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El futuro de Cataluña

El desafío secesionista en Cataluña saca a la calle al nacionalismo español

Cuatro niños saludan el paso de los guardias civiles este jueves en Comandancia de Valencia durante los actos de la Virgen del Pilar.

El nacionalismo español se ha hecho visible en las calles como nunca antes en el período democrático. La deriva secesionista en Cataluña y la celebración del referéndum de autodeterminación han alentado la retórica españolista. Así lo evidencian movilizaciones como las del pasado fin de semana en Madrid y Barcelona, los actos de despedida a policías y guardias civiles desplazados o la proliferación de la exhibición de símbolos, especialmente banderas españolas, cuya ostentación de forma masiva en democracia había estado ligada a acontecimientos deportivos. 

"La impresión visual indica que hay una recuperación clara de la unidad nacional y del orgullo de ser español, aunque este rebote dependerá de cómo evolucione la situación en Cataluña, pues si la cuestión vuelve a un estado de letargia es posible que disminuya", confirma Carmen González Enríquez, catedrática de Ciencia Política en la UNED e investigadora del Real Instituto Elcano. También Máriam Martínez-Bascuñán, profesora de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid, cree que el nacionalismo español está en auge. "La proliferación de banderas es evidencia empírica. Está claro que un nacionalismo, el catalán; ha reactivado al otro, el español", sostiene.

Por su parte, Pablo Simón, profesor de Ciencia Política de la Universidad Carlos III de Madrid y editor de Politikon, cree que esta situación evidencia que ha habido una "nacionalización del conflicto territorial". "Mientras la cuestión estaba confinada en Cataluña interesaba principalmente al colectivo de derecha. Ahora ha migrado al conjunto del Estado, lo que ha generado un rebrote de nacionalismo español", asevera. 

A juicio de González Enríquez, entre los movilizados por este sentimiento de unidad nacional se mezclan dos grupos. Por un lado, las personas que ya tenían una fuerte identidad nacional, aunque se sentían coartadas para expresarla, y que ahora se han sentido tan agraviadas que han superado ese temor a la sanción social o a ser tachados de franquistas o fascistas. Y, por otro, gente que daba por hecho su identidad española sin ser algo que implicara por su parte ningún tipo de actividad o exhibición, pero que se ha "activado" ante el riesgo de ruptura de la unidad nacional. 

En su reciente trabajo La excepción española: el fracaso de los grupos de derecha populista pese al paro, la desigualdad y la inmigración [consultar, aquí] González Enríquez da algunas claves sobre la historia reciente del nacionalismo español. Asegura que, al menos hasta ahora, no se había recuperado del "abuso" que se hizo de la identidad nacional durante el franquismo, cuando fue utilizada como herramienta ideológica para legitimar la dictadura.  

Ese uso –sostiene– provocó que la oposición democrática rechazara frontalmente la exhibición de símbolos nacionales. El hecho de que ese pasado autoritario sea reciente y haya sido vivido por casi la mitad de la población actual ha actuado, al menos hasta ahora, como una especie de vacuna ante el nacionalismo español. También las tensiones territoriales y la creación o reaparición de movimientos nacionalistas periféricos, especialmente en Cataluña y el País Vasco, y en menor medida en Galicia, Valencia, Canarias y Andalucía; contribuyeron aún más a la debilidad de la identidad nacional española.

Simón, no obstante, sostiene que las nuevas generaciones se identifican menos con esos valores tradicionales ligados al franquismo y sí más con otros más genéricos vinculados al mito fundacional de la transición, a la lengua y al deporte. "Esa triada hace que ahora haya gente con menos complejos a la hora de salir con la bandera. "El lastre del franquismo, que tiene un componente generacional muy fuerte, ha ido desapareciendo. No obstante, en la izquierda sí sigue habiendo una transmisión más fuerte de estos valores", sostiene. 

Tablero político  

El alcance que tenga el actual auge del nacionalismo español también tendrá consecuencias sobre los partidos políticos. Si algo parece claro es que esta es una cuestión que crea más tensiones a las formaciones de izquierda que a las de derecha. González Enríquez recuerda que la izquierda española apoyó con entusiasmo los movimientos nacionalistas periféricos, presentándolos como liberadores y progresistas, tanto en la transición como durante varias décadas después. No obstante, parte de esa izquierda se reconoce como internacionalista y más partidaria de la unión de los pueblos y no su separación. 

"Tanto el PSOE como Podemos están dando palos de ciego. Ambos están sobrepasados por esta situación", señala Martínez-Bascuñán. De los socialistas critica especialmente su posición tibia. "Habría estado bien que el discurso que Borrell hizo a título personal [el domingo, en la manifestación convocada por Societat Civil Catalana] lo hubiera hecho antes algún dirigente del PSOE. Para salir fortalecido de una situación como esta hay que tener una opción clara", añade. 

