Plaza Pública

Competitividad del “modelo alemán”

Fernando Luengo

La contención salarial y los ajustes en las plantillas han proporcionado un plus competitivo a la economía de Alemania, que precisamente se caracteriza por tener un marcado perfil exportador.

En la industria manufacturera, el aumento de los salarios en los años de precrisis apenas superó el de los precios. Entretanto, el avance obtenido en la productividad fue sustancial, alimentado tanto por un rápido crecimiento del Producto Interior Bruto como por la caída del empleo. El resultado conjunto de la moderación salarial y la destrucción de puestos de trabajo en la industria manufacturera ha sido un sustancial retroceso en la participación de los salarios en el valor añadido por las manufacturas.

No hay que perder de vista, en todo caso, que el potencial exportador de la economía alemana se alimenta, sobre todo, de empresas y producciones de medio-alto y alto contenido tecnológico y en actividades de gama alta. Valgan como ejemplos el destacado papel de la industria de maquinaria y equipo de transporte, que aportó cerca de la mitad de todas las ventas al mundo (unos diez puntos porcentuales más que en nuestra economía), y el positivo papel de las industrias más sofisticadas en el saldo excedentario de la balanza comercial.

Tampoco hay que pasar por alto que las corporaciones alemanas han situado una parte importante de su cadena de creación de valor en las economías procedentes del mundo comunista, convertidas una parte de ellas en socios comunitarios. En estos países —cercanos geográficamente y bajo su esfera de influencia— la atracción de inversiones extranjeras directas y la integración en las redes globales de suministro han sido piezas claves de sus políticas económicas, orientadas a la modernización de las estructuras productivas y comerciales.

Las políticas de apertura externa y de internacionalización de las economías del centro y este de Europa han abierto las puertas de mercados hasta entonces relativamente poco explorados por las firmas alemanas, que han encontrado una legislación muy favorable y una combinación costes laborales-productividad del trabajo muy beneficiosa.

Las subsidiarias que básicamente orientan su producción a la exportación y los establecimientos que operan como subcontratas —en ambos casos, dentro de las cadenas globales de creación de valor de las firmas alemanas— funcionan con tecnología avanzada —la que exige el mercado mundial— y costes laborales que, si bien son más elevados que el promedio, de los domésticos, son sustancialmente más bajos que los alemanes. Los bienes finales e intermedios producidos en esas condiciones han fortalecido, sin duda alguna, la competitividad exportadora de la economía alemana.

Es en esta lógica de inserción externa en el engranaje económico alemán donde encuentran todo su significado la peculiar trayectoria seguida por los saldos comerciales registrados por Alemania con los países antes citados, menos Polonia. A diferencia del patrón general —superávits comerciales continuos y crecientes— y del observado en España, aquí encontramos posiciones deficitarias o más equilibradas.

En resumen, la competitividad externa de la industria manufacturera de Alemania es el resultado de un conjunto de factores. A la represión salarial y a los ajustes de empleo hay que sumar, cuando menos, dos factores adicionales. Por un lado, la ventaja que supone concentrar sus especializaciones exportadoras en actividades manufactureras de alto valor añadido; esto es, en segmentos productivos para los que existe un mercado dinámico, donde los argumentos competitivos son, además del precio, la tecnología y la calidad. Es necesario tener en cuenta, de otro lado, el redespliegue de la cadena de creación de valor de sus corporaciones transnacionales, buscando explotar las ventajas —salariales, fiscales y de productividad— de producir en los países procedentes del desaparecido bloque del Este.

  __________Fernando Luengo es miembro de la Secretaría Europea de Podemos.

 

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