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Las consecuencias sociales de la crisis

¿Han perdido los jóvenes las ganas de protestar?

Imagen de archivo de una manifestación en defensa de la educación pública.

Los pensionistas en la calle, mostrando su cabreo y revindicando su imprescindible papel en la sociedad y los derechos adquiridos tras toda una vida trabajando. ¿Y los jóvenes? ¿No estará pasando que están los abuelos con las pancartas en las calles y los nietos con las ordenadores en sus casas? Millones de mujeres unidas bajo un mismo paraguas de reivindicaciones, que se resumen en la exigencia de igualdad real. ¿Y los jóvenes? ¿Por qué, en este aparente rebrote de la protesta, no salta la chispa de los menores de 35-30 años, si sufren especialmente la crisis, la precariedad, la falta de políticas eficaces de empleo y vivienda? Además parecía que aquel 15M, del que pronto habrán pasado siete años, había supuesto un antes y un después. Parecía que los jóvenes habían dado un paso al frente definitivo para constituirse como sujeto de transformación social. Y sin embargo, ¿se han dejado de movilizar? ¿Qué está pasando? No es una cuestión menor para la democracia española. La atonía juvenil suele ser síntoma de falta de vitalidad cívica, asociada con sistemas democráticos frágiles y aletargados, permeables al abuso y la desprotección de derechos. Con mal futuro.

infoLibre ha consultado a seis investigadores de los campos de la politología, la sociología y el periodismo para examinar la cuestión de la supuesta falta de implicación de la juventud en la movilización política, especialmente la que se traduce en manifestaciones y acciones en la calle.

No es fácil encontrar un diagnóstico compartido, pero sí elementos del análisis que generan un cierto consenso. 1) La desmovilización no es exclusiva de los jóvenes, sino generalizada, y de hecho pensionistas y feministas son en buena medida una excepción; 2) No es una desmovilización definitiva: era imposible sostener en el tiempo una movilización con la continuidad y el ritmo de la que tuvo lugar en el ciclo 2011-2013, la calle también tiene sus tiempos, subidas y bajadas; 3) El 15M, a pesar de su reflujo, proyecta efectos de largo alcance sobre la política española y tiene el potencial, como fenómeno de referencia de una generación, de rebrotar si hay elementos detonantes; 4) La precariedad de la población joven, que debilita los vínculos comunitarios, y la dificultad de la izquierda para oponer sus discursos a las tesis liberal-conservadoras conducen a muchos a la resignación y al "sálvese quien pueda"; 5) La canalización de la energía política a través de Podemos, sobre todo de los jóvenes hasta 25 años, ha podido contribuir a un alejamiento de la calle por parte de sectores juveniles, si bien es un factor secundario; 6) El caldo de cultivo para la movilización sigue ahí, porque persisten el descontento social, la precariedad, la memoria de las movilizaciones pasadas, la experiencia de que el poder sufre y reacciona ante el gentío cabreado... Existe además entre los jóvenes la extendida impresión de que la política pasa de sus problemas.

¿Y por qué no explota la juventud? Las explicaciones ofrecidas son variadas, aunque quizás destaque la dificultad de articular una convocatoria transversal y creíble. Podemos y sus aliados han dado una cierta salida electoral a diversos anhelos del 15M, pero está por ver que tuvieran la fuerza para dirigirlos a una movilización persistente y efectiva en la calle, más aún ahora que ocupan espacio institucional. Lo que sí está asumido desde el punto de vista de la ciencia política es que una juventud atenta y dispuesta a hacer ruido en defensa de sus derechos es garante de una democracia más sólida y segura.

Pero, antes de desgranar todo eso, hay que ubicar la cuestión. En línea con la literatura académica al respecto, se fija la frontera de la juventud en los 30-35, porque los estudios varían. En esa franja nos encontramos más desafección hacia las formas de representación tradicional que hacia la política en sí, según muestran investigaciones como Juventud y participación política, financiada por la Comisión Europea. A partir del artículo ¿Apatía política? Evolución de la implicación de la juventud española desde los años 80, de la politóloga de la Universidad Carlos III de Madrid Gema García Albacete, el dibujo de la relación de los jóvenes con la política quedaría así: es cierto que tienen menor interés y conocimiento, poca confianza y compromiso bajo. Pero, al mismo tiempo, siguen siendo los que más se manifiestan, especialmente los estudiantes. O sea, el ADN de la protesta sigue ahí, a pesar de que miran a la política con hastío y desconfianza.

