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El número de migrantes fallecidos en tierra firme ya supera a los que pierden la vida en el Mediterráneo

Un grupo de refugiados, en la frontera turca con Siria.

Una hecatombe en el mar, pero también en tierra firme. El Mediterráneo se ha convertido en un cementerio migratorio, ya nadie lo ignora. Desde el comienzo del éxodo migratorio en Europa, en 2014, al menos 15.000 migrantes han perdido la vida tratando de alcanzar las costas de la Unión Europea, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), que elabora un censo semanal del número de personas rescatadas en el mar, así como una estimación del número de fallecidos en un naufragio. Sólo entre enero y octubre de 2017, 2.793 personas perdieron la vida, principalmente entre Libia e Italia, y cerca de 149.000 personas lograron completar la travesía en el mismo periodo. Esta ruta marítima también es considerada como la más mortífera del mundo para los sin papeles.

Pero hay otro drama menos conocido: los miles de fallecidos en tierra, en la orilla sur del Mediterráneo. En el Sáhara, las 72 horas que transcurren en vehículos todoterreno son especialmente peligrosas. Las condiciones climáticas son extremas: temperaturas glaciales por la noche e insoportablemente altas por el día. Los exiliados viajan amontonados, de pie, en los remolques. Entre los vaivenes de las pistas pedregosas, la arena y el viento les golpea en la cara. Si viajan en el centro, corren el riesgo de ahogarse; si van en un lado, pueden caerse. Algunos mueren deshidratados; otros son víctimas de la violencia infligida por los salteadores de caminos. No se conocen las cifras de esta tragedia.

Las palabras del responsable en África central y Occidental de la OIM, Richard Danzinger, en una rueda de prensa ofrecida el 12 de octubre en Ginebra, tuvieron un gran impacto. “Calculamos que el número de muertos en el desierto es al menos dos veces mayor que el de fallecidos en el Mediterráneo”, dijo, dando a entender que 30.000 personas han perecido en el Sáhara desde 2014. “En Níger, principal ruta de tránsito, los traficantes tienen cada vez más miedo a las autoridades, lo que puede llevar a abandonar a los migrantes en pleno desierto”, apuntó. Si los agentes locales cada vez están más dispuestos a detener a los traficantes y a cerrar los guettos donde se dan cita los migrantes antes de iniciar la salida, como en Agadir, es por que la UE presiona desde hace varios meses; en estos casos, suele ocurrir que cuando se refuerzan los controles el paso se hace más complicado, más costoso y más peligroso.

Y eso no es todo. Las condiciones de vida de los migrantes en Libia son tan terribles que también suelen causar numerosos fallecimientos. Esta situación se ha silenciado, sobre todo entre los Estados miembros de la UE que reclaman a Trípoli, a cambio de decenas de millones de euros, que impidan a los migrantes salir. O lo que es lo mismo, quieren que los retengan en el país.

Desde 2016 en Trípoli y en 2017 en Misrata, Médicos sin Fronteras acude a ayudar a los exiliados que permanecen en los centros de detención situados en las costas libias. La ONG también atiende a víctimas de secuestros. Hace seis meses, su equipo fue conducido a la morgue de un hospital desbordado de cadáveres. “El frigo estaba lleno, había 16 cadáveres en el suelo, el olor era pestilente”, recuerda Aurélien Sgwalt, farmacéutico de profesión, cuando acaba de regresar de una misión. Esos cadáveres esparcidos en el suelo eran migrantes.

“Los médicos nos indicaron cómo llegar a una casa donde viven personas a los que sus secuestradores acaban de liberar”, indica. Ese lugar sigue existiendo. Los supervivientes, con el cuerpo demacrado, viva imagen de los campos de concentración, tratan de aprender a vivir de nuevo. Han sido torturados para que sus respectivas familias paguen un rescate de 3.000 dólares. Para acabar con ese sufrimiento, los familias han tenido que vender sus casas o negocios. También han pasado hambre: al día sólo recibían un trozo de pan durante un mes, tres meses, seis meses. “Algunos llegan moribundos, otros tienen los ojos brillantes, la mirada perdida, otros sufren enfermedades graves”, precisa Aurélien Sigwalt, que recuerda haber visto a hombres y mujeres incapaces de caminar durante varios días o que no consiguen emitir el menos sonido. “Cuando se habla de malnutrición, hablamos de personas que sólo tienen piel y huesos”, insiste.

A partir de los testimonios obtenidos de migrantes supervivientes y migrantes retenidos en los centros de detención, la ONG ha calculado que pueden ser miles, decenas de miles, los exiliados que no han logrado sobrevivir, en el curso de los últimos años, dada la manera en que se les trata en suelo libio.

Estos cálculos son corroborados por los innumerables testimonios publicados en los medios de comunicación y en las ONG. Un estudio del centro de investigación, con base en en El Cairo, Mixed Migrations Hub, publicado en enero de 2017, recoge que el 65% de las 375 personas interrogadas aseguran haber sido testigo directo de alguna muerte, la inmensa mayoría durante su estancia en Libia. En un informe de Acnur, publicado en 2016, los migrantes afirmaban que el número de muertos era superior en tierra firme que en el mar. Ante la falta de un censo oficial, la única prueba de las muertes se basa en los relatos de los migrantes supervivientes.

El reciente descubrimiento, en las costas libias, de gigantescos campos de refugiados con más de 4.000 migrantesmás de 4.000 migrantes en avanzado estado de malnutrición da idea de la magnitud del desastre. Esta siniestra realidad recientemente se ha hecho patente en Sabratha, punto de salido, situada al oeste de Trípoli, con motivo de los enfrentamientos entre milicias rivales –Al Ammu y Anti Isis Operation Room–, que reivindican el apoyo del gobierno de unión nacional reconocido por la ONU.

Tras registrar un descenso en agosto de 2017, a raíz del acuerdo alcanzado entre Roma y una de las milicias, las travesías por el Mediterráneo en septiembre y en octubre de 2017 las travesías han vuelto a aumentar. ¿Cuántas pruebas más harán falta para que se juzgue la responsabilidad de la UE? ___________________

Traducción: Mariola Moreno

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