destempladas a su rival, Muhammad bin Naif. Sí que se conocía ya su apodo, El Feroz, lo que da idea de la preocupación que sentían los otros príncipes.

El “castillo Luis XIV” refleja, cual espejo, la personalidad de Mohamed bin Salmán, de 31 años, que se ve a sí mismo como un Rey Sol saudí. La consigna dada a los decoradores puede resumirse en: “Hacedlo como en Versalles”. Y la residencia habla por sí misma de su megalomanía, de su tendencia al secretismo o de su gusto por las nuevas tecnologías. “También su superficialidad”, añade un libanés, que tiene fuentes en la familia real. Y, por supuesto, su tremenda ambición, unida al autoritarismo. Este palacio de Louveciennes ya era el de un soberano antes de serlo oficialmente. Su rival, Muhammad bin Naif, tendría que haber desconfiado si quería frenar el ascenso.

En estos últimos años, con el rey Salmán, de 81 años, cansado y enfermo, el reino estaba en manos de los dos primos a los que se conoce como los Mohammedein (los dos Mohammed), uno de 31 años y vicepríncipe heredero y el otro de 57 y príncipe heredero. Bin Salmán se encargaba de Defensa, Economía, de la Comisión Interministerial para el Desarrollo, de grandes proyectos y de la modernización del país; Bin Naif estaba al frente de la lucha contra el terrorismo y de los asuntos interiores. Pero, el hijo del monarca quería para sí todos los poderes. Y gracias al real decreto del 21 de junio conseguió derrocar a su rival. “Ahora él es el rey, ya no hay duda ninguna. Incluso, si fuese necesario, cuenta con la protección de papá [el rey Salmán], aunque esté allí o no, en realidad no cambia gran cosa”, añade la misma fuente libanesa. Efectivamente, el príncipe heredero tiene las manos libres.

En su camino al poder, sólo ha llamado la atención el último acto: la salida de escena de Bin Naif. Y es que el vicepríncipe heredero expulsó al príncipe heredero en una acción sin precedentes. Además, también le destituyó del resto de cargos que ocupaba (ministro del Interior y viceprimer ministro). Según The New York Times y The Guardian, que citan a fuentes próximas a la familia, en la actualidad permanece bajo arresto domiciliario en su  palacio de Yeda. Sin embargo, el golpe de Estado no era nada fácil de llevar a cabo, ni siquiera contando con la bendición del viejo rey. Bin Naif conocía todos los entresijos del poder; había hecho de su ministerio un auténtico feudo, que además había heredado de su padre, el príncipe Náyef -que ocupó este mismo puesto durante 37 años hasta su fallecimiento en el año 2012- y de quien fue asesor.

Asimismo, en su condición de responsable de la lucha antiterrorista durante 15 años, Bin Naif se había granjeado una sólida reputación. La familia real le estaba agradecido por haber acabado con la rama saudí de Al-Qaeda, obligándolos a unirse a la rama yemení AQPA (Al-Qaeda en la Península Arábiga), si no querían desaparecer. Él mismo, en agosto de 2009, sobrevivió milagrosamente a un atentando y sólo resultó herido. Esta baraka [buena suerte], considerado una especie de milagro, no hizo más que reforzar todavía más su prestigio.

Conmoción sin precedentes

Bin Naif también tenían buenas relaciones con el Pentágono, la CIA y, en general, con todos los servicios occidentales que lo apreciaban por su eficacia y al que, sin duda, habrían preferido antes que al hijo del rey Salmán, cuyo impetu despierta temor. Para poder sacar a su rival del estribo del poder, Bin Salmán lo fue marginando poco a poco. En este sentido, no hay que pasar por alto que su padre fue su mejor maestro (se convirtió muy pronto en su asesor, en la época en que el progenitor era gobernador de Riad, un cargo que ocupó durante más... de 50 años).

En el reino también han circulado rumores -nunca confirmados- sobre la posible alianza entre Bin Naif  y el emir de Catar, el jeque Tamim ben Hamad al-Thani, para hacerle frente al Feroz. Aunque a buen seguro se trataba de rumores falsos, le resultaron de mucha utilidad a este último a la hora de condenar al ostracismo al clan de los Nayef. 

Cuando Bin Salmán dio comienzo en 2015 su asalto al poder, la hoja de ruta ya estaba perfectamente trazada. En aquel momento, sólo aspiraban al trono Salmán y Naif. Las otras líneas de sucesión, la de Sultán bin Salmán –príncipe heredero y Ministro de Defensa durante 49 años– y Fáisal bin Abdulaziz –ministro de Asuntos Exteriores durante 40 años– habían sido barridas. El camino quedaba despejado en 2011, año en que su padre era nombrado ministro de Defensa, el cargo más importante del reino, y cuando se terminó convirtiendo, de nuevo, en su asesor. Un año más tarde, Salmán también pasaba a ser el príncipe heredero del rey Abdalá bin Abdulaziz. Pero fue con la muerte de este último, en enero de 2015, cuando la partida de ajedrez empezaba de verdad.