Hay tópicos falsos. No es cierto, con los datos de encuestas y los artículos académicos en la mano, que los actuales jóvenes sean especialmente apáticos ni individualistas ni ajenos a la política, o desde luego no lo son más que sus antecesores, con la marcada excepción de los que vivieron su juventud durante las convulsiones de la Transición. La idea de que hay un contraste entre una juventud española, supuestamente consentida y egoísta, y una juventud europea con fuerte compromiso cívico y dinamismo político carece del más mínimo rigor. Las movilizaciones de jóvenes franceses pidiendo mejores contratos (2006), griegos tras el asesinato de un joven activista por la policía (2008), o ingleses por el aumento de las tasas universitarias (2010) no superan en importancia cualitativa o cuantitativa al 15M.

Lo que nadie puede responder es si llegará a haber otro 15M.

  El potencial de la generación post-15M

¿La juventud española, desmovilizada? Carolina Galais, politóloga de reconocida trayectoria en la investigación del fenómeno, considera que ésta sería una apreciación superficial. Y responde a la pregunta, a su vez, con más preguntas: "¿Comparada con qué? ¿Con sus mayores en el momento actual? ¿Con sus mayores cuando éstos eran jóvenes? ¿Respecto a la juventud de otros países? La respuesta es "no" en todos los casos salvo en uno: la generación que rondaba la mayoría de edad en el momento de la transición a la democracia es tal vez la única con unas tasas de movilización política más elevada".

Los datos de la European Social Survey de 2014 que cita Galais acreditan que la proporción de personas por debajo de 30 años que han participado en manifestaciones en España era del 23,2%, año en el que ya se había cerrado el ciclo de agitación 2011-2013. Ese 23,2% "es el dato más elevado de entre todos los países en el estudio", apunta Galais. Le siguen Francia (14%) e Irlanda (13%). "Los jóvenes españoles se manifiestan más del doble que los alemanes y tres veces más que los portugueses", añade la politóloga. O sea, que no tan apáticos. Otra cosa es que canalicen energías políticas más o menos constructivas, a criterio de sus mayores. Pero la movilización está ahí.

Tanto esta investigadora como el resto de los consultados consideran injusto medir la movilización de los jóvenes estableciendo paralelismos tanto con la Transición como con el 15M, dos fenómenos totalmente singulares (e incomparables entre sí, por otra parte). En 2011 se dio una "coyuntura excepcional", en la que se alinearon "agravios económicos, sociales y hasta morales". "Los participantes en el 15M eran sólo algo más jóvenes que los participantes en movimientos sociales hasta la fecha", apunta Galais. ¿Qué ha pasado? ¿No ha habido continuidad? ¿No ha habido relevo? Aquí es donde hay que tener cuidado con las impresiones personales e introducir un concepto de teoría política: el carácter cíclico de los movimientos sociales. No es posible una tensión continuada de alto ritmo. No cabe concluir que los jóvenes que se hicieron mayores en la movilización el 15M estén de brazos caídos.

"Ha pasado muy poco tiempo desde 2011 para poder poner cara y ojos a una nueva generación política que podría haber tomado el relevo. Las personas que tenían entre 11 y 18 años por entonces tienen ahora entre 18 y 25 años. Esta generación más joven, según los datos del CIS de 2017, tiende a manifestarse exactamente lo mismo que los que tenían entre 18 y 25 años en el período 2005-2010 (cerca de un 23%)", explica la politóloga, que cree que, "al haberse socializado en un contexto de máxima movilización política", podrían tender a ser "más activos políticamente" en el futuro. "Puede que en los próximos años observemos esta tendencia", apunta.

A la espera de comprobar si las movilizaciones de pensionistas y mujeres abren un periodo de mayor agitación, estamos en general –no sólo por los jóvenes– en una fase estanque. "Hay un descenso general de la participación, particularmente de las manifestaciones. Todo el mundo se moviliza menos, no sólo los jóvenes", señala Galais. Es más, el "repliegue" de los últimos años es más evidente en grupos de edad mayores que en los segmentos 18-25 y 25-34. En cualquier caso, lo innegable es que hay repliegue. ¿Y por qué? Como suele ocurrir, por un cóctel de motivos. Galais apunta algunos: la caída en saco roto de muchas de las reivindicaciones del 15M; el desgaste por el ciclo largo de movilización; la aparición de Podemos y otras "fuerzas del cambio" en 2014...

