Historia
1968 o la revolución del pop francés
Con un crecimiento superior al 5% anual desde principios de la década y una tasa de paro apenas mayor del 2%, la Francia del final de los años sesenta está en plena forma. "No conoce enemigos", pregona incluso en su discurso para 1968 el general De Gaulle, quien no ve cómo podríamos ser paralizados por ninguna crisis". El futuro, ya lo sabemos, le quitaría pronto la razón.
Los Treinta gloriosos están todavía en marcha y la juventud, despreocupada, lo ve todo de color de rosa. Escucha la emisora Europe Nº1, lee cada mes Salut le copains, el mensual que hace y deshace las carreras de los "ídolos". Pero en unos meses vivirá un revés musical. Y la primavera revolucionara marcará sin duda una nueva era en la historia de la producción musical francesa.
Después del éxito de la llamada Nuit de la Nation, que reúne el 22 de junio de 1963 a una inmensa masa de chavales llegados para ver en escena a Johnny Hallyday, Sylvie Vartan o Eddy Mitchell, Edgar Morin inventa el neologismo "yeyé" para describir esta oleada adolescente. Es el momento en que el mundo occidental "penetra en la civilización del bienestar, del confort, del consumo, de la racionalización", prosigue el sociólogo. Y, sin embargo, en el ecuador de los años sesenta, una nueva escena menos sumisa emerge en Francia, inspirada en los beatniks y en el rock anglosajón.
Antoine, acompañado por la banda Les Problèmes, lleva el pelo largo y camisas de flores, lanzando atrevidos "Oh, yé" en sus "Élucubrations", single inspirado por Dylan que sale en enero de 1966. También se mete con Johnny Hallyday, que le responderá encendidamente en su canción "Cheveux longs et idées courtes" ("Pelo largo e ideas cortas"). El LSD, de venta libre, empieza a hacer alucinar, y también a inquietar a las autoridades, igual que el hachís. Y numerosos artistas se erigen en jueces de la moral. Como Sullivan, sitar en mano, con "Hashish Faction" (1967), adaptado de "Satisfaction" de los Stones.
Manifestaciones contra Vietnam y la energía nuclear, el movimiento negro por los derechos civiles, la Nueva Izquierda... La América de los sesenta se rebela. El verano de 1967, el Verano del Amor de San Francisco, que reúne a más de 100.000 hippies en Haight Ashbury, simboliza el surgimiento de la contracultura, una suerte de toma de conciencia frente a la omnipotencia capitalista, y prepara quizá el terreno para las revueltas que sacuden el mundo a lo largo de 1968.
En Francia, todo comienza el 22 de marzo en Nanterre con la enésima asamblea estudiantil, antes de que la cólera se incremente hasta alcanzar su cima justo dos meses más tarde. El 22 de mayo, el país cuenta de 8 a 10 millones de huelguistas. En los desfiles y en las barricadas, estudiantes y obreros marchan al ritmo de eslóganes y de cantos de lucha, los muros se cubren de grafitis y de carteles revolucionarios, la mayoría inventados en el taller popular de Bellas Artes.
Se organizan conciertos en las aulas y en las fábricas ocupadas, los artistas montan grupos de acción, entre ellos el famoso Comité Revolucionario de Agitación Cultural (CRAC). Se escriben canciones a toda prisa: "Ah! le joli mois de mai à Paris" ("¡Ah, el hermoso mes de mayo en París") del Comité de acción de l’Épeé de bois (en la calle Mouffetard, en el Barrio Latino de París), "La chanson du Conseil pour le maintien des occupations" ("La canción del Consejo para el mantenimiento de las ocupaciones") de los Barricadiers, "La révolution" ("La revolución") y "La faute à Nanterre" ("Culpa de Nanterre") de Evaristo, o "Grève illimitée" ("Huelga indefinida") y "À bas l’État policier" ("Abajo el estado policial"), de Dominique Grange. El CRAC edita el maxi de Evaristo, "un adoquín arrojado a la sociedad de consumo", según la carátula firmada por el humorista Georges Wolinski, mientras que el de Dominique Grange, ilustrado con la chimenea de una fábrica en forma de puño alzado, es el primer lanzamiento del jovencísimo sello Expression spontanée, nacido del CRAC, que se mantendrá hasta 1979.
