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El rincón de los lectores

Aquel reloj de ajedrez

El doctor Norman Bethune junto a una unidad del Servicio Canadiense de Transfusión de Sangre.

Nieves Álvarez Martín

Cuando, a principios de este año, visité en el Conde Duque la exposición Bethune. La huella solidaria, que recogía el legado de este doctor y la ayuda de los voluntarios canadienses a la Segunda República, recuerdo haber pensado: ¡qué historia tan impresionante para una novela! Incluso aventuré que sería un buen argumento para uno de los episodios nacionales de Almudena Grandes, en los que la autora nos pone ante el espejo y nos hace ver lo oculto de nuestra historia, lo silenciado, lo necesario.

La exposición proponía, a través de fotos biográficas, los inicios de Bethune como cirujano en Montreal, su labor sanitaria en España y su trabajo en China como cirujano de campaña, en el frente. Recuerdo que me emocionaron profundamente algunas imágenes y sus cartelas explicativas, tanto como me ha emocionado siempre la colaboración desinteresada de los brigadistas: hombres y mujeres que decidieron ayudarnos, cuando sus gobiernos miraban para otro lado.

Y hete aquí, cuál no sería mi sorpresa, cuando meses más tarde se anuncia, compro y leo con avidez Los pacientes del doctor García, la última novela, deseada y rotunda, que la autora de tantos títulos inolvidables, nos regalaba para disfrute de quienes, como yo, no queremos olvidar la historia, sino conocerla desde una mirada honesta, comprometida y generosa. No sé si Almudena vio la misma exposición que yo, tampoco la novela cuenta la vida y milagros de Bethune (porque lo fueron, para la época), pero sí recoge su invento para las transfusiones de sangre, que fueron tan útiles en la contienda y en la paz de los cementerios.

 

Los pacientes del doctor García, tiene una estructura compleja y sólida, que exige la complicidad del lector. No es una historia lineal, ni siquiera es una sola historia, son múltiples historias que desde diferentes puntos de vista, personajes, escenarios, paisajes e ideologías, irrumpen en la escena desgranando sus enfoques, implicaciones, emociones, glorias y miserias. Personajes de una fuerza increíble, por momentos crueles, por momentos tiernos, por momentos descorazonadores y por momentos pegados a la piel de la lectura.

Todo funciona como un puzle que se va armando y desarmando ante el lector, a medida que avanza la novela. Reconozco que en algún momento me ha desesperado perder el hilo de un personaje al entrar en otro, y sin embargo, esa espera, resultó recompensada al volver a encontrarlo y comprender la necesidad de su desaparición y aparición, como un Guadiana literario de quien maneja —sin tropezar— armazones complejos de historias tan reales e inexplicables como las vividas y las que se cuentan en Los pacientes del doctor García. No se puede describir de otra manera esta novela. Se necesita cruzar estos callejones oscuros, estos salones luminosos y estas intrigas terribles para comprender lo que pasó, lo que estaba pasando sin que nadie lo supiera o no quisiera saberlo.

Los personajes de la novela, todos necesarios (aunque sean muchos) tienen una personalidad bien definida y son coherentes de principio a fin. Un reloj de ajedrez, testigo del paso del tiempo; un cirujano, un boxeador, una mujer que organiza una red para ayudar a los nazis a salir de Alemania, militantes comprometidos, infiltrados, mafiosos, hombres y mujeres de carne y hueso (enfrentados a guerras, emociones, amor, odio) que, en ocasiones, quisieras abrazar, zarandear, comprender…

Pero si tuviera que elegir un personaje y un momento del libro (aunque todos me parecen impresionantes), elegiría un alegato estremecedor que me emocionó hasta la lágrima. El personaje: Manuel Arroyo Benítez. El momento: cuando éste se da cuenta de que todo lo vivido, sufrido, trabajado (no solo él, sino muchas personas más, jugándose la vida) no ha servido de nada y, entre otras muchas palabras emocionantes, dice: “No vais a apoyarnos, ¿verdad? (…) Tampoco ahora. Nos dejáis solos, como siempre (…) y los españoles seguimos siendo tan gilipollas, tan ingenuos, que nos jugamos la vida todos los días, esperando a que os deis cuenta de que existimos. (…) Pero a vosotros eso os toca los cojones, ¿no?, porque siempre hay un enemigo nuevo, un asesino más odioso, un peligro más urgente”. Tremendo, tremendo, emocionante y el quid de la cuestión, el verdadero argumento del libro, lo que subyace en algunas novelas de Almudena Grandes: cómo los aliados, tras la ayuda impagable de los brigadistas españoles en la II Guerra Mundial, no quisieron intervenir en España para expulsar al dictador. A pesar de todo, los Quijotes de siempre siguieron intentándolo una y otra vez.

Mi madre decía que es de bien nacida ser agradecida, por eso agradezco a “Los pacientes del doctor García”, la lucidez, el coraje y la cordura de sus personajes, y el valor de su autora por dejarnos mirar al pasado con tanta belleza y emoción.

*Nieves Álvarez Martín es escritora y artista plástica.Nieves Álvarez Martín

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