Su padre, en calidad de delfín, accede de inmediato al trono y con él llega el cambio: aglutinó lo esencial del poder en un triunvirato al frente del cual se sitúa él mismo, su sobrino Bin Naif y su hijo Bin Salmán. Esta forma de gobierno conlleva la eliminación de un plumazo del nuevo príncipe heredero, el príncipe Muquin, que tres meses después era sustituido por Bin Naif. Primera sorpresa. La segunda es la rápida ascensión de Bin Salmán. Todavía no había cumplido 30 años, en un país donde la edad tiene mucha importancia, cuando recibe de manos de su padre el Ministerio de Defensa.

Ya en abril de 2015, Salmán designaba vicepríncipe heredero a su hijo. En aquel momento se hace evidente que está a punto de convertirse en el nuevo hombre fuerte del reino. La marginación de Bin Naif acababa de empezar: perderá sus prerrogativas, una detrás de otra. Al Feroz le ayudó la declaración de guerra a Yemen, de 2015, recibida en el reino como una “guerra de protección”. En ese asunto, en el que su rival también tiene voz por su condición de Señor de la seguridad, se muestra más reservado.

Sin embargo, el bagaje académico de Bin Salmán es de los más limitados: es doctor en Derecho en Arabia Saudí. Y es que, en cuestión de títulos, entre los hijos de Salmán, los hay mas brillantes. Por ejemplo, el príncipe Faisal, actual gobernador de Medina, es doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Oxford. ¿Por qué entonces eligió a su hijo menor, tan joven, en un país donde la precocidad suscita siempre mucha preocupación?

Hay varias hipótesis. ¿Vio en él a un verdadero halcón en un momento en el que Irán se percibe como una amenaza existencial para el reino? También se dice que, después de haber perdido prematuramente a dos hijos muy queridos, habría podido querer transmitir todo su afecto a Bin Salmán, el primer hijo de su tercera esposa. “En cualquier caso, Bin Salmán no pasó por alto dos cosas; la primera que su padre es apreciado tanto por los estadounidenses como por los religiosos, lo que facilitó su ascenso al trono; la segunda es Trump porque el presidente de EE. UU. y el saudí se entendieron”, analiza Khattar Abou Diab, politólogo libanés especialista en la región.

Si el ascenso al poder de Bin Salmán se limita a ser una revolución palaciega es porque, esta vez, no es una rama de la familia real la que acumula todo el poder, sino un hombre el que acaba con décadas de colegialidad entre diferentes estirpes. Casi todos los contrapoderes que existían en la familia real han quedado destruidos. El único que todavía pervive es el príncipe Mutaib. Uno de los hijos del difunto rey Abdalá -actual comandante de la Guardia Nacional, el Ejército privado del régimen que cuenta con unos 100.000 mil hombres, 25.000 de los cuales están operativos- también se opuso a la guerra en Yemen.

“Por primera vez, Arabia Saudí tiene un sistema autocrático que rompe con los gobiernos tradicionales del Golfo y las sociedades tribales que son sociedades de consenso y equilibrio”, asegura Stéphane Lacroix, profesor asociado de Ciencias Políticas e investigador de Centro de Estudios de Relaciones Internacional (CERI). Se trata, por tanto, del final de una “forma de fluidez en las relaciones sociales” en el seno de la familia real y de sus fieles.

“Hasta ahora, Arabia había sido dirigida por un régimen autoritario tradicional que gobernaba una sociedad compleja sin querer destruir su complejidad, que instrumentalizaba las divisiones sin destruirlas. En el seno del poder había liberales y conservadores, se podía ser un Saud sin ser un wahabita y las autoridades no obligaban a serlo. Había cierto juego entre príncipes y religiosos, un juego entre las diferentes familias. Esto permitía una cierta pluralidad en la sociedad. Lo que hacía que siempre hubiera alguien para protegerte, si ponías en cuestión el orden establecido”, añade el investigador.

“La familia real ahora está fracturada”

Este orden tradicional ya no existe. “La familia real ahora se encuentra fracturada”, resume Khattar Abou Diab. Y ahora, hay que conocer los nuevos métodos del futuro rey. Se acabaron los ministerios sinecuras, sin poder de facto. “Acabo de ser nombrado secretario de Estado, pero no sé por cuánto tiempo. Los ministro son rápidamente sustituidos”, señalaba recientemente un joven diplomático llamado a consultas a Riad.

