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Entrevista con Emilio Cao

"La respuesta en las calles está aumentando a pesar de los intentos por neutralizar la lucha social"

Emilio Cao, el joven que fue a las Marchas de la Dignidad y se enfrenta a casi seis años de prisión.

Emilio Cao acababa de cumplir la mayoría de edad cuando embarcó en el autobús que le llevaría de Galicia a Madrid para participar en las Marchas de la Dignidad, que en 2014 abarrotaron las calles de la capital para reclamar "pan, trabajo, techo e igualdad". El joven de O Carballiño (Ourense) fue uno de los 24 detenidos durante la movilización. Cuatro años después, se enfrenta a una pena de cinco años y ocho meses de prisión por presuntos delitos de atentado contra la autoridad y desórdenes públicos.

El caso de Emilio Cao es similar al de la zaragozana Raquel Tenías, detenida cuando iba a coger el autobús para volver a su ciudad y sobre quien pesaba una petición de cuatro años de cárcel por supuesto atentado contra la autoridad y desórdenes. La mujer fue absuelta junto a otra manifestante a finales de 2016. El juez consideró entonces que "la prueba de cargo contra las acusadas prácticamente se reduce a las declaraciones de los agentes que procedieron a su detención siendo abundante la prueba testifical de descargo que ratifica lo manifestado por las acusadas".

Emilio Cao, ahora con 22 años y estudiante de Filosofía en la Universidad de Santiago de Compostela (USC), ha recibido el respaldo de decenas de cargos políticos, escritores, periodistas y activistas desde que su caso se hizo público. Los alcaldes de las mareas –Xulio Ferreiro de A Coruña, Martiño Noriega de Santiago de Compostela y Jorge Suárez de Ferrol–, el histórico Xosé Manuel Beiras (Anova) o la líder del BNG, Ana Pontón, son algunas de las más de 600 firmas que claman por su absolución a través de un manifiesto impulsado el pasado 14 de marzo. Otros representantes políticos como Alberto Garzón (IU), Oskar Matute (Alternatiba) o Joan Tardà (ERC) han expresado su apoyo hacia el joven gallego.

Este lunes se celebra en Madrid el juicio que determinará el futuro de Cao, e infoLibre habla con él sobre lo acontecido durante las movilizaciones, el significado político que subyace en el fondo del caso y el retroceso de libertades que a su entender predomina en el panorama actual.

PREGUNTA: Acudió a las Marchas de la Dignidad en 2014 para manifestarse con la columna gallega.

RESPUESTA: Nosotros en O Carballiño teníamos una asamblea estudiantil con la que empezábamos a ser más activos políticamente. Protestábamos contra la Lomce, contra los excesivos requisitos de las becas y otras demandas inmediatas que nos afectaban de lleno a los estudiantes. En ese caldo de cultivo, vimos en la convocatoria de las marchas del 22 de marzo de 2014 una oportunidad de significarnos políticamente en el sentido de impugnar las políticas del Partido Popular que hacían que el sistema educativo estuviera más deteriorado, lo que nos afectaba más a nosotros como realidad inmediata. Decidimos ir en el autobús desde Galicia a manifestarnos.

P: ¿Qué edad tenía entonces?

R: Cumplía 18 años, acababa de cumplirlos.

P: ¿Cómo recuerda la manifestación?

R: El transcurso de la manifestación fue normal. No hubo ningún conflicto, ningún tipo de incidencia. Éramos más de un millón de personas, según la organización de las marchas, y durante el día no hubo disturbios ni nada parecido. Pero a partir de las 20:00 la policía empezó a cargar en la calle Génova. Cargaron contra los manifestantes y empezaron a detener a gente. Se produjo cuando aún estaba hablando Diego Cañamero, aún no había terminado, por lo que la actuación policial estuvo fuera de lugar, fue deplorable en todos los sentidos. No podían hacer eso sin ningún tipo de justificación.

P: ¿Por qué le detienen?

R: Me detiene un policía de la secreta y lo único que me dice mientras me lleva al furgón es "la cagaste", "te la vas a cargar"... Yo estaba en ese momento paralizado, no tenía ningún tipo de noción de lo que podría haber hecho, estaba totalmente bloqueado. Cuando me decía ese tipo de cosas, más me bloqueaba. Estaba asustado.

P: ¿Cuánto tiempo permanece en comisaría y cuál fue el trato recibido?

R: Estuvimos dos días, junto a todos los detenidos. Al llegar estuvimos de pie muchísimo tiempo en la comisaría, contra la pared, hasta que nos bajaron al calabozo. No nos dejaban hablar con los compañeros, si te girabas te gritaban y mantenían una actitud desmedida.