"Empezó con una llamada a la radio de [el cantautor y actor] Leny Escudero", recuerda Dominique Grange. "Cogí mi guitarra y corrí a [la fábrica] Renault-Billancourt. (...) A partir de ahí, no hice otra cosa que cantar por todas partes: fábricas ocupadas, oficinas de correos ocupadas, facultades ocupadas...". El cantautor Jacques Higelin transporta su piano al aula magna de la Sorbona, donde se encuentra con Renaud Séchan (conocido más tarde como Renaud), entonces de 16 años, que se une al CRAC y funda el Comité Gavroche revolucionario, en honor al personaje de Los miserablesde Víctor Hugo. Inspirado por Evaristo, garabatea "Crève salope", una de sus primeras canciones, que se convierte en uno de los himnos extraoficiales del movimiento.
La parálisis del país afecta también a la industria musical: se anulan los conciertos, no sale ningún disco hasta junio. En los meses que siguen, varias canciones evocarán estos acontecimientos: la poética "Paris, Mai" de Claude Nougaro (prohibida en la radio), la nostálgica "Au printemps de quoi rêvais-tu?" ("¿Con qué soñabas en primavera?") de Jean Ferrat o la olvidada "Ballade au vent des collines" de Anne Vanderlove, la "Joan Baez francesa". En otoño, Sheila causa sensación con "Petite fille de français moyen" ("Hija del francés medio"), su oda a la Francia que trabaja, confirmando así que el gaullismo ha vuelto a tomar el mando.
"El pop para el pueblo"El pop para el pueblo
Bajo el impulso del movimiento hippie californiano, 1968 marca, sin embargo, el nacimiento del underground francésunderground . Atrapada entre los yé-yé y los punks, eclosiona una escena alternativa que inventa una banda sonora caleidoscópica. Rock progresivo (Magma, Gong), chanson barrée (Brigitte Fontaine, Albert Marcœur), folk (François Béranger), glam (Alain Kan), free jazz (Full Moon Ensemble), e incluso primicias de la electrónica (Heldon).
Mano a mano con los sellos independientes (BYG, Saravah o Motors) que los auspician, estos músicos inventan un nuevo sonido gracias a los aparatos que se democratizan (magnetófonos, sintetizadores, pedales de efectos) y una nueva distribución, más directa, para reducir el precio de los discos. En su punto de mira, las varietés y el negocio de los Sardou, Claude Franóis o Mike Brant, manejados por las grandes discográficas, que monopolizan el mercado del disco sin correr demasiados riesgos.
Esta revolución musical será sostenida por la free pressfree press nacional, de la que la revista Actuel se convierte en estandarte, y que se expresa tanto a través de las ondas de radios piratas como en los primeros festivales: Amougies, Valbonne o Biot, hundido –entre otros– por los maoístas que entraron sin pagar coreando "¡El pop para el pueblo!". Incluso los artistas más consolidados experimentan: Gainsbourg y Jean-Claude Vannier componen "L’Histoire de Melody Nelson", Nino Ferrer, el álbum Métronomie.
"El pop es algo distinto al mercado, es una nueva manera de vivir que pasa necesariamente por la confrontación radical a la sociedad burguesa", concluye a finales de 1970 el manifiesto del FLIP, el Frente de Liberación de Intervención Pop, fundado por los grupos Komintern, Mahjun y Dagon, próximos a la LCR, la Liga Comunista Revolucionaria. Inspirado por las nuevas radicalidades, culturales y políticas, esta nueva escena se erige en portavoz de una sociedad en plena mutación.
