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Sí tinc por

Resuena aún en muchas calles de España el grito “No tengo miedo”, en su versión en català “No tinc por”. Y me recorre un escalofrío por la espina dorsal cada vez que lo oigo. Me parece irresponsable. Lo importante no es no tener miedo, sino combatirlo y procurar que sea un “miedo productivo”, que sirva para estar prevenido ante posibles ataques. Y sobre todo, que el miedo no nos cambie, no nos haga mudar nuestra forma de vida y nuestra forma de pensar.

Hay ataques menos evidentes que los perpetrados por los islamistas, pero que producen similar miedo si se analizan con detenimiento. Muchos de estos ataques no son considerados terroristas por la generalidad de la población. Y sin embargo son más peligrosos que la amenaza de unos iluminados religiosos que, siendo sanguinarios, sólo han llevado a cabo durante 2016 el 3% de sus atentados en Europa. Y eso aunque los incrementan porque este incremento se siente fundamentalmente en países de próximo oriente y norte de África. Si aceptamos la definición que de terrorismo se lee en el DRAE, causan más pavor que cualquier banda terrorista. Y ello desde una triple perspectiva y unos flecos personales.

La perspectiva planetaria, es decir, lo que debería aterrorizar al planeta entero, es fácil de identificar. Son las bravatas de un individuo racista y xenófobo, que desobedece a los tribunales y que ha adquirido su poder jugando con un sistema electoral decimonónico que favorece la abstención (hasta algo más del 45% de la población en edad de votar) forzando a los ciudadanos en casi todos los estados a “registrarse” para poder votar. La votación popular queda muy matizada a causa de un sistema de representación indirecta: no importa ganar en votos, sino obtener más compromisarios, y los de cada estado se los “apunta” el que ha ganado en el mismo aunque sea por un voto. Donald Trump es un peligro porque tiene en sus manos el mando de una maquinaria militar con un potencial de destrucción inédito en la historia de la humanidad. Cada vez que manda un “mensajito” a los “malos” de turno, sean coreanos del norte, iraníes, iraquíes o miembros del ISIS, contengo la respiración. Por si le da por desatar “fuego y furia como el mundo nunca vio”. O si se produce un error informático como el Incidente del equinoccio de otoño de 1983. Con Putin y sus chavales al otro lado. Entre los que es casi seguro que no haya un Stanislav Petrov. Esto sí que da terror.

Otra perspectiva global es la que hace referencia al comercio de armas. Según se aprecia en una infografía publicada por viva.org.co basada en datos de Amnistía Internacional, el mundo se gasta 1,76 billones de dólares al año en defensa. Hay 650 millones de armas circulando por el mundo y cada año se fabrican ocho millones más y 16.000 millones de balas. Amnistía Internacional informa que el 70% de las ventas de armas está en manos de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU: Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido. Es aterrador que los que, conforme a la carta fundacional de la ONU, tienen la responsabilidad primordial de mantener la paz y la seguridad internacionales, sean quienes más armas fabrican. Esas son las armas que, a través de las monarquías del golfo, van a parar a las zonas de conflicto mantenidas por Arabia Saudí (que ha subido sus importaciones en un 275 % en el último año), Qatar y Emiratos Árabes Unidos y por intereses económicos de las grandes potencias.

No consuela que España ocupe el séptimo lugar en este ránking mortal y que exporte sólo el 3% de las armas del mundo, según el informe citado de Amnistía internacional. En 2016 se autorizaron (en aplicación de la Ley 53/2007 sobre el control del comercio exterior de material de defensa y de doble uso) exportaciones de armas por un importe total de 5.550 millones de euros, y se realizaron exportaciones por un valor total de 4.051 millones de euros. Alguna de esas armas ha podido ser utilizada por un terrorista en España, ya que Arabia Saudí es nuestro tercer cliente.

El humanismo en la milicia

La tercera perspectiva parte desde un punto de vista más español: es el incremento imparable del odio xenófobo e islamista en nuestro país. Hemos asistido a un incremento brutal de expresiones de odio. El recuento de este tipo de expresiones ha pasado de 49 en 2014 a 573 en 2016, (un 1.069,39% más), según recoge el informe anual elaborado por la Plataforma Ciudadana Contra la Islamofobia. Estos últimos días y a causa de los atentados, se han incrementado aún más. Las noticias en los medios han sido constantes. En Palencia dos mujeres sufrieron el ataque de “incontrolados”, una en presencia de su hija menor (20 minutos). En Valencia, la víctima fue un menor de catorce años por un energúmeno al grito de "fuera de aquí, vete a tu país, moro de mierda". En Fitero (Navarra) tres menores que asistían a una concentración de repulsa contra los atentados de Barcelona fueron agredidos por dos salvajes (Abc), aunque la juez no consideró que hubiera islamofobia pese al informe de la Guardia Civil. Y las innumerables pintadas en mezquitas de diferentes localidades (Montblanc, San Martín de la Vega, Fuenlabrada, Granada, Sevilla…) o la frase que corean los tristemente célebres miembros del autodenominado Hogar Social “moro que reza, machete a la cabeza”.

Hay que temer los ataques terroristas. Pero no estaría de más analizar por qué ocurren, por qué los perpetran personas que frecuentemente han nacido entre nosotros. Por qué y cómo calan los mensajes de odio de los imanes salafistas en esos jóvenes, cómo es posible que lleguen a despreciar de ese modo la propia vida. Siempre me impresionó que, pese a que la iglesia condenaba el suicidio, alababa la autoinmolación de Sansón (muera Sansón y todos los filisteos) según se relata en el libro de los jueces de la biblia. Cada vez que un extremista islámico hace explotar su cuerpo en medio de una multitud de inocentes, no puedo por menos que recordar ese pasaje.

A todos estos miedos uno los míos, los más diarios, desde el miedo a sufrir un accidente hasta el miedo a perder el trabajo. Pero les hago frente a todos. Como dijo Nelson Mandela, “No es valiente el que no tiene miedo, sino el que sabe conquistarlo.” Así que tengo miedo y lo enfrento sin bajar la cabeza ni los brazos, para pensar y luchar por lo que pienso. Pacíficamente.

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