P: ¿Sabe qué ha pasado con el resto de detenidos?

R: Hubo casos que me llegaron a través de las redes, hay gente que pagó una sanción económica y consiguió librarse de la prisión, aunque le quedarían cargos. Hubo otro caso bastante reseñable en Zaragoza. A una de las detenidas, una mujer que participaba en una candidatura municipal de allí, la absolvieron por falta de pruebas. Le pedían una condena similar a la mía y la acusación era muy parecida.

P: ¿Hay alguna prueba de lo que pasó?

R: Hay un vídeo de mi detención en el que se ve claramente que no me resistí porque era imposible que me pudiera resistir o agredir a nadie. Eran cuatro policías contra mí y yo no mido dos metros, es algo que no se sostiene. Se ve cómo uno de los policías se cae pero no porque yo me resistiera, sino porque tropieza y cae.

P: ¿A qué cree que se debe la magnitud de la pena?

R: Supongo que el objetivo es tener una actitud ejemplarizante. Buscan que ya no se nos pase por la cabeza organizarnos o participar en cualquier tipo de actividad política, sea un movimiento social, una asamblea de barrio, pueblo o militar en un sindicato. Es la cultura del miedo. Cualquier cosa que hagas va a ser duramente reprimida.

P: Dice que el suyo no es un caso aislado.

R: Hay muchísimos casos. Últimamente lo estamos viendo en los medios, con el tema de los presos políticos catalanes, los raperos condenados que de hecho van a entrar en prisión por el mero hecho de hacer música, o el jornalero Andrés Bódalo que está en la cárcel por participar en una lucha sindical, por defender sus derechos laborales. Es algo que por desgracia está bastante socializado.

P: ¿Considera que hay un retroceso de las libertades?

R: Sí. Estamos en un momento de conflicto social, de muchas contradicciones, en el que se ha caído ese relato de Estado del Bienestar, de que puedes emprender y hacer lo que quieras. El discurso del ascensor social se fractura por completo, se desvanece, y eso causa una reacción por parte de la ciudadanía. En el momento en que pasa eso, la gente responde y no conviene que nos organicemos.

P: ¿Qué relación hay entre la situación de precariedad tras la crisis, la consiguiente movilización social y el impulso de leyes como la mordaza?

R: Todo tiene que ver con eso. La idea es que nos resignemos, aceptemos lo que nos dan y no sólo que lo aceptemos, sino que imponen sus intereses para que ni siquiera podamos pensar en hacer algo.

P: ¿Cree que el miedo a las represalias está frenando la protesta en las calles?

R: Realmente la protesta no se ha frenado. La sociedad se está politizando poco a poco. Lo vimos en la organización del 8 de marzo, que fue increíble, multitudinaria en todas las ciudades del Estado. O con las movilizaciones de los pensionistas, que estaban silenciados totalmente en los medios de comunicación. También hay movilizaciones en la calle contra los desahucios. Vemos que realmente la respuesta en las calles sí está aumentando a pesar de los intentos de neutralizar la lucha social.

P: ¿Cuál cree que debe ser la respuesta política ante ese supuesto retroceso de libertades?

R: Más que nada abrir el debate. El debate en torno a las libertades civiles está un poco eclipsado. A veces se tiende a justificar ese tipo de actitudes inquisitoriales del Estado, se tiende a legitimar la represión. Es una herramienta potentísima, consigue impregnar todos los aspectos de la sociedad. Que la oposición llegue a legitimar eso es inadmisible.

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R: Es un soplo de aire fresco a pesar de que los organismos europeos y los organismos supraestatales de los que es miembro el Estado español forman parte del mismo sistema económico y social. En este caso hay que tener en cuenta también que han pasado diez años, es mucho tiempo, y mientras esa gente estuvo en la más absoluta incertidumbre. Es una buena noticia sin duda pero debería haber pasado antes. En todo caso, hace que nos replanteemos ciertas cosas. Es algo a tener muy en cuenta en el sentido de que si Europa cuestiona la represión que está habiendo en el Estado español es para que nos hagamos preguntas a nosotros mismos sobre quién nos está gobernando.

P: Desde hace unas semanas las muestras públicas de apoyo por parte de políticos y de la ciudadanía no han parado, ¿cómo ha recibido toda esa solidaridad?

R: La verdad es que tengo muchísimo agradecimiento. Estoy muy conmovido por cómo se ha llegado a socializar este tema. Mucha gente de mi pueblo, con la que estudio y que no conocía de antes o con quien no tenía una relación, ahora me muestra su apoyo públicamente. Es increíble y en ese sentido me siento verdaderamente arropado.

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