Por otro lado, cree que la actuación de Podemos intentando seguir la línea que marca la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, tampoco está siendo coherente. "Suena duro, pero algunas de sus actuaciones han acabado por legitimar al independentismo", señala. Se refiere, entre otras cuestiones, al hecho de que Colau participara en la votación del 1-O y este martes dijera que los resultados de ese referéndum no avalan una declaración unilateral de independencia. "Podemos está haciendo un encaje de bolillos complicado intentando defender bajo una retórica de democracia que se haya vulnerado el reglamento del Parlament", añade.

Simón, por su parte, cree que los socialistas no tendrán más remedio que "replegarse" en Cataluña –a pesar de que necesiten al PSC para ganar elecciones– si no quieren poner en riesgo al grueso de su electorado, que está en zonas meridionales. Respecto a Podemos, cree que su posición ante esta cuestión también está supeditada a su dependencia de las confluencias, que están muy ligadas al nacionalismo o el regionalismo en diferentes vertientes. "Es Colau la que lleva el liderazgo, Iglesias no tiene autonomía para fijar una postura. El problema es que la manta es demasiado corta: si protege sus bastiones plurinacionales es posible que esa apuesta no se entienda en otros lugares", ilustra. 

El auge de la identidad nacional también puede agitar el mapa político por la derecha. Al menos por el momento, la línea más dura contra el secesionismo la está siguiendo Ciudadanos, que lleva desde el 2 de octubre pidiendo a Rajoy que aplique el artículo 155 de la Constitución. Simón cree que uno de los escenarios posibles es que el partido naranja vire su posición hacia una defensa más cerrada del nacionalismo español y también considera que el PP puede que siga esta misma estela e incluso que a Rajoy le salga algún competidor que esté más en sintonía con los postulados más duros en esta cuestión defendidos por el expresidente José María Aznar. 

Otro riesgo cierto aunque con menos posibilidades, según las fuentes consultadas, es el surgimiento de un nuevo partido que tenga como eje de sus postulados políticos la defensa de la unidad de España. VOX, fundado en 2013, ha defendido un nacionalismo centralista contrario al Estado de las Autonomías entre otras propuestas de carácter ultraconservador en lo social y liberales en lo económico. No obstante, es una fuerza extraparlamentaria. 

Conflictividad social  

Otra cuestión clave es si este fortalecimiento de la identidad nacional puede tener consecuencias en clave de conflictividad social. Hay varios ejemplos recientes que apunta en esa dirección. El más grave es el ocurrido en Valencia, donde miembros de la extrema derecha irrumpieron a golpes en una marcha a favor de la independencia de Cataluña por Arran y la CUP. LaSexta, que estaba emitiendo en directo la movilización, cortó la conexión por la dureza de las imágenes al estar en horario protegido. 

También en Córdoba, el martes de la semana pasada, hubo altercados leves en una concentración convocada por las Marchas de la Dignidad y el Movimiento Anti-represión de Córdoba contra la actuación policial durante el 1-O en Cataluña a la que respondió un grupo llamado a través de las redes sociales contramanifestarse "por la unidad de España y en defensa de la Policía Nacional y la Guardia Civil".

En Zaragoza, el 24 de septiembre, varios centenares de personas que portaban banderas de España –algunas de ellas anticonstitucionales– rodearon el recinto donde Unidos Podemos celebraba una asamblea de parlamentarios y alcaldes para debatir sobre la situación en Cataluña. Un integrante de este grupo lanzó una botella de agua llena a la presidenta de las Cortes de Aragón, Violeta Barba, y los dirigentes tuvieron que salir del edificio escoltados por la policía. 

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Esta cuestión preocupa a Simón, que recuerda que después del Brexit también aumentaron las agresiones a inmigrantes porque los grupos más ultras se vieron envalentonados ante esa coyuntura. También González Enríquez cree que ha aumentado el riesgo de conflictividad social, especialmente en Cataluña, que está dividida por esta cuestión. "Lo que ocurría es que, hasta ahora, esa división formaba parte de un hecho diario pero no tenía efectos porque el independentismo no tenía consecuencias prácticas. Ahora que esas consecuencias sí están sobre la mesa es cuando se enconan las posiciones y sí hay un riesgo de violencia", subraya. 

Por otro lado, también es relevante hasta qué punto hay riesgo de esta situación provoque una "involución democrática" como dijo hace tres semanas el secretario de Organización de Podemos, Pablo Echenique. Todavía no se habían producido las incendiarias declaraciones del vicesecretario de Comunicación del PP, Pablo Casado, que este lunes aseguró que era partidario, "a título personal", de incluir en la ley de partidos la ilegalización de las fuerzas políticas que promuevan la independencia. 

González Enríquez, con la prevención de todo en política es "imprevisible", cree no nos estamos acercando a la posibilidad de un retroceso en la libertades de forma permanente. "Esto no quiere decir que, en caso de un aumento de la violencia en Cataluña, no se pueda llegar allí a una restricción momentánea de las libertades civiles o individuales, pues está en el margen de lo que el Gobierno está barajando como posibilidad", sentencia.  

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