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Días de lluvia y fracaso

Hellraiser. El corazón condenado, de Clive Barker.

Alejandro Lillo

Hellraiser. El corazón condenadoClive BarkerTraducción de Juan Carlos Postigo RíosMadridHermida2017Hellraiser. El corazón condenado

¿Oyen las campanas? ¿No? Empecemos.

El miedo es una de las emociones más antiguas e intensas que pueden experimentar los seres humanos. Esta impresión, sin embargo, tiene muchos grados y circunstancias, numerosas ramificaciones. Una de ellas podría ser la del horror. Si definimos el terror como el miedo que se tiene a algo aún no experimentado que está a punto de caer sobre nosotros y que supera nuestras capacidades, el horror, en cambio (y como cuenta John Clute), es la experiencia de la atrocidad en sí. Una atrocidad que puede verse por completo y que puede expresarse nítidamente con palabras.

El horror. En la habitación más grande del segundo piso de la casa a la que acaba de mudarse el matrimonio Cotton, habita el horror. Y todo por culpa de una cajita de madera, de un intrincado artefacto no mayor que un cubo de Rubik. El horror está allí por culpa de la caja de Lemarchand, sí, pero también por culpa de la ambición humana, tan fantasiosa y descontrolada a veces. ¿De verdad que no oyen las campanas? Parecen resonar desde un lugar muy profundo.

Julia y Rory Cotton llevan cuatro años casados, aunque el resultado, para Julia, es frustrante. La mujer no es feliz y una inquietud malsana la asalta desde que se mudaran a esa casa familiar propiedad de la abuela de su marido. La sombra de Frank, el hermano de Rory, le fascina. Resulta difícil resistirse a una figura ausente que encarna el placer, la pasión, la rebelión y la aventura. Julia siente que hay un mundo por descubrir, un universo que trasciende con mucho las paredes de esa habitación fría y oscura del segundo piso. Un lugar que la atrae y la asquea a partes iguales. Quizá allí encuentre un camino que la aleje de la lluvia y el fracaso.

¿Y Frank? El cuñado de Julia es un viva la vida, un tipo amoral que frecuenta los bajos fondos y trafica con drogas. Ahora lleva varios meses desaparecido, nada extraño dado su errático comportamiento y su disipada existencia. Andará perdido por los suburbios de Hong Kong, Sri Lanka o Düsseldorf, quién sabe, negociando con maleantes y sometiendo su cuerpo a todo tipo de vicios y placeres con el dinero así ganado. Frank nunca tiene suficiente: cuanto más hedonista es su vida, más insatisfactoria le parece; cuanto más se abraza a los placeres que le proporciona el mundo, más insoportable le resulta la realidad que le rodea. Necesita algo novedoso que haga frente a tanto desengaño, algo definitivo, que eleve su goce a una nueva dimensión.

Hay que tener cuidado con las cosas que se desean. El mundo puede ser decepcionante, sí, pero cuando las fantasías se materializan no suelen ser como las hemos imaginado. Aunque prometan el éxtasis, fácilmente se transmutan en pesadillas. En ocasiones sucede: la línea que separa el placer más exquisito del dolor más atroz puede llegar a ser insignificante, imperceptible incluso. Entonces, el sueño de un disfrute permanente acaba convirtiéndose en la peor de las condenas, o incluso en una cadena con ganchos que desgarra tu piel hasta hacerla trizas. Y cuando te das cuenta del error, es demasiado tarde.

Clive Barker publica Hellraiser. El corazón condenado (The hellbound heart) a finales de 1986, en el tercer número de un volumen titulado Night visions, editado por George R. R. Martin. El éxito de su historia, sin embargo, le llegará un año después, con el estreno de Hellraiser, una película de terror dirigida por él mismo que acabará convirtiéndose en una prolífica saga cinematográfica de calidad muy irregular (siendo generosos). Pero el poder de la imagen es potente, y todos hemos visto alguna vez a Pinhead, un tipo de apariencia albina, vestido de cuero y con la cabeza completamente atravesada por un sinnúmero de clavos.

Mi recomendación, en cualquier caso, es sencilla: reserven la película para una noche de tormenta y acudan a la novela, magníficamente recuperada por Hermida Editores. Una historia ágil e inquietante como pocas, que habla descarnadamente de lo peor del alma humana. De cómo un solo error, recubierto de ambición y desmesura, puede condenarnos para siempre. Una historia opresiva, de tensión y desazón crecientes, que les llevará su tiempo asimilar. ¿Oyen las campanas? Bienvenidos al mundo de Clive Barker. Tañen por ustedes.

¿Empezamos?

*Alejandro Lillo es Doctor en Historia Contemporánea y profesor de la Universidad de Valencia.Alejandro Lillo

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