Este último es un tema controvertido. ¿Puede la formación morada, al haber dado al menos parcialmente salida electoral a los anhelos del 15-M, haberlos alejado de la movilización en la calle? "Su aparición en las elecciones europeas de 2014 y las expectativas generadas en torno a su papel en las de 2015 y 2016 hicieron que muchos jóvenes contemplasen votar por primera vez y optar por una forma de participación menos costosa" que la movilización, señala Galais, que cree que tal cosa ocurrió contra la voluntad de las propias formaciones políticas. Una eventual decepción con Podemos, o con las plataformas Barcelona en Comú o Ahora Madrid, podría devolver el cabreo a las pancartas. "Veremos", dice Galais.

El caldo de cultivo está ahí: precariedad, desempleo, falta de políticas eficientes dirigidas a la solución de sus principales problemas, entre ellos el acceso a la vivienda. "Nuestros jóvenes no constituyen una bolsa de votos tan abundante como los pensionistas, y además tienden a votar menos. Ambos fenómenos hacen que los partidos hablen poco de la juventud en sus programas", señala.

  Una transición tras los escarmientos

El periodista Joaquín Estefanía, autor de Revoluciones. Cincuenta años de rebeldía (1968-2018), recuerda que la juventud lleva medio siglo en disputa con la clase obrera por el cetro de gran protagonista de la transformación social. En 2011 pareció que la balanza se inclinaba a su favor, no sólo en España, sino con movilizaciones a lo largo y ancho del mundo. ¿Han decaído? Podría parecerlo, pero Estefanía muestra confianza en la inteligencia colectiva de la juventud. "Hay una lección aprendida de mayo del 68. Y es que la calle cansa mucho. Hay que combinarla con las instituciones", señala. El exdirector del diario El País, colaborador de tintaLibre, cree que la vocación de penetrar en las instituciones por parte de la juventud movilizada se ha materializado en el fuerte apoyo de los jóvenes a candidatos como Pablo Iglesias, en España, o Bernie Sanders, en Estados Unidos. ¿Cuál es el resultado de la aplicación de este aprendizaje? Estefanía cree que está por ver: "Es una mezcla muy nueva. Es poco tiempo. No se puede juzgar con 5-7 años. Todavía están viendo cuántos grados hay que poner de cada elemento".

Como señala el propio periodista, la vida en la institución es "menos épica y más aburrida". No es lo mismo ver a Ada Colau frenando desahucios que negociando mociones. A juicio de Estefanía, el actual reflujo en la movilización juvenil obedece a una situación de expectación. Pero el mundo no para de girar a la espera de lo que haga la muchachada. En España las mujeres salen a la calle. Los pensionistas salen a la calle. El "precariado" –un sujeto en el que Estefanía adivina un fuerte potencial– comienza a organizarse. Otra vez hay que preguntarse: ¿Y los jóvenes? "Es una situación de transición, de confusión, de incertidumbre", explica Estefanía.

El periodista añade un elemento más a la reflexión: las redes sociales. Se suponía que iban a democratizar la opinión pública, a eliminar los intermediarios... Bueno, no ha sido para tanto. Resultó que la mano invisible del algoritmo ordena –y en parte controla– la conversación. Y resultó también que, como explica Estefanía, descubrimos que en las redes "se habla mucho y se hace poco". El periodista advierte de una juventud "enormemente radical y revolucionaria desde su casa con el ordenador". Y vuelve al 15M: "Las redes sociales convocaron y a la vez agostaron el 15M". Algunos que empezaron clamando en las plazas terminaron denigrando al movimiento –quizás anónimamente– desde Twitter.