La palabra se libera, se hace más militante. Se defienden con guitarra acústica (Thierry Freedom) las luchas que sacuden el planeta (Chile, Palestina, Portugal) y los derechos de los obreros, se lucha por los trabajadores emigrados o contra el ejército a ritmo de free jazz (Colectivo Le Temps des Cerises), Dick Annegarn reivindica su homosexualidad y las mujeres (Catherine Ribeiro, Colette Magny) se emancipan, lejos del papel de muñeca al que las reducían los directores artísticos de la industria musical. Recién firmada con Saravah, el sello de Pierre Barouh, Brigitte Fontaine canta este cambio en 1968 con su tema "Je suis inadaptée" ("Soy una inadaptada").
La Francia de Pompidou se moderniza, pero con la crisis petrolera de 1973 y el inicio de la crisis económica, la clase obrera se preocupa por el paro y la precarización. Los sellos militantes distribuyen gratuitamente o a precio de coste discos de apoyo: La musique est dans la rue (La música está en la calle), Le Chant des ouvriers (El canto de los obreros, bajo la dirección artística del cantautor Marcel Mouloudji), etc. En la cara B de su único maxi con el sello Expression spontanée, la Agrupación Cultural Renault se aventura con el tema "Cadences" en un rock psicodélico dopado con guitarras fuzz, el sonido distorsionado por excelencia de los sesenta y setenta: "El orden es la servidumbre para millones de hombres que con su duro trabajo hacen vivir en la abundancia a un puñado de explotadores".
Libertarios, opuestos al jacobinismo centralizador, estos artistas reivindican también su arraigo regional. En Bretaña, en Occitania o en el Larzac se produce una música nueva inspirada tanto en los folclores tradicionales locales como en las músicas del mundo. Este movimiento sigue, desde luego, el retorno a la naturaleza promovido por el movimiento hippie y la creación de comunidades rurales. Pilar del free jazz francés, y muy de izquierdas, el pianista nantés François Tusques produce varios discos en esta línea con su Intercommunal Free Dance Music Orchestra. El naufragio del petrolero Amoco Cádiz, que produce una catástrofe ecológica, le sirve de inspiración para Après la marée noire: vers une musique bretonne nouvelle (Tras la marea negra: hacia una nueva música bretona), un disco experimental que reúne a músicos negros y bretones.
"Hay años en los que se tienen ganas de no hacer nada". El lema del sello Saravah resuena indudablemente con el eslogan "No trabajéis jamás" inventado por Guy Debord. Numerosos artistas de la proteiforme escena underground francesa reivindican su proximidad con las ideas situacionistas. Y viceversa: la Internacional situacionista coproduce con los notables del Consejo para el Mantenimiento de las Ocupaciones la compilación "proletaria" Pour en finir avec le travail Vol. 1 (Para acabar con el trabajo, donde figura la subversiva versión de "Il est cinq heures", "Son las cinco"), en la que Debord firma las letras de dos temas.
Su manifiesto La sociedad del espectáculo marcó a toda este generación, como a Dashiell Hedayat (el pseudónimo musical del escritor Jack-Alain Léger), Richard Pinhas o Hubert-Félix Thiéfaine. El surrealismo y el existencialismo forman parte también de las grandes influencias, como puede verse en las portadas a menudo delirantes de estos grupos.
El 10 de mayo de 1981, la elección de François Mitterand, primer hombre de izquierdas de la Quinta República elegido para la presidencia, clausura simbólicamente la página del underground post-68. "La postura contracultural de numerosos artistas franceses finaliza en 1981", comenta François Tusques. "Entramos en un nuevo periodo, más académico. Había a partir de entonces mucho dinero para la cultura, no era cuestión de interesarse en la revolución".
Tanto más cuanto los actores de esta primera escena underground han envejecido, dejando sitio a nuevas radicalidades –el punk, primero, y luego la new wavenew wave, encarnada en las llamadas "jeunes gens mödernes"–, mientras que la mutación acelerada de la tecnología en los ochenta –sintetizadores midi, samplers, ordenadores, CD– va a dejarles anticuados. Aunque el compromiso político se va perdiendo de vista, es espíritu rebelde insuflado por el underground post-68 sigue bien vivo: artistas como Katerine, Camille o más recientemente Chaton son sus herederos. Medio siglo después, aquellos cimientos tienen asegurada la posteridad. Aunque ya no se tenga el puño levantado.
Traducción: Clara Morales
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