Ahora es el momento de los tecnócratas que están fuera del sistema o que se instalan en los Ministerios para ejercer un poder paralelo que permite sortear la extenuante burocracia saudí. “El príncipe Bin Salmán se ve a sí mismo como una especie de reformador autoritario que se apoya en jóvenes tecnócratas formados en Estados Unidos, con un cuerpo de seguridad pública reforzado y un ejército listo para intervenir”, explica Stéphane Lacroix.

El primer problema, añade, es que “estos tecnócratas están más familiarizados con las consultoras americanas que con su propio país”. El segundo problema, aunque son proactivos, es que están totalmente sometidos a Bin Salmán, al que le deben todo. Obviamente, el príncipe ha entendido que Arabia Saudí no podía permitirse el lujo de ser un Estado rentista y que debía de evolucionar para evitar hundirse. De ahí que su proyecto Visión 2030, un ambicioso programa de modernización del reino, presentado en abril del 2016, intenta acabar con la maldición del petróleo y reducir la influencia religiosa en la sociedad.

Con los religiosos, ya ha tomado medidas. La mutaween, la policía religiosa más retrógrada que existe, que dictaba leyes en las calles y en los zocos de las grandes ciudades, ya ha recibido órdenes de regresar a los cuarteles. Ya no pueden, al menos en teoría, detener a los ciudadanos. También se habla en Riad de la posibilidad de ¡abrir pronto un cine! Pero, la verdadera prueba de su voluntad de reforma tiene que ver con la posibilidad de permitir conducir a las mujeres.

Con semejante concentración de poder en sus manos, Bin Salmán tiene todos los medios para materializar estas aspiraciones. Pero los observadores, incluidos los propios saudíes, están perplejos. ¿Es sincera su voluntad de reformas? Antes que él, otros soberanos mostraron sus intenciones reformadoras, que jamás vieron la luz. El ejemplo tipo es el del rey Fahd, cuyo reinado de 23 años (1983-2005) terminó siendo un largo paréntesis de letargo aunque fue un ambicioso ministro de Educación.

El nuevo hombre fuerte del reino lleva bien su apodo de El feroz. Efectivamente es un halcón. La guerra de Yemen lo demostró, los discursos belicosos contra Irán también, al igual que en la actual crisis con Catar. Es aquí donde entra en escena otro halcón: Mohammed bin Zayed Al Nahyam, el príncipe heredero de Abu Dhabi, el Estado principal y más rico de la federación de los Emiratos Árabes Unidos (EAU).

Como el saudí, Bin Zayed, de 56 años, ejerce el poder sin ser el soberano titular desde que su hermanastro Jalifa, presidente oficial de los EUA y emir de Abu Dhabi, sufrió un derrame cerebral (en el año 2014) y ya no desempeña un papel político. Como Bin Salmán, colocó a sus hombres al frente de los principales Ministerios: su hijo dirige los servicios secretos. Al igual que el saudí, acapara funciones y es ministro de Defensa y también se inmiscuye en los asuntos económicos, es presidente de Consejo de Desarrollo de Abu Dhabi, de la autoridad encargada de las inversiones. Pero él es un verdadero soldado: graduado en la Real Academia de Sandhurst, es piloto de helicóptero y paracaidista con grado de general. En la guerra de Yemen, éstas fueron las únicas victorias que registraron las fuerzas armadas de los EUA. Recuperaron el gran puerto de Adén en julio de 2015 y expulsaron a Al Qaeda de la ciudad de Al Mukalla en abril de 2016.

¿Son éstas las razones por las que al príncipe heredero saudí le fascina Bin Zayed ? Según varios expertos en la región, el príncipe heredero de los Emiratos es el “mentor” de Bin Salmán. Dentro de la familia real son conscientes de ello y cuestionan esta inesperada lealtad. “Nunca habría imaginado ver a mi país dirigido por un emiratí”, confesaba recientemente un saudí próximo a ésta.

Lo que los unió es, a la vez, Irán, un problema existencial para Riad, y Catar, por su apoyo a los Hermanos Musulmanes, que son la obsesión de los dirigentes de los Emiratos. “Su acuerdo podría resumir en 'tú me sigues en mi prioridad y yo estoy contigo en la tuya'. El acuerdo se materializó después de su compromiso en la guerra de Yemen”, explica un especialista.

Más allá de su inclinación por el Rey Sol, ¿será Bin Salmán, como se preguntan algunos saudíes, la reencarnación del rey Abdulaziz bin Saúd, que gracias a la espada (las guerras que libró dejaron cerca de 500.00 muertos) y a las bodas (32 esposas oficiales) fundó la actual Arabia Saudí en 1932 y que ejerció el poder del modo más absolutista? De cualquier manera, la llegada al poder de Bin Salmán marca en Arabia Saudí el final de un poder coleagiado, vigente desde la muerte del rey Saúd. Acaba de empezar un nuevo ciclo.

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Traducción: Alba Precedo

Leer el texto en francés:

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