  El éxito de la transversalidad

Se atribuye a George Bernard Shaw esta frase: "La juventud es una enfermedad que se cura con los años". Pablo Simón, profesor de Ciencia Política de la Universidad Carlos III y editor de Politikon, sonríe al rescatar la frase, que utiliza para subrayar una evidencia en la que se repara poco. "Es difícil construir identidad en torno a un estado transitorio. Ser joven no es como ser mujer o ser pensionista", señala. La inmensidad dispersa y contradictoria que llamamos juventud parte pues con desventaja a la hora de interesarse a fondo por la política. Por múltiples motivos. Uno de ello es "el ciclo vital". "Vives más en tu burbuja, con la impresión de que la política te afecta poco", señala Simón. Otro motivo es el "efecto cohorte". "El momento en que has nacido importa y afecta. Hasta los 25 años estás en una edad impresionable. Los eventos que vives dejan una marca para siempre".

Ahí se explica el mayor compromiso político de los que entraron en la vida adulta durante los estertores del franquismo y los albores de la democracia. También los del "no a la guerra". Ahora hay toda una generación joven que vivió el 15M y el ciclo de movilización alto 2011-2013. Pero para analizarla hay que tener en cuenta el "profundo cambio en los mecanismos de llamamiento a la convocatoria", que ahora son mucho más descentralizados. Es más difícil concitar masas tras una bandera. Es muy complicado ganarse el crédito suficiente para ser convocante. "La juventud estaría siguiendo vías alternativas para relacionarse con la esfera pública, menos controladas desde las élites y actores clásicos", señalaba Simón ya en 2013 en un artículo en Politikon, en el que también advertía que la erosión del eje izquierda-derecha dificulta la adhesión de amplios colectivos tras las mismas banderas. "El éxito de las movilizaciones de pensionistas y feministas está en la transversalidad y la descentralización de la convocatoria, con apelaciones muy genéricas, en las que cualquiera puede verse identificado", señala.

No ha ocurrido nada similar con los jóvenes, que no se han llegado a unir bajo ninguna amalgama de consignas imprecisas. Ningún agente los lidera. El partido que mayor apoyo juvenil concita es Podemos. Pero Simón no cree que el hecho de que un sector de la población juvenil abierta a la protesta esté ahora a distancia prudencial de la movilización sea achacable a la formación de Pablo Iglesias. "Es verdad que hay un partido que recoge anhelos del 15M. Pero es engañoso pensar que hay menos manifestaciones por eso. Simplemente es que Podemos no existía durante el ciclo de movilización fuerte de 2011 a 2013, cuando las cosas iban peor en economía. Ahora en cambio ya no estamos en lo peor de la crisis. Las encuestas del Ministerio del Interior son claras en que las manifestaciones han caído en picado", señala Simón. El hecho de que haya jóvenes que han encontrado en Podemos un vehículo de participación en política diferente a la pancarta es sólo, según el politólogo, un factor secundario. "Además", concluye, "para movilizarse hay que convocar, y nadie ha convocado". En 2015 Podemos convocó su "Marcha del cambio", pero no ha repetido la experiencia. Unidos Podemos sería, según el CIS, el partido más votado por los españoles entre 18 y 24 años (17,7%, 6,2 puntos más que el segundo, el PSOE), aunque cae a la cuarta plaza entre 25 y 34 años.

  Esperanza Vs 'No future'

El sociólogo Rubén Juste, asesor en el Congreso de Unidos Podemos, cree que la juventud aún es la fuerza que "puede decantar" la pugna política en España. En efecto –acepta–, "es el sector social que falta por movilizarse". Pero cree que las causas de esta desmovilización son identificables. Al ciclo de movilización declinante en general, se suma el haber sido "el sector de edad que más ha sufrido la crisis". "Los jóvenes han tenido que buscar estrategias de reacomodo, muchos han asumido que la crisis está para quedarse, porque han recibido un mensaje continuo de que no hay alternativa, que no se puede hacer nada", señala.

"A diferencia del 15M, que obedecía a un impulso prometeico, de cambio de modelo, con alternativas muy imaginativas, unas verosímiles y otras no tanto, pero que dibujaban ruptura total, ahora hay que luchar con un sistema que por todas partes te dice que no hay alternativa", señala el sociólogo. Según Juste, ese machaqueo discursivo ha surtido efecto y explicaría por ejemplo el auge de Ciudadanos. "Los jóvenes tienen una doble limitación [para movilizarse]: no tener recursos y no tener incentivos", señala. No obstante, Juste muestra optimismo. "El 8M puede ser el preludio de la movilización juvenil". Confía especialmente en los sectores estudiantiles, históricamente más inclinados hacia la calle. Pero falta algo, admite. Un catalizador. Y ahí menciona el caso Cifuentes. "Es un caso interesante porque nos muestra una sociedad corrupta, con mecanismos de producción que no funcionan. Hay muchos grupos sociales que no es que no vayan a vivir la socialdemocracia, tampoco la meritocracia", señala.

"La estrategia del PP es clara: presentar a los jóvenes como veleidosos y antojadizos, que lo que tienen que hacer es ponerse a trabajar. Pero eso no oculta el clima de descontento. Hay una noción generalizada de que la juventud no tiene futuro", añade el sociólogo. ¿Y Podemos? ¿Qué hay de esa idea según la cual Iglesias y los suyos, al absorber y trasladar a las instituciones parte de la energía de la juventud, desinfla su potencial movilizador? Juste no lo cree. Ve los partidos y las fuerzas sociales como fenómenos en intercambio constante. "La movilización es un eslabón que se desprende de lo político y genera una autonomía propia. Por ejemplo, ahora mismo los pensionistas no necesitan al PSOE pero el PSOE sí a los pensionistas. Entre los jóvenes todavía hay bastante reflejo en Podemos. Una idea de que a través de Podemos se puede generar un cierto cambio", afirma. El desafío del partido, señala, es hacer prevalecer esa expectativa sobre las perspectivas de los predicadores del no future.

  Una mirada desde América Latina

Pablo Vommaro, politólogo en la Universidad de Buenos Aires, ha dedicado sus esfuerzos al estudio de la movilización juvenil en América Latina. "Creo que, pese a la reconfiguración en las formas de participación, en América Latina los jóvenes siguen siendo los principales protagonistas del conflicto social", señala Vommaro, aunque admite que ha habido "una retracción". Pone como ejemplos Colombia o Chile, donde los jóvenes son fuerzas determinantes en el establecimiento de la agenda política: desde la defensa del proceso de paz a las pensiones. Allí están los jóvenes, alzando la voz. "En Estados Unidos hay dos grandes movimientos, Black Lives Matter y el contrario al uso de las armas, protagonizado por jóvenes", señala. En el país de Donald Trump, asegura, "los jóvenes más movilizados han sido derrotados electoralmente", pero ahí siguen, "en las calles, haciéndose oír".

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Vommaro observa España desde la distancia. Recuerda las expectativas que despertó el 15M entre los investigadores en el campo sociológico. ¿Se ha evaporado aquella energía? Al igual que el resto de académicos consultados, cree que no. Opina que los temas identitarios que capitalizan el conflicto social hoy "no son los propios del 15M, aunque el 15M contribuyó a abrirlos". Ello explicaría el reflujo movilizador, que no hay que confundir con una disolución de la energía juvenil de protesta. Del 15M, según los investigadores consultados, hay que hacer un balance ambivalente. Por un lado, no ha logrado conformar un polo políticamente reconocible con prioridades ordenadas. Por el otro, ha sido fundamental en la deslegitimación del bipartidismo y en la introducción de temas en la agenda. El legado del movimiento, señala Vommaro, "es irreversible".

Manuel Jiménez, profesor de Sociología de la Universidad Pablo de Olavide, invita a desdramatizar las conclusiones sobre las movilizaciones juveniles, más aún si el periodo explorado es tan breve como 2011-2018. Luces largas. "A mí antes del 15M me llamaban periodistas preguntando por qué no se movilizaban los jóvenes en España como en Reino Unido con las tasas. Cuando apareció el 15M, me preguntaban por qué no tenían éxito las movilizaciones...", recuerda. La menor incidencia de las movilizaciones, que no es exclusiva de los jóvenes pero sí más llamativa en ellos, encuentra parcialmente su explicación –según Jiménez– en la propia naturaleza de los ciclos políticos. "Es imposible mantener la intensidad del ciclo 2011-2013. Hay subidas y bajadas", señala. Jiménez alerta sobre "esa tendencia a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor; en nuestro caso, que los jóvenes actuales son más conformistas". "Todo lo contrario", opone, "me atrevería a decir que el interés por la política en España está aumentando".

La energía sigue ahí. Una energía de protesta que es natural por la edad, que está macerada en el descontento social y aderezada por la experiencia del 15M. Está por ver si aflora, cuándo y cómo. Y contra quién.

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